Un jubilado bilbaíno, afincado en Liendo (Cantabria), adapta desde hace más de una década microjardines en macetas deterioradas para obtener minimalistas ecosistemas naturales, en los que se pueden observar la mutabilidad de las cuatro estaciones desde el propio hogar. EFE/Miguel Ramos

Miguel Ramos
Liendo (Cantabria), 16 mar (EFE).- Iñaki Moreno un jubilado bilbaíno, afincado en Liendo (Cantabria), adapta desde hace más de una década microjardines en macetas deterioradas para obtener minimalistas ecosistemas naturales, en los que se puede observar la mutabilidad de las cuatro estaciones desde el propio hogar.

Como eje armónico de estas composiciones creativas, resueltas a base de texturas, colores, olores y elementos decorativos, se encuentra el bonsái en versión original o hecho con arbustos de diferentes especies procedentes de viveros, que trata con delicadeza y adecenta cumpliendo con los tradicionales cánones de equilibrio, volumen y armonía.

Una afición que, relata a EFE su creador, Iñaki Moreno, se retrotrae a más de 30 años cuando aún no existía Internet y de forma autodidacta examinaba publicaciones de revistas, protagonizadas por maestros orientales y europeos, para empaparse de ese arte milenario.

La producción de paisajes le sobrevino por la limitación en su anterior vivienda a la hora colocar plantas en el alféizar de las ventanas, por lo que se lo ocurrió apilarlas en un mismo recipiente y jugar con ellas para simular un variopinto bosque.

«Siempre me he inspirado en el monte, y lo que veo allí cuando doy paseos me sirve de modelo para luego reproducirlo», explica.

Más adelante se percató que con las macetas podía añadir más cantidad de tierra y sustratos de cara a aumentar la supervivencia de los delicados esquejes, y comenzó a introducirlas en originales composiciones que pronto despertó el interés entre sus allegados.

«A mucha gente que compra o le regalan un bonsái, al final, se le acaba muriendo y pierde ilusión por este arte, porque requiere dedicación», admite Iñaki.
Bonsái shohin

Él trabaja con el tipo shohin, que es el nombre que recibe el bonsái de menos de 25 centímetros, y lo esculpe con mimo y paciencia como si de una obra del Renacimiento se tratase, observando la conicidad del tronco, la distribución de las ramas o la flexibilidad para modelar.

Una vez obtenida su «pieza angular», la traslada a una maceta deteriorada a modo de lienzo con el objetivo de componer una naturaleza artística aderezada con plantas autóctonas y flores silvestres, junto a piezas ornamentales de madera, piedras o ladrillos de arcilla.

En opinión de Iñaki, sus obras son «microjardines cambiantes» que sirven para dotar de vida las casas, pero también precisan de cuidados, es decir, «hay que cortar la hierba e interactuar y no limitarse solamente al riego y al abono».

Hasta el momento, habrá elaborado unas 30 propuestas de macetas decorativas. Una pincelada de ellas las dará a conocer próximamente al público en una exposición propia en Liendo.
Intervención en espacios públicos

Precisamente, Iñaki ha protagonizado en ese municipio cántabro su primera intervención artística al aire libre. En concreto, ha aprovechado el tocón de un roble muerto para crear un minimalista jardín japonés que ha despertado la curiosidad y la aceptación por parte de los vecinos.

No descarta que sea la única obra que plasme en el exterior y, mientras tanto, seguirá elaborando sus originales y exclusivas «macetas rotas» a la vez que sigue formándose con otros maestros de este arte, ya a través de las nuevas tecnologías. EFEverde
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