Las cascada sangrientas finalmente tienen una explicación, el color rojizo sangre de sus aguas podría ayudarnos a encontrar vida fuera del planeta.
En un continente helado cubierto de hielo prístino lo último que uno esperaría ver serían colores marrones que rompen con la armonía blanquecina del paisaje, pero justo en el corazón del glaciar Taylor vive una extraña cascada sangrienta de la que emanan aguas rojizas que le hacen honor a su nombre.
Las cascada sangrientas
En 1911, una expedición británica con destino a la Antártida se llevó una enorme sorpresa al encontrar un glaciar que literalmente parecía desangrarse. Desde entonces las cascadas sangrientas como se les llama hoy en día, han estado en la mira de los científicos que intentan descubrir qué ocasiona sus aguas color sangre, y no habían tenido mucho éxito hasta ahora que se descubrió la composición química del extraño líquido.
Usando una variedad de equipos analíticos, los investigadores descubrieron algunas sorpresas que ayudaron a explicar mejor el icónico tono rojizo. “Tan pronto como miré las imágenes del microscopio, noté que había estas pequeñas nanoesferas y que eran ricas en hierro”, explica el científico de materiales Ken Livi de la Universidad Johns Hopkins.
Las partículas que componen las cascadas sangrientas, provienen de microbios antiguos y son tan pequeñas que tienen una centésima parte del tamaño de los glóbulos rojos humanos. Pese a que son pequeñas, son en extremo abundantes en las aguas de deshielo del glaciar Taylor, que lleva el nombre del científico británico Thomas Griffith Taylor, quien notó por primera vez las Cataratas de Sangre en la expedición de 1910 a 1913.
Las investigaciones más actuales han descubierto que las nanoesferas están compuestas por una amplia variedad química desde hierro, silicio, calcio, aluminio y sodio. Es precisamente la riqueza en su composición la que vuelve roja el agua subglacial salada cuando se desliza de la lengua del glaciar y se encuentra con un mundo de oxígeno, luz solar y calor.
“Para ser un mineral, los átomos deben organizarse en una estructura cristalina muy específica”, explica Livi. No obstante, “estas nanoesferas no son cristalinas, por lo que los métodos utilizados anteriormente para examinar los sólidos no las detectaron”.
Incapaces todavía de detectar vida en otros planetas
El glaciar Taylor en la Antártida es un ecosistema de gran riqueza, aunque la vida que allí se alberga no es visible a simple vista. Una comunidad antigua microbiana se ubica a cientos de metros bajo el hielo y ha evolucionado de manera aislada durante milenios y posiblemente durante millones de años.
El secreto desvelado de las cascadas sangrientas, sugiere que no somos capaces de detectar de manera tan fácil la presencia de vida incluso en nuestro propio planeta. Por lo que los astrobiólogos podrían no detectar la presencia de microorganismos en planetas como Marte, debido a que los rovers podrían no poseer la tecnología adecuada para detectarlos.
“Nuestro trabajo ha revelado que el análisis realizado por los vehículos rover es incompleto para determinar la verdadera naturaleza de los materiales ambientales en las superficies de los planetas”, dice Livi. “Esto es especialmente cierto para los planetas más fríos como Marte, donde los materiales formados pueden ser nanométricos y no cristalinos. En consecuencia, nuestros métodos para identificar estos materiales son inadecuados”, concluye.
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