La obra Una historia natural y ambiental de Macondo[1] muestra cómo la geografía, los ecosistemas, la flora y la fauna de Cien años de soledad coinciden en gran medida con los existentes en la realidad, como por ejemplo las famosas mariposas amarillas o la lluvia de flores del mismo color y los peligros a los que se enfrenta el planeta a causa del cambio climático.
Germán Eugenio Márquez Calle
profesor titular jubilado de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y autor del libro Una historia natural y ambiental de Macondo
¿Cien años de soledad se puede leer como el relato de una catástrofe climática? La historia de cómo un pueblo apacible, fundado a las orillas de un río de aguas cristalinas, termina destruido –después de que las compañías bananeras arrasaran sus bosques– por una lluvia interminable, una sequía terrible y un vendaval apocalíptico, ¿es una vasta alegoría de lo que le está ocurriendo al planeta por culpa de la insensata transformación y contaminación humana de sus ecosistemas?, ¿a partir de una realidad local, García Márquez tuvo una especie de premonición que le permitió predecir lo que le está ocurriendo al planeta?, ¿preveía desde entonces que el capitalismo, representado en la compañía que altera bosques y ríos para sembrar banano, iba a llevarnos al colapso ambiental?
Estas preguntas surgen de la lectura del libro Una historia natural y ambiental de Macondo, que propone y trata de mostrar que, en efecto, la tremenda novela de García Márquez contiene, en su enorme riqueza, una historia ambiental bastante detallada de la región de Aracataca-Macondo. Aunque, como es lógico, resulta poco probable que García Márquez fuera plenamente consciente de que también estaba escribiendo una historia ambiental de Macondo y del mundo, resulta muy revelador que la naturaleza y el clima jueguen un papel tan importante en la novela, y que tal historia corresponda a lo que ha ocurrido y amenaza con seguir ocurriendo como consecuencia de las indebidas intervenciones humanas en la naturaleza.
La historia de Macondo es bastante fiel a los hechos ocurridos en la tierra natal del autor, aunque sea transformada de manera muy creativa por su prodigiosa imaginación. Para analizarla, Una historia natural recorre el texto de Cien años de soledad que, como recordarán sus lectores, narra la historia de un grupo de jóvenes, liderados por José Arcadio Buendía, que parten de La Guajira en busca de un lugar a donde huir del pasado y de sus fantasmas; cruzan por montañas, bosques, ríos y pantanos implacables (los ecosistemas como protagonistas importantes desde el inicio de la novela) en busca de un mar (la razón de ser de la larga travesía) que finalmente se cansan de buscar, agotados por la larga lucha contra un entorno desfavorable.
Terminan fundando el pueblo; de manera muy significativa, la novela dice que José Arcadio “les ordenó derribar los árboles para hacer un claro junto al río, en el lugar más fresco de la orilla, y allí fundaron la aldea” (p. 34). Lo llamarán Macondo, un paraíso natural y social en sus primeros tiempos, que luego crecerá e irá transformando su entorno y destruyendo sus ecosistemas, sobre todo después de la llegada de la compañía bananera que arrasará la“región encantada” y cubrirá todo el territorio con sus plantaciones.
Ello llevará a una gran bonanza económica que irá acompañada de graves desequilibrios e injusticias sociales que provocarán la huelga de los trabajadores del banano. Esta huelga marca el principio del fin; la masacre con que la compañía bananera y el Gobierno reprimen la huelga coincide con el inicio de un fuerte cambio climático expresado en un aguacero que durará “cuatro años, once meses y dos días” y que acabará con las plantaciones y con la bonanza; tras ello, una larga sequía terminará por arruinar el pueblo, que finalmente será destruido por un viento arrasador.
Una historia natural y ambiental de Macondo muestra cómo la geografía, los ecosistemas, la flora y la fauna de la novela coinciden en gran medida con los existentes en la realidad, como por ejemplo las famosas mariposas amarillas o la lluvia de flores del mismo color. Igual ocurre con la historia de las transformaciones de ríos y bosques. Para ello acude a fuentes diversas, dentro de las cuales se destacan las anotaciones de un naturalista alemán que trabajó en la región de Aracataca por los tiempos del nacimiento de García Márquez, y que ya habla con preocupación de la vasta destrucción de los bosques y atribuye a su desaparición la intensificación de los vendavales, que él llama tornados, pues no hay bosques que los mitiguen, lo que hace que el vendaval en que termina la novela sea una muy adecuada referencia a fenómenos que los abuelos de García Márquez –y muy probablemente el mismo autor– hayan vivido y temido.
Así, se plantea que la afirmación burlesca (mamagallista) de García Márquez, varias veces repetida y según la cual él no inventó nada (“Nadie me cree que yo no he inventado nada…”), tiene un trasfondo de verdad, que en nada disminuye el mérito de su obra y más bien lo aumenta, pues coincide con otra de sus afirmaciones en el sentido de que lo suyo no era realismo mágico sino realismo puro, pues así es la realidad en el Caribe.
En efecto, no solo las flores o las mariposas amarillas coinciden con realidades locales, sino que también lo hacen las áreas y los ecosistemas que se describen, tales como la Sierra Nevada y la Ciénaga Grande de Santa Marta, una de las regiones de más prodigiosa diversidad biológica, ecológica y cultural del país y del mundo. O los bosques, el mar, las ciénagas (“el ámbito de la ciénaga”), y por supuesto el río“de piedras pulidas y blancas como huevos prehistóricos”, que quienes se animen a recorrer el territorio de Macondo podrán conocer.
Así mismo los gigantescos macondos, árboles que seguramente son el origen del nombre del pueblo, aunque García Márquez afirmaba que solo lo supo mucho después, a pesar de que eran la especie dominante en los bosques de su región; tal desconocimiento es, quizá, el reflejo de una realidad dramática: la destrucción de los bosques de macondos fue tan total, que, como lo afirma con mucho sentido un autor, no solo desaparecieron físicamente del territorio, sino incluso de la memoria colectiva.
Una historia natural y ambiental de Macondo resulta, así, en una invitación a releer y a repensar Cien años de soledad desde una perspectiva naturalista, ecológica y ambiental, y también una invitación a recorrer la región de Aracataca-Macondo que inspiró las realidades mágicas del libro, para adentrarse en la mente del autor que la transformó con su imaginación.
[1]El libro fue publicado por laEditorial de la Universidad Nacional de Colombia en su colección Obra Selecta.
periodico.una.edu.co