Los hongos se expanden por debajo del suelo, a través de su micelio, creando una red de tejido vivo que lo conecta todo. Pero, la realidad apenas hemos oído hablar de ellos. Ni siquiera la ciencia les ha prestado la atención adecuada, pese a que son el colchón invisible de la biosfera.

Los micelios, de hecho, crearían una basta interconexión en la Tierra, que interconectaría la biosfera, del mismo modo que una basta roja entre plantas y seres vivos en Pandora permite al pueblo Na’vi, en la película Avatar de James Cameron, comunicarse con el superorganismo conformado por su planeta, a través del árbol madre.

Mycelium, o micorrysis, es un hongo que se expande bajo tierra creando una red de conexión entre todas las especies vegetales. Cuando un árbol del bosque es cortado, este micelio comunica a demasiados árboles en el bosque que uno de ellos está muriendo y todos los demás árboles a través del micelio comienzan a cuidar el tronco restante para tratar de salvar esa vida.

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¿Sabes lo que es el micelio? El que hizo la película de Avatar lo sabía.

Los micelios, la parte “oculta” de los hongos, son colchones conformados por marañas de filamentos interconectados que se extienden cientos de kilómetros en el equivalente a un pie cuadrado, capaces de conectar los bosques del mundo con los nutrientes del suelo. Con un diseño similar al de las células nerviosas o cerebrales de los organismos complejos (también a Internet), los micelios regulan la comunicación entre el suelo, sus nutrientes y los bosques.

Conforman un colchón esponjoso e invisible que descompone en silencio materia vegetal y tiene el potencial de curar (antibióticos) y salvar el mundo (pueden alimentarse de petróleo y pesticidas, sustancias orgánicas que convierten en hidratos de carbono simples).

Estos filamentos, son la parte invisible para el ser humano, aunque crucial, de los hongos. Constituyen el tejido subterráneo capaz de sustentar los hongos, que muchas ocasiones alcanzan la superficie del sotobosque.

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Su aspecto es, en efecto, muy similar a una representación conceptual de las interconexiones creadas por Internet, y quizás todavía más parecido al tejido cerebral visto desde el microscopio son capaces de extender sus ramificaciones a gran velocidad (más de 1 mm por hora), absorben nutrientes mediante millones de filamentos unicelulares. 

De hecho, el ejemplar más gigantesco tiene una extensión de 9.7 kilómetros cuadrados (971 hectáreas, o 2.400 acres), el equivalente a 1.665 campos de fútbol, ​​y 2.200 años de edad (el hongo empezó a formarse cuando Cartago y la República de Roma acababan con la hegemonía de la Grecia Helenística en el Mediterráneo).

Para entender el peso de esté tipo de filamentos, debemos comprender cómo ayudan a su ecosistema. Retomando al ejemplar más gigantesco, por ejemplo, ha acabado en varias ocasiones con el bosque que crece en la superficie del terreno que ocupa y, durante este proceso, al poder beneficiar de los nutrientes de la masa forestal construye capas de suelo más profundas que permiten el crecimiento de árboles cada vez mayores.

Por esa razón, son los grandes recicladores del planeta y la especie de vanguardia en la restauración de hábitats.

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