La relación entre demografía y conflicto ha sido abordada usualmente a partir del estudio de los efectos que un conflicto genera sobre una población. Sin embargo, en los últimos años, la mirada se ha invertido y algunos académicos han empezado a investigar los efectos de la demografía sobre el conflicto. En Colombia, esto representa una oportunidad de entender el conflicto de una nueva manera: el foco se pone sobre los jóvenes marginados, que pueden haber sido un factor dinamizador del conflicto que se ha pasado por alto.

Simón Uprimny Añez | Sociólogo de la Universidad Externado de Colombia

Las poblaciones jóvenes y en edad de trabajar eran muy numerosas y las condiciones socioeconómicas deficientes. Fuente:  Jeimi Villamizar, UnimediosLas poblaciones jóvenes y en edad de trabajar eran muy numerosas y las condiciones socioeconómicas deficientes. Fuente: Jeimi Villamizar, Unimedios

Erich Hartmann, piloto de guerra alemán, dijo alguna vez que “la guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”. En el conflicto colombiano esto no ha sido menos cierto, pues los que han puesto su carne al frente del cañón han sido principalmente los jóvenes. Y sin embargo, más allá de algunos textos con un enfoque cualitativo, la relación entre juventud y conflicto no ha sido investigada sistemáticamente.

El fortalecimiento del conflicto armado colombiano en la década de 1990 y principios de los 2000 se ha explicado usualmente a través de factores como la desigualdad, la pobreza, la falta de inclusión política y el auge del narcotráfico. Todos estos son, sin duda alguna, factores que causaron el conflicto, y este artículo no pretende dejarlos de lado. Lo que busca dejar planteado es que quizá existen otros elementos que han quedado injustamente fuera de la ecuación, y que uno de ellos es la demografía.

En general, la relación entre demografía y conflicto se ha abordado a partir del estudio de los efectos que un conflicto produce sobre una población, es decir, por ejemplo, cuántos muertos o desplazamientos forzados ocasiona. Sin embargo, especialmente en los últimos 15 años, la mirada se ha invertido y algunos académicos han empezado a investigar los efectos de la demografía sobre el conflicto. En este novedoso enfoque –conocido como “teoría demográfica del conflicto”–, una determinada composición de una población se entiende como una posible causa de violencia. Dentro de esta teoría, una de las principales corrientes de análisis se centra en el rol que juegan las poblaciones jóvenes como dinamizadoras del conflicto, y pone su lupa sobre el bono demográfico.

El bono demográfico

Es un periodo que ocurre hacia el final de la transición demográfica (paso de altas a bajas tasas de natalidad y mortalidad) en el que una sociedad tiene una población muy numerosa de jóvenes (15 a 29 años) y de personas en edad de trabajar (15 a 64 años). El periodo de bono demográfico, que solo ocurre una vez, siempre se había concebido de manera positiva: se entendía como una oportunidad para que una sociedad creciera y progresara, pues se da una proliferación de una población que puede producir mucho y que, a diferencia de los niños y de los adultos mayores, requiere poco gasto estatal.

Sin embargo, algunos estudios han demostrado que esa relación benéfica no es automática, y que si las condiciones socioeconómicas son deficientes y las poblaciones jóvenes no cuentan con buenas oportunidades de empleo, educación y salud, pueden pasar fácilmente a integrar grupos armados ilegales y un conflicto puede estallar o fortalecerse, si es que ya existe uno. Esto sucede porque los grupos armados ilegales les ofrecen a esos jóvenes excluidos la oportunidad de ganar dinero y estatus social (armas, mujeres, etc.) que de otra manera nunca estarían cerca de tener. También les da la oportunidad –o al menos la ilusión– de luchar por transformar esa sociedad que los ha marginado.

La relación demografía-conflicto en Colombia

La relación entre demografía y conflicto ha sido muy poco investigada en Colombia, a pesar de que existen ciertos elementos contextuales de peso que sugieren que la exploración podría dar frutos jugosos.

Una investigación que se interesó por el tema fue realizada por el autor de este texto durante su tesis de pregrado en la Universidad Externado de Colombia*. El trabajo se llevó a cabo en dos grandes partes: primero, se centró en demostrar que, a nivel nacional general, existe una relación de simultaneidad entre el bono demográfico y la evolución de la intensidad del conflicto. Se muestra con cifras que el país entra de lleno en el periodo de bono demográfico en la década de 1990 y que ese también es el momento en el que el conflicto se intensifica más fuertemente, ya que los grupos armados ilegales crecen como nunca antes y el número de asesinatos selectivos, desapariciones forzadas y acciones bélicas se dispara.

