La Asociación de Mujeres Amazónicas Agroindustriales (Amazur) desarrolla varios productos a partir de la canangucha. En la actualidad buscan realizar un aprovechamiento sostenible del fruto a través de un monitoreo comunitario. Conozca su historia. 

A un costado del río Guayas en Caquetá, un bosque inundable dominado por palmas gigantes alberga una gran diversidad de formas de vida como tesoro. Allí, entre la riqueza de fauna y flora hay un fruto pardo-rojizo, casi redondo y de pulpa amarilla que es la esperanza de crecimiento económico para un grupo de mujeres amazónicas que ve en la canangucha o el moriche, como también se conoce, un producto con múltiples beneficios que puede aprovecharse de manera sostenible. 

Ese fruto proviene de los cananguchales, de esas palmas gigantes (Mauritia flexuosa) que se erigen como reinas del bosque con sus frondosas hojas como coronas y sus frutos rojos como collares. Estos espacios de vida naturales resisten a la transformación del territorio por el agua que los rodea. De hecho, para algunos pobladores del corregimiento de Rionegro, jurisdicción del municipio de Puerto Rico en Caquetá, han sido varios los intentos de los colonos por secar o talar las orillas de estos ecosistemas, pero el agua no lo ha permitido y en tiempos de invierno es común que los cananguchales se conecten con el río. Por eso, ese refugio de vida sobrevive con sus serpientes, guacamayas, chigüiros, loros, tortugas, monos y por supuesto la canangucha.

Una oportunidad de crecimiento para las mujeres de Amazur
“Es un producto que para nosotras representa la vida. La canangucha tiene provitamina A, vitamina E y betacarotenos. El aceite se usa para restaurar la piel y para protegerse del sol. Pero también es común verla en harina para coladas, en mermeladas e incluso jabones y otros productos”, comenta Diana Silva, representante legal de la Asociación de Mujeres Amazónicas Agroindustriales (Amazur), quien además forma parte del pueblo indígena Nasa. 

fotos canaguchalesCruzando el río Guayas desde el corregimiento de Rionegro en Caquetá se encuentra uno de los bosques más conservados de cananguchales de la región. Foto: Julián Sáenz.

Aunque las mujeres de Amazur comenzaron a trabajar con la canangucha artesanalmente hace 15 años atrás, la formalización de su emprendimiento comenzó hace dos. En la actualidad son nueve mujeres quienes trabajan con este fruto amazónico y su aceite, y sueñan con que su producto pueda ser reconocido en el país y en un futuro ser exportado. 

Según Silva, Amazur nace con la intención de empoderar a las mujeres de la región y crear nuevos espacios económicos en donde los saberes de la mujer no queden relegados. “Durante mucho tiempo las economías que tradicionalmente se manejan en la región como lo es la ganadería en la actualidad y anteriormente lo que era la coca siempre estaban relacionadas al rol de los hombres en ese trabajo, las mujeres no teníamos un papel en estas actividades, nos asociaban sólo al hogar. Nosotros cosechamos, transformamos y comenzamos un proceso de monitoreo de la canangucha”, afirmó. 

En busca de la canangucha 

Las jornadas de trabajo en Ríonegro comienzan bien temprano con los primeros rayos de sol, aunque, tal vez, podría ser más preciso decirse que empiezan con el revolotear de las guacamayas en el cielo y con su canto que irrumpe el silencio de los cananguchales. Diana Silva, Yina Quiceno, Leidy Palma salen acompañadas de Yuber Balanta, líder social de la zona, quien conoce como pocos el interior de los cananguchales. Saben que el trabajo es extenuante y deben aprovechar el tiempo. Cruzan el río Guayas en una pequeña embarcación con machetes, costales, balanzas, metros y, por supuesto, un buen mecato, pues al casco urbano regresaran solo hasta al finalizar la tarde cuando se escuche de nuevo en el cielo el sonido de las aves coloridas. Parece que en los bosques inundables de canangucha el tiempo de trabajo está marcado por las guacamayas. 

