Algunas trayectorias están realmente malditas. Y te condenan. El centro de Candreva en el minuto 90 se convirtió en un chaparrón helado. Se suponía que era un centro para sus compañeros, se convirtió en una pelota muy venenosa, que se coló en el cruce. Así se materializó el 1-1 de Arechi, un empate absurdo por cómo se desarrolló el partido. 25 conclusiones, 11 en el espejo de la portería: un poste, un larguero, una serie infinita de atajadas extraordinarias de Ochoa. Increíbles y desaprovechadas ocasiones de gol que arrastraron el 0-1 firmado por Gosens de inicio hasta el minuto 90, cuando los locales igualaron. Así, el Inter pospuso la cita con la victoria en la liga nuevamente, con los nerazzurri ascendiendo a 51 en la víspera del partido de Champions ante el Benfica.

Tiene prisa. El Inter empezó apurado a decir muchas cosas: que las derrotas en Liga deben ser solo un recuerdo lejano, que el equipo está cargado, que solo tiene muchas ganas de ganar, pensar en el compromiso de Champions solo después de la Liga. El Viernes Santo en Salerno, por lo tanto, comienza con una dirección muy clara: adelante a toda velocidad. Es hora de asentarse, de poner la pelota en marcha y aquí está el objetivo: hermoso, claro, razonado, perfecto. Viene de una vuelta de balón, de una verticalización de Asllani y de un lateral de Lukaku con un cabezazo: toque que abre el área a Gosens, zurdazo implacable para batir a Ochoa. Así, después de poco más de cinco jornadas, el Inter está por delante de Arechi. Un impacto positivo, con un partido que acercó a los nerazzurri al doblete en repetidas ocasiones en la primera media hora. Funciona la vuelta de pelota, funcionan las verticalizaciones, funcionan las bandas. Asllani busca delanteros cuando puede, sobre todo cuando no le asfixia un doble, o mejor dicho triple, marcaje. Los hombres aspirados al número 14 inevitablemente ofrecen espacios, atacados por los centrocampistas y los extremos. Muchos balones llegan a los pies de Lukaku: Romelu toca el poste derecho, luego encuentra a Ochoa en un par de ocasiones, incluso en plena recuperación: es ahí donde el arquero mexicano, de rodillas, clava sobre la línea el mate del delantero centro belga.

Apenas Ochoa permite que Salernitana se quede en el juego: de hecho esa no es la única parada del primer tiempo. Se suma el de cabezazo de Correa y muchas intervenciones seguras y precisas. Ante varios goles, la primera parte del Inter acaba con un claro frenazo en cuanto a ritmo, dominio del partido e intensidad. Y es precisamente allí donde crece la Salernitana, durante mucho tiempo a merced de los nerazzurri. Cuando el equipo de Paulo Sousa encuentra más coraje, llegan las primeras señales de las partes de Onana. Nada llamativo, pero un claro indicador del potencial y las ganas de los anfitriones.

El poste sacudido por Barella al inicio de la segunda mitad, con una mano de Ochoa, da la medida de cómo se desarrollará la segunda mitad. El Inter quiere cerrar el partido, pero no encuentra el punto de partida adecuado. Y así Salernitana gaseó: Sousa se arriesga, mete un segundo delantero y mete un tercero. A pesar de un ritmo más lento, el Inter aún tiene balones para cerrar el partido. Pero Ochoa salva todo: sobre Mkhitaryan, sobre Dumfries. En el 65′ el Inter gritó gol: taconazo de Mkhitaryan que abrió la puerta de par en par a Lukaku, que remató de cabeza por encima del larguero. En la refutación, De Vrij empuja el balón al arco pero encuentra las manos de Ochoa, increíble para salvar en la línea y luego protegida por su defensa. Una maldición que sin embargo también afecta a Salernitana, cuando la desatada Candreva pone el balón parejo para Dia, que pega en el larguero.

Juego en la balanza, está claro, porque el Inter tiró a Ochoa contra la pared hasta el minuto 90. Justo antes del empate de Candreva, otra parada del mexicano, sobre Lukaku. Luego solo queda ese centro reventado (con una dinámica simétrica a lo que siempre pasaba en la segunda parte, un centro con la zurda de Candreva manejado por Onana) que firma un 1-1 realmente amargo.

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