Luego, para determinar si esa relación también surgía a niveles geográficos más reducidos, se seleccionaron 28 municipios de cuatro regiones colombianas (siete municipios por región) que vivieron el conflicto de manera diferente entre 1973 y 2005. Se recogieron datos que daban cuenta de las estructuras de sus poblaciones, sus condiciones socioeconómicas y sus niveles de conflicto, para observar si había diferencias significativas entre ellos.

Los datos se examinaron a través de tres niveles de análisis, uno de ellos acudiendo a un modelo estadístico de análisis de componentes principales (ACP). Así se pudieron comprobar y rechazar ciertas hipótesis. Por ejemplo, se encontró que en los municipios más violentos se cumplían los postulados de la teoría demográfica del conflicto: las poblaciones jóvenes y en edad de trabajar eran muy numerosas y las condiciones socioeconómicas deficientes. Sin embargo, no se encontró una relación automática entre población joven y altos niveles de conflicto, pues todos los municipios estudiados –tanto los violentos como los pacíficos– tenían poblaciones jóvenes numerosas. En el artículo se proponen algunas explicaciones para estos hallazgos.

Es deber de todos como sociedad construirles a las poblaciones jóvenes mejores caminos de vida que las desvíen de las oscuras selvas de la guerra. Fuente: Jeimi Villamizar - UnimediosEs deber de todos como sociedad construirles a las poblaciones jóvenes mejores caminos de vida que las desvíen de las oscuras selvas de la guerra. Fuente: Jeimi Villamizar – Unimedios

La demografía: un oráculo académico

Pero más que referirse a esa investigación puntual –que está claro que por sus características no puede ser representativa de toda Colombia–, lo que se quiere dejar aquí planteado es que entender la demografía como uno de los factores dinamizadores del conflicto abre todo un horizonte investigativo, pues es una variable sobre la que hay mucha certeza. En efecto, así no sea visible a primera vista, el cambio poblacional siempre está ahí, moviéndose en el telón de fondo de las vidas humanas. El cambio depende del tiempo, y este, inclemente, nunca deja de correr.

El tiempo, como dijo Borges, es la sustancia de la que estamos hechos. De ahí que valga la pena explorar la relación de la demografía con la guerra, una de las más crueles expresiones de la naturaleza humana, pero también menos certeras que el cambio poblacional, pues los conflictos son evitables y un ser humano puede vivir toda su vida alejado de ellos, pero no puede vivir sin envejecer. En realidad, vivir y envejecer son la misma cosa. La demografía constituye así una ventana privilegiada hacia el futuro, una especie de oráculo académico.

Todo esto adquiere una importancia especial en el contexto actual de posconflicto, turbulento e incierto, de la historia colombiana. Si agregarle el factor demográfico al estudio del conflicto permitiera entenderlo mejor, y permitiera incluso prever y evitar futuras situaciones de violencia, ¿por qué no hacerlo ahora mismo? Este texto es también una invitación a que se realicen nuevas investigaciones que consideren la relación entre los jóvenes y el conflicto.

Es urgente comprender la oportunidad irrepetible que significaría para Colombia aprovechar los años de bono demográfico que aún tiene por delante. Pero para eso es forzoso llevar a cabo ciertas reformas ambiciosas: es fundamental que el Estado dé un paso al frente y, por medio de políticas públicas específicas dirigidas a las juventudes, amplíe su acceso a una educación de calidad y a la posibilidad de conseguir un empleo digno. Es deber de todos como sociedad construirles a las poblaciones jóvenes mejores caminos de vida que las desvíen de las oscuras selvas de la guerra y las encaminen hacia el luminoso horizonte de la paz.

* Los puntos más importantes de esa investigación se publicaron en la última edición (n. 107, julio-diciembre 2023) de la revista Análisis Político, en un artículo titulado “La vieja guerra de los jóvenes. ¿Es el bono demográfico una causa del conflicto en Colombia?”. Es por esto que algunas frases de este escrito fueron tomadas textualmente de ese artículo.

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