Una vez cruzan el río avanzan hacia los cananguchales por los pastizales llanos de las fincas que limitan con el bosque. El calor es intenso, pero contrasta con el agua que empieza a colarse entre los cuerpos a medida que se acercan a las gigantes palmas. Una vez allí, el agua como mínimo siempre estará a la altura de la cintura, los pasos serán pesados, las botas se estancarán entre el barro y la noción de las 904 hectáreas de cananguchales pasarán a ser las de un lugar sin inicio ni fin. 

mosaicoLa jornada de trabajo no termina solo con la consecución de la canangucha al interior del bosque. Esta debe ser pesada, examinada, lavada y puesta a secar durante dos o tres días. Foto: Julián Sáenz.

Entre los caminos de agua y las palmas, cada tanto el grupo de Amazur se detiene para estudiar los frutos de las palmas. Si son lo suficientemente maduras, dos de los acompañantes del grupo trepan estas plantas y cortan los racimos que pueden llegar a pesar hasta 60 kilos y luego los frutos son empacados en costales. “La canangucha es una palma que tiene hembras y machos. La hembra tiene una cosecha grande una vez al año que en esta zona termina más o menos a finales de noviembre, aunque en marzo se recolecta una cosecha restante que llamamos traviesa, un remanente que queda. Después, la misma palma no vuelve a cargar sino hasta dentro de dos años”, señala Silva. 

Costales y costales comienzan a llenarse del espléndido fruto, para cuando las guacamayas vuelvan a cantar este grupo tiene que estar saliendo de los bosques inundables con los costales sobre sus hombros y tomar de nuevo la embarcación que los llevará a Rionegro. Sin embargo, la jornada no termina ahí, para obtener el mejor aceite deben hacer un proceso riguroso de selección de la canangucha una vez lleguen al depósito. 

“Hay que analizar bien la calidad del fruto. Por ejemplo, hay unas más ovaladas y otras más redondas, estas últimas se demoran un poco más en madurar. Nosotras buscamos frutos que tengan un color intenso en su interior la que llamamos tipo Amazur porque es la que más aceite da”, explica Silva mientras ella y su grupo de trabajo lavan y extienden la canangucha recolectada sobre costales con el fin de que se sequen. Allí, se dejan durante dos o tres días bajo la sombra con el fin de que terminen su proceso de maduración. 

recolección de frutaLos racimos son pesados al interior de los cananguchales y los frutos puestos a secar bajo la sombra. El proceso de despulpado se realiza en el municipio de Puerto Rico y el transporte por trocha es otro de los desafíos por sortear. Foto: Julián Sáenz.

Una vez los frutos están maduros, ya en el municipio de Puerto Rico, comienza el proceso de despulpado que consiste en la remoción de la cáscara y de la pulpa amarilla, pulpa que posteriormente pasará por un proceso de deshidratación. Artesanalmente es común observar que el despulpado se realice con cucharas, raspando el fruto ya blandito. Sin embargo, el grupo de mujeres de Amazur el año pasado recibió maquinaria que les ayudará en el proceso. “Nosotros tuvimos el apoyo de Campo Emprende el año pasado y eso nos permitió adquirir unas máquinas. Tenemos una despulpadora, una descascarilladora y una prensa para ayudarnos en el proceso de transformación y poder sacar el aceite más fácil y de forma más abundante”, contó Silva. 

El monitoreo comunitario y el aprovechamiento sostenible 

Rionegro en Caquetá durante algunos años fue la despensa agrícola del departamento, un corregimiento próspero en los tiempos en los que las vías de conexión entre poblaciones eran los ríos en lugar de las carreteras.Aunque aún hoy más que vías hay trochas y en muy mal estado. Así lo explica Yuber Balanta, líder social de la zona, caucano que llegó en 1970 a la región y que como pocos conoce la historia de la población y el interior de los cananguchales. 

“La economía de Rionegro no es muy diferente a la del Caquetá. Acá se sembraba mucho maíz y arroz, cosechas que se realizaban cada año en los meses de junio, julio y agosto y que duró más o menos hasta inicios de los ochenta. Ya a mediados de los ochenta surgió la coca, en ese tiempo se le llamaba la Pajarita y su cultivo se extendió y tomó fuerza durante los noventa y los años dos mil. La coca dejó desolación, desplazamiento, prostitución y una juventud que no estudió porque tenían una fuente de ingreso. Ahora después del 2016, de los Acuerdos de Paz, se comenzó en la región un proceso de erradicación voluntaria, la ganadería y la agricultura son la base de la economía, pero procesos como los de la canangucha y el turismo son importantes”, manifestó Balanta. 

