Ana Tuñas Matilla
Los seres humanos hemos desconectado de la naturaleza y no sentirnos parte de ella nos está llevando a degradarla hasta el punto de ponerla (y ponernos) en peligro, según el biólogo marino y líder de la iniciativa que busca proteger por ley el 30 % del Mediterráneo antes de 2030 para salvarlo del colapso, Manu San Félix.
«Recuperar el Mediterráneo es salvar nuestra esencia. En España, incluso si vives en Madrid, estamos absolutamente vinculados al agua y al mar», ha explicado el también buzo explorador de National Geographic para pedir adhesiones a la denominada Declaración por el Mediterráneo, que ya ha recabado 35.000 firmas.
El objetivo de esta acción, promovida por la asociación balear Vellmarí -dedicada a la protección y conservación del medio marino y encabezada por San Félix-, reunir 500.000 firmas para, vía iniciativa legislativa popular, lograr que el Mediterráneo sea protegido por ley.
Originario del País Vasco, atrapado por su clima y mar, se afincó en Formentera, donde en 1992 creó su escuela de buceo, Vellmarí, desde la que trabaja para concienciar de la necesidad de proteger el medio marino.
«El Mediterráneo ya estaba mal pero pensaba que iba a ver cómo se recuperaba. Han pasado 32 años y no sólo no se ha recuperado, sino que está mucho peor», ha lamentado el biólogo, que ha apuntado que en las últimas décadas «nos hemos cargado al 90 % de los grandes peces y un tercio de las praderas de posidonia oceánica».
Entre las causas de la degradación, la masificación del turismo (con especial impacto del turismo de barco), la contaminación de las aguas que se vierten en él, el exceso de pesca y el cambio climático.
Proteger y regenerar la posidonia
Para ayudar a revertir la situación, su proyecto más ambicioso se centra en la conservación y regeneración de las praderas de posidonia oceánica, planta endémica del Mediterráneo incluida desde 2011 en el Listado de Especies Silvestre en Régimen de Protección Especial y cuyo mayor representante se encuentra entre las islas de Ibiza y Formentera.
Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la posidonia que hay entre ambas islas está considerada como el ser vivo más grande y longevo de la Tierra, con unos 100.000 años de vida, gracias a que se ha clonado a sí misma.
Además de albergar uno de los ecosistemas más ricos del Mediterráneo (alimentan y cobijan a 400 especies de plantas y unas 1.000 especies de animales marinos), las praderas de posidonia son también grandes filtradoras de contaminantes y las perfectas aliadas en la lucha contra el cambio climático.
Se calcula que estas praderas son capaces de captar y retener hasta 40 veces más de CO2 que un bosque mediterráneo y hasta 16 veces más que un bosque amazónico.
Plantar al menos 10.000 este año
Tras años de pruebas, San Félix ha demostrado que se pueden germinar las semillas de posidonia y plantarlas en el fondo del mar, con una tasa de éxito de más del 90 %.
Su objetivo, «reforestar» las praderas con un mínimo de 10.000 «plantones» de posidonias este año tras haber recogido más de 22.000 frutos durante 2023, ha explicado el biólogo, que ha advertido de que aunque siempre está bien ayudar a la naturaleza a regenerase, lo más importante es proteger lo que aún tenemos.
«Podemos ayudarla, pero estamos lejísimos de igualar la capacidad de la naturaleza, por eso lo primero debe ser proteger» lo que aún tenemos, ha aseverado el biólogo, tras subrayar que mientras destruir es muy fácil, restaurar es muy difícil.
Como ejemplo, un sólo barco puede arrasar, en sólo 24 horas fondeando, 8 metros cuadrados de pradera de posidonia (y todo lo que haya bajo él) por el ancla y al agua que remueve. En volver a cubrir esos 8 metros, una planta de posidonia tardaría 150 años.
Se estima que sólo entre 2008 y 2012, el fondeo de barcos acabó con el 45 % de la posidonia junto a la isla de Espalmador (Formentera).
Para evitarlo, han desarrollado una aplicación móvil que permite a los navegantes saber si en la zona en la que van a fondear hay posidonia.
Escalar y abaratar el proceso
Según cifras aportadas por San Félix, el coste de recoger, germinar y plantar una sola planta de posidonia es de unos 22 euros.
Con la idea de escalar el proyecto y llevarlo a costes «marginales», se ha sumado la compañía LG, cuyo consejero delegado en España, Jaime de Jaráiz, defiende que las grandes empresas deben ayudar a la recuperación de ecosistemas «a cambio de nada» y que son una potente herramienta para hacerlo porque movilizan a mucha gente (y fondos).
Como socio del proyecto, LG buscará la implicación de ayuntamientos, bañistas y buzos a través del movimiento Smart Green Seas.
El primer paso, promover que se permita la recogida de las semillas de posidonia, muchas de las cuales llegan a las playas y, dado que está prohibida su recogida, acaban en la basura tras ser engullidas por las máquinas limpiadoras.
El segundo, poner carteles explicativos en las playas para que los bañistas recojan frutos y semillas y los lleven al centro de buceo más cercano, desde donde se encargarán de germinar y plantar siguiendo los pasos del manual que está elaborando San Félix.
¿Por qué ayudar a la naturaleza?
Las semillas de posidonia están en los frutos que se desprenden de las plantas y que, tras días flotando en el agua, se pudren y caen al fondo marino.
Para que puedan prosperar, deben caer a entre 3/4 y 30/40 metros de profundidad (a más profundidad no podrían hacer la fotosíntesis). Sin embargo, muchas van a las playas o mar adentro, arrastradas por mareas y corrientes.
Según un informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIS), publicado en 2012, el calentamiento del mar Mediterráneo acabará con el 90 % de las poblaciones de posidonia oceánica antes de 2050.
La situación apremia. El calentamiento global está acelerando y para impedir que la situación empeore, hay que reducir las emisiones, pero también, hay que almacenar lo ya emitido, entones, ¿por qué no poder ayudar a la naturaleza permitiendo recoger las semillas y ayudando a que caigan donde tienen que caer? EFEverde