Bogotá D. C., may. 29 de 2015 – Agencia de Noticias UN- Fósiles de chigüiros de más de tres millones de años, tapires y osos perezosos gigantes forman parte de la variedad de restos hallados en la península de La Guajira, que dan cuenta del bosque que debió existir hace no menos de 20 millones de años, en lo que ahora es desierto.

Un equipo de investigadores de la U.N. trabaja con el Instituto Smithsonian para rescatar los rastros de la naturaleza perdida.

De las más de nueve millones de hectáreas de bosques secos que llegaron a cubrir el territorio nacional, hoy solo queda el 8 %, lo que ubica a este ecosistema entre los más amenazados del país. Precisamente, uno de estos bosques predominaba en la Alta Guajira, donde hoy el paisaje está dominado por el desierto.

Una de las especies que habitó este lugar y que más llamó la atención dentro de los fósiles de mamíferos hallados, fue un chigüiro de aproximadamente 3,2 millones de años, que se convirtió en el primer registro de un fósil de esta edad en el país y en el más cercano al istmo de Panamá.

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“Perteneció a un género extinto caracterizado por su gran tamaño, mucho mayor al de los actuales. Las diferencias más grandes radican en la dentadura y en algunos rasgos del cráneo, que permiten establecer que estamos tratando con una nueva especie”, afirma María Camila Vallejo, bióloga de la U.N. que hizo parte de la investigación.

Es importante tener en cuenta que, en la actualidad, en el país existen dos especies de chigüiros: el Hydrochoerus hydrochaeris, con distribución en los Llanos Orientales y el Amazonas, y el Hydrochoerus isthmius, que habita al norte de Colombia, Panamá y Venezuela. No obstante, hoy en la Alta Guajira colombiana no se encuentra ninguna de estas dos.

La aparición de esta nueva especie permite comprender cómo este grupo de roedores de gran tamaño se ha distribuido a través del tiempo, desde sus orígenes en Argentina, hace aproximadamente 11 millones de años.

La privilegiada posición geográfica de nuestro país, unido al istmo de Panamá, lo ha convertido en uno de los principales corredores de animales y plantas a través del tiempo geológico. Así, se puede pensar en Colombia como puerta de entrada y salida, un punto casi obligado para muchas especies que migraron de Norteamérica a Suramérica y viceversa.