Sin dudas, las iniciativas sobre los productos no maderables del bosque son importantes para el crecimiento económico y para la competitividad de la región. Por eso, el grupo de mujeres de Amazur comenzó junto con el Instituto Humboldt el proceso del monitoreo comunitario con el que buscan realizar un aprovechamiento sostenible de la canangucha. Este apoyo a las actividades de monitoreo hace parte del proyecto Promoviendo los Productos Forestales no Maderables en Colombia enmarcado en el Programa Partnerships for Forest, financiado por el gobierno británico. Se espera que este proceso les ayude en su deseo de acogerse al Decreto 690 de 2021, que establece los requisitos para el uso, manejo y aprovechamiento sostenible de la flora silvestre y los productos no maderables del bosque con fines comerciales. 

El monitoreo se divide en tres grandes acciones que permitirán responder varias preguntas en torno a la canangucha. La primera es hacer un seguimiento a la fenología del fruto para entender en qué momento florecen los individuos masculinos y los femeninos, comprender cuánto dura este proceso, en qué momento se abre la flor y en general todo el ciclo de cosecha. La segunda acción que responde el monitoreo es conocer qué tanta fruta pueden recoger del bosque. Y por último, también permitirá conocer qué tanto de lo que se cosecha se aprovecha y cuál es la demanda necesaria respecto al bosque. Con estos datos las mujeres de Amazur podrán tener mayor información para realizar un aprovechamiento sostenible.

“El monitoreo se realiza en dos temporadas de cosecha que las comunidades han identificado. Lo que nosotros hacemos es brindar algunas herramientas para que con el conocimiento que ellas ya tienen puedan resolver sus preguntas en torno al manejo de la canangucha. En este caso la pregunta más importante es cómo aprovechar la canangucha sin que afecte de forma negativa la población de palmas en el tiempo. Esperamos que con el monitoreo comunitario ellas puedan realizar un uso eficiente de la especie, es decir, que las prácticas de cosecha garanticen que esta especie pueda reproducirse en el tiempo y mantener sus funciones ecosistémicas para todos los consumidores, aves, mamíferos y otros animales que se alimentan de este fruto”, aseguró Ángela Celis, investigadora de Ciencias Sociales y Saberes de la Biodiversidad del Instituto Humboldt. 

toma de datos en campoEl monitoreo comunitario realizado por Amazur servirá para aprovechar el fruto de forma sostenible y garantizar las funciones ecosistémicas del bosque. Foto: Julián Sáenz.

En la actualidad, las mujeres de Amazur en sus recorridos por los cananguchales además de recoger el fruto incorporaron en su trabajo la toma de datos que les ayudará a responder sus preguntas de investigación y tener mayor conocimiento sobre el fruto. Para Diana Silva, este es un proceso importante porque: “es un trabajo vinculado no solo a nosotras sino a nuestras familias y a la gente de la zona. Somos personas que conocemos el territorio y nacimos en los cananguchales. Sin embargo, hay cosas que uno no tiene tan presente como, por ejemplo, mirar cuál es el promedio de racimos de una palma. La disciplina de la observación permite que podamos conocer mejor los tiempos de cosecha”.

Son muchos los retos o desafíos que Amazur enfrenta a la hora de trabajar con la canangucha, las largas jornadas de trabajo pueden parecer fáciles si se compara con las necesidades de transporte o con el sueño de la formalización, así lo explica Diana Silva. “Todo lo hemos hecho con las uñas y con recursos propios, queremos conseguir un permiso sanitario, pero para eso nos toca tener una planta de transformación, tener equipos para garantizar una capacidad productiva y otras cosas más, estamos luchando por ese sueño, pero requiere de recursos y de apoyo”, y además concluye que: “la mujer caqueteña es berraca, echada para adelante, se le mete a lo que sea. Pero desafortunadamente, en los procesos económicos la mujer ha sido relegada, no tiene voz dentro de las políticas públicas, siempre es el hombre marcando el paso. Amazur además de ser una empresa es una estrategia de empoderamiento de la mujer para que todos reconozcan las capacidades y sabiduría del territorio que tenemos”.

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