La creciente presencia de mercurio, cadmio y cobre en las aguas de la Ciénaga Grande de Santa Marta y la Bahía de Cispatá (Córdoba) está debilitando la concha de las ostras, que ante la concentración de dichos metales pesados tienen problemas para sobrevivir largos periodos, una situación que pone en riesgo la salud humana y la de los ecosistemas.

Tatiana Bahamón Méndez | Periodista Unimedios- Sede Bogotáshare

En el tejido blando de las ostras se encontró acumulación de mercurio y cobre. Foto: Anubis José Luis Vélez Mendoza, magíster en Ciencias - Biología de la UNAL Sede Caribe Cecimar.
En el tejido blando de las ostras se encontró acumulación de mercurio y cobre. Foto: Anubis José Luis Vélez Mendoza, magíster en Ciencias – Biología de la UNAL Sede Caribe Cecimar.
Las muestras de ostras se recogieron cerca de las raíces de los mangles. Foto: Anubis José Luis Vélez Mendoza, magíster en Ciencias - Biología de la UNAL Sede Caribe Cecimar.
Las muestras de ostras se recogieron cerca de las raíces de los mangles. Foto: Anubis José Luis Vélez Mendoza, magíster en Ciencias – Biología de la UNAL Sede Caribe Cecimar.
Se colectaron manualmente alrededor de 60 ostras. Foto: Anubis José Luis Vélez Mendoza, magíster en Ciencias - Biología de la UNAL Sede Caribe Cecimar.
Se colectaron manualmente alrededor de 60 ostras. Foto: Anubis José Luis Vélez Mendoza, magíster en Ciencias – Biología de la UNAL Sede Caribe Cecimar.
En laboratorio se clasificaron por edades: juveniles entre 22 y 32 mm, y adultos entre 35 y 56 mm. Foto: Anubis José Luis Vélez Mendoza, magíster en Ciencias - Biología de la UNAL Sede Caribe Cecimar.
En laboratorio se clasificaron por edades: juveniles entre 22 y 32 mm, y adultos entre 35 y 56 mm. Foto: Anubis José Luis Vélez Mendoza, magíster en Ciencias – Biología de la UNAL Sede Caribe Cecimar.
Las “antiguas guardianas de los mares”, como muchos expertos suelen llamarlas, son testigos mudos del daño ambiental. Foto: Jeimi Villamizar, Unimedios.
Las “antiguas guardianas de los mares”, como muchos expertos suelen llamarlas, son testigos mudos del daño ambiental. Foto: Jeimi Villamizar, Unimedios.

Entre las especies que habitan los estuarios –lugares en donde confluye la desembocadura de un río con el mar uniendo sus aguas dulce y salada– se encuentran las ostras, moluscos caracterizados por sus conchas rugosas, formas alargadas o redondeadas y colores que van desde matices marrones y grises hasta tonalidades más claras. Aunque en zonas costeras –incluida la colombiana– poseen un valor culinario importante, su trascendencia va mucho más allá de la gastronomía, pues estas silentes guardianas del océano ayudan a purificar grandes volúmenes de agua, al filtrar partículas y elementos perjudiciales tanto para las especies marinas como para los humanos.

La investigación de Anubis José Luis Vélez Mendoza, magíster en Ciencias – Biología de la Sede Caribe del Instituto de Estudios en Ciencias del Mar (Cecimar) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), reveló que las ostras acumulan metales pesados como mercurio, cadmio y cobre, que en grandes cantidades afectan su capacidad de reproducción e incluso las deforma. Dichos contaminantes ingresan a su organismo a través del agua, y a medida que crecen y se desarrollan se acumulan en sus cuerpos, convirtiéndolas en portadoras de la contaminación.

Aunque silenciosa, la problemática de los metales pesados no es nueva. Según explica el profesor Néstor Hernando Campos, director del Cecimar, en las décadas de 1960 a 1980 se dieron las concentraciones más alarmantes de metales pesados en el ecosistema marino, debido al vertimiento de residuos industriales, urbanos y mineros, entre otros.

“La ostra es un recurso comercial explotado durante décadas que se ha convertido en un organismo centinela que refleja las condiciones ambientales. Al estudiar la concentración de metales pesados obtenemos información valiosa y reciente sobre el nivel de contaminación en el ecosistema marino”, explica el experto, integrante de la Asociación Colombiana de Investigadores en Ciencias del Mar.

Registro y evaluación

Estos moluscos suelen vivir en aguas salinas como manglares, bahías y costas marinas. Para capturarlas, los recolectores o pescadores suelen buscar áreas con un equilibrio adecuado de salinidad y nutrientes. Ese proceso implica bucear o caminar en aguas bajas durante la marea baja y recogerlas de las rocas, lechos de arena, raíces de mangle o lodo en donde se adhieren.

“En el trabajo de campo en la Ciénaga Grande de Santa Marta tomamos muestras de la columna del agua para validar la presencia de material particulado, con el objetivo –entre otros– de evaluar la ‘bioacumulación’, es decir la cantidad de acumulación de un elemento, y la ‘bioconcentración’, que expresa la capacidad de bioacumulación y es la relación del contenido en los tejidos y la principal fuente de entrada, en este caso el sestón”, relata el magíster.

Otro punto de interés fue entender cómo la acumulación de metales pesados varía a lo largo del desarrollo del organismo, “en laboratorio tuvimos muestras de tallas pequeñas y grandes, para evaluar este factor”, explica. Por ser un organismo filtrador y alimentarse directamente de lo que está en la columna del agua, la ostra filtra grandes volúmenes de agua, por eso se planteó la hipótesis de que en su organismo se concentran los metales pesados.

Con ayuda de pescadores se colectaron unas 60 ostras que estaban cerca de los mangles, y en el laboratorio se clasificaron por edades: los juveniles medían entre 22 y 32mm, y los adultos entre 35 y 56mm.

Luego se extrajo el tejido blando y también la digestión en ácidos fuertes para su análisis químico mediante técnicas espectroscópicas y de emisión de plasma. Con estos métodos se determinaron las concentraciones de diversos metales pesados, incluyendo mercurio, cadmio y cobre, presentes en las muestras de ostras.

Así, se encontró acumulación de metales pesados en el tejido blando de las ostras en la Ciénaga Grande de Santa Marta y en la Bahía de Cispatá, con mayores dosificaciones de mercurio (0,144 ± 0,024 µg/g, n=36) y cobre (390,148 ± 68,969 µg/g, n=32) en Bahía de Cispatá, y de la ciénaga (0,130 ± 0,023 µg/g, n=32). Lo anterior plantea interrogantes sobre su seguridad para el consumo humano.

Además se observó que algunos metales pesados pueden interferir en procesos fisiológicos de los organismos, lo que puede afectar su supervivencia y su papel en el ecosistema marino.

Según el profesor Campos, la problemática de los metales no radica en que las ostras tengan la capacidad de acumularlo, sino en el efecto que tiene en los organismos. “Estos interfieren en el proceso de la síntesis de carbonato de calcio, es decir, la base con la que ellas hacen las conchas, y por esto es que se afectan sus procesos fisiológicos, haciéndolas más frágiles y menos resistentes”.

Los resultados de la investigación no solo arrojan luz sobre la salud de las ostras, sino también sobre el bienestar de los ecosistemas marinos en su conjunto. Las ostras, en su función como filtradoras, influyen directamente en la calidad del agua y en la biodiversidad. La acumulación de metales pesados no solo amenaza su existencia, sino también la de otros organismos que dependen de estas aguas para sobrevivir.

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