Un esqueleto encontrado en Puerto Triunfo (Antioquia) permitió documentar –por primera vez en el país– la presencia en Colombia de un venado asiático conocido como chital o ciervo moteado (Axis axis). El proceso investigativo se centró en comparar los huesos hallados con los del venado cola blanca o capasurí (Odocoileus virginianus), el más grande de Colombia, y derivó no solo en un artículo científico sino también en un llamado a las autoridades ambientales.
Laura Franco Salazar | Periodista Unimedios Sede Medellín
Los chitales machos parecen con el ceño fruncido: una mancha negra, bifurcada por encima de los ojos, los hace amenazantes y dignos de la cornamenta: dos astas, cada una con tres púas de 1 m de longitud. Las hembras se mimetizan mejor. Su cráneo liso y su mirada apacible las hacen similares a los jóvenes venados de cola blanca (Odocoileus virginianus), una especie nativa de Colombia y otros países de América.
El chital o ciervo moteado (Axis axis) está a más de 15.000 km de su verdadero hogar: Sri Lanka, India, Bangladesh y Nepal. Fuente: Johan Ordóñez / AFP.
En mayo de 2022 estas similitudes confundieron al zootecnista Néstor Roncancio Duque, doctor en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, mientras cabalgaba por Puerto Triunfo (Antioquia) buscando muestras de excremento de mono para otra investigación. “En un potrero vi tres ciervitos brincando y pensé que eran venados de cola blanca, muy comunes en los Llanos Orientales, pero declarados como extintos en el Magdalena Medio. Me sorprendí porque podía tratarse de una reintroducción, y aunque esto era positivo, de confirmarlo sería necesario evaluar condiciones sanitarias, compatibilidad genética y otros asuntos para garantizar el bienestar de los animales”, cuenta.
Partiendo de esta premisa conversó con el vaquero que lo acompañaba, quien le reveló que había manadas de hasta 18 individuos y un esqueleto en un caño cercano. Néstor, que siempre carga bolsas para recolectar cadáveres de animales para estudiarlos, pidió ser guiado al lugar, en donde tomó algunos huesos, los suficientes para viajar días después en moto y dejarlos en Manizales, en manos del profesor de la Universidad de Caldas Héctor Ramírez Chaves, magíster en Ciencias – Biología de la UNAL Sede Bogotá.
“Cuando recibí el material (2 fémures, 12 costillas, 8 vértebras torácicas, 2 cervicales, 2 lumbares, una falange, una tibia, un metatarso, una escápula, la pelvis y el sacro) vi que eran huesos muy grandes y pregunté qué había pasado con el cráneo, una pieza que a simple vista suministra bastante información. Néstor me contestó que era de cuernos bifurcados y me conformé. Iniciamos la limpieza de los huesos con agua y jabón, los secamos a 50oC en un horno especial y los pusimos en cuarentena para confirmar que no tuvieran plagas o insectos”, recuerda el investigador Ramírez.
Más grande que el venado más grande de Colombia
Aunque el venado de cola blanca –con su metro de altura y sus astas de 64cm– es el ciervo nativo más grande de Colombia, al compararlo con el material recolectado por el doctor Roncancio se quedó pequeño: el fémur de la osamenta hallada era 4 cm más largo (con 24 cm de longitud total), igual que el hueso del sacro (la parte final de la columna vertebral), que tenía 12cm en comparación con los 8 cm de la especie propia del territorio colombiano.
“De inmediato me comuniqué con Néstor y le dije que necesitaba ver el cráneo, aunque fuera en fotos. A partir de ahí iniciamos observaciones más detalladas con ayuda del biólogo Darwin Morales Martínez, adscrito a la Universidad Estatal de Louisiana, comparamos con otros venados exóticos presentes en América del Sur y conversamos con los habitantes del área en donde se recuperó el esqueleto parcial”, señala el profesor Ramírez.
