Los problemas sociales, económicos y ambientales de la ecorregión del canal del Dique, ubicado al norte de Colombia, entre el municipio de Calamar y la bahía de Cartagena, no se resuelven con estructuras hidráulicas ni con proyectos de navegación industrial, sino con la creación de una estructura administrativa y regulatoria con capacidad, integridad y fuerza suficiente para dirimir los conflictos sociales y ambientales.

Jaime Iván Ordóñez Ordóñez | Ingeniero civil Universidad Nacional de Colombia (UNAL)share

El proyecto de compuertas y exclusas que se construye actualmente se basa en el “control activo del caudal”.Fuente: MinambienteEl proyecto de compuertas y exclusas que se construye actualmente se basa en el “control activo del caudal”.Fuente: Minambiente

El canal recorre unos 110km con un ancho cercano a los 80m y una profundidad variable de 3 a 7m según el sitio y la época del año, y deriva un caudal medio de 500 m3/seg. Se construyó hace 370 años, y desde entonces se ha rectificado unas 4 veces procurando distancias más cortas y mayores calados para embarcaciones de transporte industrial. Aunque el objetivo principal de las rectificaciones no fue aumentar gradualmente el caudal, este ocurrió y con el tiempo retiró las aguas salobres hacia la costa, que en un comienzo llegaban hasta Calamar, según se sabe.

Los españoles construyeron el canal en pocos meses, ya que allí existía un paleocauce del Magdalena que en otra época entraba al mar por donde hoy es la bahía de Cartagena. Para ello unieron y ampliaron los caños de conexión entre ciénagas y lagunas costeras de la región, que hoy constituye una zona de especial belleza y biodiversidad, con fauna y flora de agua salina y fresca en diferentes sectores.

El proyecto de compuertas y exclusas que se construye actualmente se basa en el “control activo del caudal”, que consiste en reducirlo arbitrariamente mediante una compuerta de cierre en Calamar y otra al llegar a la bahía de Cartagena, cerca de la población El Recreo. Como estas compuertas impiden el paso de las embarcaciones es necesario introducir exclusas, que de otra manera no se requieren pues el canal ha funcionado sin ellas desde sus inicios. Este costoso esquema conlleva el grave peligro de que alguien deberá decidir qué cantidad de agua pasará por la compuerta, mientras que el ritmo de la navegación determinará en forma caprichosa cuanta pasará por las esclusas.

Como no existe un método seguro establecido para regular el flujo según el régimen hidrológico natural que se rige por pulsos naturales de caudal del río, los cuales se modificarán por la operación de las compuertas y la reducción del flujo. Estos efectos no han sido cuantificados en función del ciclo de vida de las numerosas especies de flora y fauna de la cuenca del Magdalena, que no se han estudiado suficientemente en Colombia ni en ningún otro país.

La merma de caudal hacia las bahías de Cartagena y Barbacoas y la operación de las obras modifican radicalmente los ecosistemas de los cuerpos de agua.Fuente: Eitan Abramovich / AFPLa merma de caudal hacia las bahías de Cartagena y Barbacoas y la operación de las obras modifican radicalmente los ecosistemas de los cuerpos de agua.Fuente: Eitan Abramovich / AFP

La sedimentación de la bahía de Cartagena por el canal no es un problema grave ni requiere atención inmediata como se ha informado maliciosamente a la población; es más: cuando entre 2010 y 2018 se cerraron los proyectos hidroeléctricos Sogamoso e Ituango, que en conjunto reducen la carga sedimentológica del Magdalena en un 45%, este factor no se consideró en los estudios. En 2011 la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) demostró que, aún sin considerar este efecto, la sedimentación no pone en riesgo las rutas de navegación en la bahía.

Reducir la entrada de sedimentos disminuyendo el caudal es una solución simplista y costosa que contradice la razón cuando se propone como fórmula para recuperar ecosistemas riparios, bosques ribereños y estuarinos que se deterioran más por falta de agua fresca y ciclos periódicos de llenado y vaciado de ciénagas, y además por la ausencia de los nutrientes que vienen adosados a los sedimentos del río.

La merma de caudal hacia las bahías de Cartagena y Barbacoas y la operación de las obras modifican radicalmente los ecosistemas de los cuerpos de agua generándoles a las comunidades ribereñas pérdida de movilidad y de recurso pesquero vital para su manutención, creando detrimento económico a la población con menos recursos de la región.

La salinización de los cuerpos de agua

Este fenómeno le genera a la empresa de acueducto de Cartagena inversiones económicas cuantiosas para recuperar el agua potable –escasa y costosa– que ya habían logrado para la región. Los efectos del avance de la salinidad no se limitan a la cuña salina del canal, sino que se extiende regionalmente por la salinización de las aguas subterráneas y los humedales.

Los estudios demuestran que la degradación de los ecosistemas del canal proviene del cierre forzado de las interconexiones entre las ciénagas y el canal, como resultado del conflicto social entre los pescadores y los terratenientes de la zona, quienes pretenden impedir el acceso libre a las ciénagas porque las consideran propias a pesar de ser de uso público por la naturaleza misma de sus aguas. Este conflicto fundamental no se resuelve con el proyecto, de hecho se intensifica al producir el drenaje de las ciénagas liberando tierra a los propietarios de la margen izquierda y limitando en forma severa la movilidad y productividad de los pescadores. De nada sirve “mejorar” esas conexiones como se propone, cuando se disminuye sustancialmente el caudal y el nivel de agua fresca en toda la zona y se añaden compuertas que también deben ser manejadas arbitrariamente.

El control del caudal de entrada al canal no es garantía de control de inundaciones en la región, ya que la compuerta de Calamar controla una parte insignificante de la ribera del Magdalena en el sector, limitando la efectividad del proyecto. Pero además, si realmente pudiera impedir toda entrada de agua al canal durante las avenidas del río, su operación aumentaría el riesgo de inundación a las poblaciones ribereñas del Magdalena entre Calamar y Barranquilla.

Los problemas sociales, económicos y ambientales de la ecorregión del canal del Dique no se resuelven con estructuras hidráulicas ni con proyectos de navegación industrial, sino con la creación de una estructura administrativa y regulatoria con capacidad, integridad y fuerza suficiente para dirimir los conflictos sociales y ambientales que vienen causando de tiempo atrás la degradación de sus ecosistemas, vitales para las poblaciones ribereñas y para toda la cuenca del río Magdalena.

En el volumen sobre ríos tropicales de la revista Geomorphology (Elsevier, 2005), los expertos La Trubesse, Stevaux y Sinha anotan:

Los estudios ambientales en áreas tropicales carecen de una base sólida de conocimiento. La ecología de los ambientes acuáticos tropicales está siendo construida sobre un pobre o inexistente marco conceptual del funcionamiento del hidrosistema físico. La deficiencia de información y de entendimiento básico conduce a los ingenieros a cometer serios errores en el manejo de aguas tropicales.

Tristemente este es el caso del presente proyecto, en el que el desconocimiento del hidrosistema y del tema social conducirá al fracaso.

Los ecosistemas de la zona de influencia del canal del Dique y su sistema de drenaje son complejos y no es fácil detallarlos en este corto artículo; el lector puede acudir a los 11 libros del proyecto que la Universidad Nacional ejecutó para Cormagdalena entre 2006 y 2011. Lamentablemente ningún gobierno, desde entonces, ha querido entender y revaluar el proyecto ni confrontar los intereses económicos particulares que han evolucionado las ideas contrarias hasta llegar al proyecto en construcción bajo vigilancia de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), entidad que nunca ha realizado un proyecto similar.

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