Demasiado Inter, demasiado bueno. San Siro canta, nadie sale del estadio. El partido acabó hace minutos, muchos de ellos. Sin embargo, la Meazza está llena, no está cansada. Grita, a todo pulmón. Abraza a los niños que corren bajo la curva, se regocija con las volteretas. Coros, canciones, saltos. El Inter ganó.
1-0, basta un gol en propia meta. En el 37′ de la primera parte, en una de las muchas, muchas acciones de manual del equipo de Inzaghi. Un espectáculo recompensado con la inclusión de Thuram y el cierre de Gatti, que golpea con el pecho a su portero. 1-0, pero el número de ocasiones es desigual, como también lo es la cantidad de juego. Hay un poste de Calhanoglu, dos auténticos milagros de Szczesny (sobre Barella y Arnautovic), una serie interminable de suspiros por los goles cercanos. Y, del otro lado, un Sommer ocioso. Que sólo tiembla en un par de situaciones, en la segunda parte, con dos venenosos diagonales de Kostic.
Para, eso es todo. El resto es una demostración de fútbol espectacular, de mentalidad increíble, de determinación combinada con una técnica magistral. Un Inter loco, que amplía hasta el +4 sobre la Juventus pese a tener un partido menos. Qué hermoso. Qué bonito, Inter.
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