Fémur de un chital comparado con el fémur de Odocoileus virginianus. Fuente: Héctor Ramírez Cháves, profesor de la Universidad de Caldas, magíster en Ciencias – Biología de la UNAL Sede Bogotá.
Además los investigadores contemplaron la idea de realizar un abordaje molecular, es decir evaluar el ADN de los huesos para determinar la especie, pero no fue necesario. Los videos e imágenes entregados por los lugareños fueron contundentes: machos y hembras lucían un pelaje café claro, moteado con óvalos blancos y teñido en el lomo con una línea negra. Se trataba de chitales, venados propios del sur de Asia, considerados potencialmente invasores en países como Argentina y Brasil.
“Muy probablemente su presencia en Colombia tenga el mismo origen que los hipopótamos introducidos por Pablo Escobar en la Hacienda Nápoles, ya que los venados se han visto cerca de ese lugar. No obstante, nosotros no podemos asegurar ni comprobar esto, pues pudo haber intervención humana, con buena o mala intención. Para descubrirlo es necesario adelantar estudios de otro tipo, que corresponden a otras disciplinas y autoridades”, precisa el investigador Roncancio.
Peligrosos como los hipopótamos
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, las especies exóticas invasoras son la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo después del cambio en los usos del suelo, pues cuando estas logran adaptarse y colonizar el territorio pueden actuar como depredadoras de especies nativas, alterar físicamente los hábitats, generar competencia desequilibrada por el alimento y diseminar parásitos y enfermedades, llegando incluso a afectar la salud humana.
El ciervo de cola blanca fue declarado como extinto en el Magdalena Medio a consecuencia de la cacería y la pérdida de hábitat. Fuente: Raúl Arboleda / AFP.
En Argentina el chital ha ocasionado daños sobre flora autóctona y es un competidor potencial para las corzuelas (Subulo gouazoubira), unos ciervos de menor tamaño. “En Colombia esto sería particularmente preocupante porque tenemos muy pocos datos sobre la diversidad de especies locales y su estado de conservación. Sabemos, por ejemplo, que la corzuela roja (Mazama zetta) sería una especie endémica de las cordilleras andinas y los valles interandinos de Antioquia y Tolima, y que estaría en amenaza potencial por las altas tasas de deforestación. Su interacción con los chitales resultaría muy perjudicial. Con mucho dolor, para casos como este la caza sería una de las alternativas más efectivas”, agrega el docente.
Con respecto a su reproducción, se sabe que estos animales alcanzan la madurez sexual a los dos años, el periodo de gestación es de 7,5 meses y las hembras paren en promedio dos cervatillos por parto, lo que quiere decir que se reproducen casi el doble que los hipopótamos, pues sus hembras se preñan máximo una vez al año y tienen un solo individuo por parto. “La Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare) afirmó que ya ha reportado la situación ante el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, pero el proceso es lento. En el caso de los hipopótamos la declaratoria oficial tardó más de 10 años”, señala el investigador.
Esqueleto parcial almacenado en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Caldas. Fuente: Héctor Ramírez Cháves, profesor de la Universidad de Caldas, magíster en Ciencias – Biología de la UNAL Sede Bogotá.
Algunas preguntas que se deberán responder con el tiempo son: ¿de qué se están alimentando estos animales? ¿amenazan o no los rebrotes de las plantas que “rejuvenecen” los bosques?, ¿los están cazando pumas, jaguares o perros? ¿cuántos individuos hay y cuál es su rango exacto de distribución? Los huesos que sirvieron como evidencia científica de la presencia de estos animales en el país están almacenados por ahora en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Caldas, bajo condiciones que no superan el 50% de humedad relativa, para evitar la aparición de hongos y plagas como polillas y mantenerlos disponibles para investigaciones relacionadas con el sexo del individuo, la causa de su muerte, su edad y su proceso de descomposición, entre otras cuestiones.
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