Aunque parezca un asunto menor, contar con alguien a quien contarle los temores, emociones o sensaciones; o retarse a nuevas experiencias, retomar actividades rezagadas con el tiempo o mantener contacto con redes sociales de carne y hueso, son factores esenciales para fortalecer la autoestima y mejorar la percepción de sí mismos cuando se superan los 60 años, y así repeler la ansiedad o la depresión.
En el estudio, los adultos mayores manifestaron que mantenerse ocupados y en compañía los aleja de sufrir trastornos mentales. foto: Nicol Torres / Unimedios
No sé en qué parte está escrito que cuando una persona envejece entra a formar parte del inventario de los hogares”, se cuestiona doña Dorita, como le gusta que le llamen, maestra de primaria de 70 años, jubilada hace 13, quien después de 40 años enseñando geografía un día se vio sentada en el borde de su cama preguntándose: ¿y ahora qué? Había criado a dos hijos, ayudado a cuidar cuatro nietos y enterrado a su compañero con quien compartió casi cinco décadas de vida; también se despidió para siempre de sus padres, algunos hermanos y varios amigos.
Durante un tour por Europa, Dorita observó aspectos que le resultaron reveladores: allí los viejos como ella –y más también– se ponían cita para tomar el aperitivo en alguna terraza, ir al cine, salir a rumbear, e incluso le contaron que se ofrecen planes turísticos diseñados únicamente para ellos.
A su regreso al país no lo dudó y emprendió una lucha, primero con ella misma, para empezar a verse como una “verraca”, para emprender nuevos retos sin que la excusa de los años y los “achaques” pesaran como bultos de cemento; segundo, habló con su familia y les manifestó lo importante que era para ella seguir sintiéndose útil y capaz, les pidió que la apoyaran y acompañaran en sus iniciativas. Así, empezó a estudiar francés, algo que siempre quiso hacer, y también se hizo voluntaria en una ONG que trabaja con población vulnerable.
“No voy a decir que me siento como una quinceañera, porque la hipertensión y la artrosis me recuerdan todos los días que envejecí, aunque la dignidad no se pierde con la edad”, afirma.
Al respecto, la profesora Magnolia del Pilar Ballesteros Cabrera, del Departamento de Psicología de la UNAL Sede Bogotá, explica que “el adulto mayor experimenta el bienestar psicológico a través de pensamientos, sentimientos y actitudes con respecto a sí mismo, a su relación con los otros y a su entorno. Por eso es necesario promover más este tema, para que la población tenga una vejez más saludable y así se potencie su calidad de vida”.
Con los talleres se realizó un acercamiento al autoconcepto de la población y se encontró que ellos se definen especialmente a partir de su historia de vida individual y de lo que quieren ver en sus seres queridos. Fuente: Jeimi Villamizar, Unimedios.
Adultez mayor, panorama desalentador
Como doña Dorita, muchas personas intentan mantenerse activas después de los 60 años, aunque esta no es la realidad de muchos de los adultos mayores colombianos.
Se trata de un panorama desalentador si se tiene en cuenta que el Ministerio de Salud y Protección Social estima que en 2030 la proporción de adultos mayores superará el 16 % de la población; entre 1985 y 2020 pasó del 6,9 al 13,8 %, lo cual representa un verdadero desafío para el Estado en materia de políticas pensionales y de protección social, entre otras.
La profesora Ballesteros destaca que antes de la pandemia, en la práctica clínica que se realiza en el Hospital Universitario Nacional ya se evidenciaba un incremento en la atención en general a adultos mayores, por casos de enfermedades crónicas (hipertensión, diabetes, cáncer, etc.), y también en las solicitudes de acompañamiento en salud mental, es decir que esta no es importante por sí misma sino por estar asociada con enfermedades crónicas.
“Algunas veces las personas mayores de 60 años no tienen un proyecto de vida y afrontan cambios específicos en el entorno familiar: los hijos ya no viven ni comparten con ellos, no ven a sus nietos u otros familiares, sus amigos van muriendo… se quedan sin una red de apoyo activa. Por eso, en el ámbito de la promoción y prevención en salud se indaga sobre cómo se sienten, con quiénes viven o tienen contacto, o qué actividades realizan”, menciona la docente.
Agrega que cuando estos elementos no están solventados se incrementan los casos de ansiedad, depresión, e incluso suicidio en adultos mayores; la salud mental se ve condicionada a la calidad de vida y la pérdida de autonomía (visión o audición). “La última Encuesta Nacional de Salud Mental relaciona aspectos como la depresión y ansiedad en adultos mayores con comorbilidades y redes de apoyo; muchas veces sienten que el sistema de salud no responde ni prioriza sus necesidades”, amplía.
¿Pero qué relación tiene la historia de Dorita con la salud mental o con el bienestar psicológico de los adultos mayores?
Camila Andrea Chaves Hoyos, magíster en Psicología Clínica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), autora de una investigación centrada en el bienestar sicológico de los ancianos, afirma que “el tema de la adultez mayor está lleno de prejuicios; muchos autores y estatutos legales describen las características poblacionales, las capacidades, los déficit y demás factores, pero no a las personas, por eso mi tesis de maestría indaga sobre cómo se definen a sí mismos los adultos mayores”.
“El trabajo incluye –a partir de la práctica clínica de la psicología– una manera más amplia y directa de trabajar con estas personas, grupal o individualmente, para fortalecer su sentido de vida y aumentar el valor que le da cada individuo a su capacidad de aprendizaje y demás habilidades”.
El método
Para su investigación, la magíster aplicó el modelo de creencias en salud, el cual plantea que la disposición de una persona para adoptar una conducta de salud estará determinada por dos factores: la percepción de susceptibilidad a enfermar, y la severidad recibida de la consecuencia de la enfermedad. Para ello se realizó un taller de psicología clínica como técnica de recolección de datos.
Se adelantó una convocatoria en la que se invitaba a cualquier adulto mayor de 60 años, que no tuviera ningún deterioro cognitivo diagnosticado, y que sintiera la necesidad de acudir a un servicio que le permitiera expresarse y le diera herramientas para desarrollar su vejez de manera más satisfactoria.
Acudieron unas 35 personas, quienes fueron entrevistadas para conocer sus expectativas sobre el taller; se seleccionaron 17 (6 hombres y 11 mujeres), con 69 años en promedio y la mayoría pensionados, quienes mostraron mayor necesidad de tener herramientas para manejar algún aspecto de su vida personal.
También se aplicaron la terapia de aceptación y compromiso y el modelo de bienestar psicológico, abordando seis factores: relaciones positivas con otros; autoaceptación; autonomía; control ambiental; crecimiento personal, y propósito en la vida. Cada uno se desarrolló en una sesión.
Con los talleres se realizó un acercamiento al autoconcepto de la población y se encontró que ellos se definen especialmente a partir de su historia de vida individual y de lo que quieren ver en sus seres queridos, es decir, en la trascendencia que tengan en su entorno, como se registró en los deseos antes y después de la intervención.
También se reflejó un pensamiento más dirigido hacia la acción, la autonomía y el crecimiento personal sin que esto les genere culpa por pensar más en sí mismos. En la última sesión comentaron haber aprendido a pensar en sí mismos, sacar tiempo para ellos y plantearse nuevos retos personales.
Como resultado de este ejercicio grupal se agregó como recomendación que la UNAL construya nuevos espacios grupales dirigidos a adultos mayores, que abarquen el desarrollo de habilidades psicológicas.
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