Justamente por la expansión de la minería que se ha hecho durante años, los metales se encuentran cada vez más en capas profundas de la Tierra. Lo anterior, sobre todo para el oro, hace que los minerales deban extraerse con técnicas cada vez más dañinas, como la con inyección de agua y químicos como el cianuro (algo parecido al fracking) y que se hace a cielo abierto; hoy el 90% del oro extraído se logra de esta manera.

El pasado 22 de julio se celebro en el mundo  el Día Internacional de Acción Contra la Minería a Cielo Abierto y organizaciones Mexicanas, como el Frente Amplio Opositor, FAO, en San Luis Potosí; La Vida o La Mina, en Veracruz; o la Red Mexicana de Afectados por la Minería comparten algunas consecuencias del conocido como tajo abierto.

Por cada gramo de oro producido, queda una tonelada de tierra con cianuro, arsénico, ácido sulfúrico, plomo y otros metales pesados, que por siglos contaminará el aire y los mantos de agua.

Donde antes había ecosistemas complejos quedan cráteres enormes donde la flora y fauna no se regeneran.
La economía local, lejos de mejorar, es afectada. Se pierden tierras para cultivo y la presencia de minas ahuyenta al turismo.

Se consumen enormes cantidades de agua: la Minera San Xavier, en San Luis Potosí, zona desértica, utiliza 32 millones de litros al día. Aunque a veces se recicla una parte, no hay ninguna garantía de que esa agua sea segura.

Para el abogado y teórico indígena Francisco López Bárcenas, “se despoja a todos los mexicanos; las mineras se llevan el material y nos dejan un ambiente destruido, tierras contaminadas y población con enfermedades. La inmensa mayoría de los afectados son pueblos indígenas, y las beneficiadas son las transnacionales”.

Hace unos años los Wixárikas defendiendo su wirikuta marcaron un inicio en la lucha contra las mineras del mundo pues la explotación de sus tierras sagradas sigue varada; sin embargo en muchas partes del planeta la oposición a este tipo de proyectos apenas se está haciendo más fuerte.

Ecoosfera.com