El calentamiento global tendrá profundas consecuencias sobre dónde y cómo se producen los alimentos, y llevará también a una reducción de las propiedades nutricionales de algunos cultivos, todo lo cual tiene implicaciones en las políticas de lucha contra el hambre y la pobreza y para el comercio mundial de alimentos, según afirman los expertos en un nuevo libro.

“Cambio climático y sistemas alimentarios” recoge las conclusiones de un grupo de científicos y economistas que han hecho un balance de los efectos del cambio climático en la agricultura y la alimentación a nivel mundial y regional en las últimas dos décadas.

“La creciente amenaza del cambio climático para el suministro mundial de alimentos, y los retos que plantea para la seguridad alimentaria y la nutrición, requiere medidas políticas concertadas urgentes …”, escribe la Directora General Adjunta de la FAO para Recursos Naturales, Maria Helena Semedo en su prólogo conjunto del volumen.

También destacan la necesidad de un “enfoque más preciso en los factores principales de la adaptación climática, incluyendo el papel potencial del comercio como para mitigar algunos de los efectos negativos del clima en la producción mundial de alimentos”.

Presión sobre los sistemas agrícolas y alimentarios

El cambio climático se suma al reto del rápido aumento de la demanda mundial de productos agrícolas -destinados a la alimentación, piensos y combustible- necesario para hacer frente al crecimiento de la población y el aumento en los niveles de ingresos.

La agricultura es muy dependiente de las condiciones meteorológicas locales y, por lo tanto, se prevé que sea muy sensible a los cambios del clima en los próximos años.

En particular, un ambiente más cálido y seco cerca del Ecuador podría reducir la producción agrícola en esa zona, mientras que el calentamiento moderado puede -al menos a corto plazo-, ser beneficioso para los cultivos en otras áreas.

“Es probable que el cambio climático agrave la creciente desigualdad global, ya que se prevé que la peor parte de los efectos negativos recaiga sobre aquellos países que están menos desarrollados y son más vulnerables”, asegura el editor del libro, Aziz Elbehri, de la División de Comercio y Mercados de la FAO.

El libro examina cómo diversas tecnologías orientadas a la adaptación al cambio climático pueden también tener beneficios laterales para la mitigación, incluyendo compensaciones. Por ejemplo, los actuales biocombustibles basados en cultivos contribuyen a esta mitigación al ser una fuente de energía renovable, pero pueden agravar las emisiones a través de procesos como la deforestación.

Amenaza para la nutrición, la salud y los recursos hídricos

El libro también pone de relieve el impacto potencial que el cambio climático podría tener sobre la salud y la nutrición, al agravar la prevalencia del hambre oculta -la falta crónica de vitaminas y minerales- y la obesidad.

Una mayor concentración de dióxido de carbono -el principal gas de efecto invernadero emitido por actividades humanas- disminuye la cantidad de zinc, hierro y proteínas, y aumenta el contenido de almidón y azúcar en algunos de los principales cultivos alimentarios del mundo, como el trigo y el arroz.

Las implicaciones de lo anterior para la salud y la nutrición podrían ser notables. En la India, donde hasta un tercio de la población rural vive bajo la amenaza de no cubrir sus requerimientos proteínicos, el mayor déficit de proteínas derivado de cultivos alimentarios no leguminosos podría tener consecuencias graves para la salud.

El libro pasa a subrayar cómo en muchas regiones del mundo, el aumento de la escasez de agua debido al cambio climático reducirá la capacidad de producir alimentos, con graves consecuencias para la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud.

Los autores citan una reciente investigación que ha evaluado el impacto global del cambio de la alimentación en los patrones de consumo de agua de riego y de secano. Algunos resultados sugieren que reducir el consumo de productos de origen animal en la dieta humana tiene el potencial de ahorrar los recursos hídricos necesarios para alimentar a 1 800 millones de personas a nivel mundial.

Por lo general, se acepta que el agua no es una mercancía más, sino más bien un recurso específico a nivel geográfico, con acceso determinado por derechos y a menudo gestionado por las instituciones públicas. El libro reconoce que se requiere un enfoque equilibrado entre los instrumentos del mercado y las estructuras institucionales para salvaguardar la disponibilidad y el acceso al agua.