Joel Puyanawa se encuentra en un terreno despejado cerca del río Moa, que atraviesa la selva amazónica en el oeste de Brasil. Rodeado de un espeso dosel de árboles, el paisaje recuerda al de una típica escena amazónica que estuvo a punto de desaparecer.
Joel Puyanawa es el jefe del Pueblo Indígena Puyanawa, cuyo territorio tradicional ha sido objeto de tala y deforestación durante generaciones, incluso por parte de los brutales magnates del caucho de la época colonial.
Sin embargo, durante los últimos años, los puyanawa han recuperado el control de sus tierras, poniendo fin en gran medida a la tala incontrolada que asola gran parte de la Amazonía. Ahora se dedican a la agricultura y utilizan prácticas tradicionales, como la plantación de árboles de madera dura, para aliviar la presión sobre la tierra.
“Hay trabajo adicional, sí”, afirmó Joel Puyanawa. “Pero es exactamente para preservar lo más sagrado. Si talamos un bosque, nunca se recuperará”.
Alrededor del 93% del territorio del Pueblo Indígena Puyanawa está cubierto de bosques. Si bien el área perdió alrededor de 50 campos de fútbol de cobertura arbórea entre 2018 y 2022, esta cifra sigue siendo mucho menor en comparación con muchas otras regiones de la Amazonía.
Los observadores dicen que el éxito de los puyanawa es un posible remedio contra la extracción desenfrenada de recursos que está diezmando los bosques tropicales del mundo; este remedio podría servir de modelo para otras comunidades que buscan equilibrar la sostenibilidad con el desarrollo económico.
“El trabajo de los puyanawa demuestra lo que es posible cuando los Pueblos Indígenas pueden hacer respetar sus derechos sobre sus territorios tradicionales”, afirmó Gabriel Labbate, jefe de la Unidad de Mitigación del Cambio Climático del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). “Los puyanawa están demostrando que la sostenibilidad y el crecimiento económico pueden ir de la mano”.
Cada año, el mundo pierde suficiente cubierta forestal que equivaldría al tamaño de Portugal, y gran parte de esa deforestación se produce en 20 países tropicales, entre ellos Brasil. En el Amazonas, una región rica en vida silvestre y hogar del 9% de los mamíferos y el 14% de las aves en el mundo, la deforestación está poniendo en peligro la supervivencia de decenas de miles de especies de flora y fauna. Asimismo, está estimulando el cambio climático: cuando los árboles se descomponen o se queman, liberan dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero que calienta el planeta.
Durante generaciones, la tala de bosques vírgenes fue una práctica habitual para los puyanawa, uno de los 15 grupos étnicos que habitan el estado de Acre.
Tras el primer contacto con colonos no indígenas a principios del siglo XX, muchos puyanawa murieron en enfrentamientos por sus tierras o a causa de enfermedades. Los extranjeros querían aprovechar el auge de la demanda de caucho para fabricar neumáticos destinados a la creciente industria automovilística mundial.
En un cruel giro, los que sobrevivieron fueron a menudo obligados a trabajar en plantaciones en sus propias tierras, mientras que su cultura y sus bosques se desmoronaban bajo el duro trato de los llamados “coroneles del caucho”. No sólo se despojó a los puyanawa de su territorio, sino que también se les obligó a convertirse a la religión cristiana y a matricularse en escuelas estatales que rechazaban sus tradiciones ancestrales.
Cuando asumí el cargo de jefe, no sabía cantar ni hablar en mi lengua“”, declaró Joel Puyanawa, quien nos relata su situación con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo, que se celebra el 9 de agosto de cada año.
En 2001, cuando el Gobierno de Brasil empezó a reforzar los derechos de los Pueblos Indígenas sobre la tierra, los puyanawa empezaron a recuperar sus tradiciones, como su lengua, sus prácticas espirituales y sus técnicas de gestión forestal.
A medida que el estado de Acre intensificaba sus esfuerzos para detener la deforestación, las autoridades se dieron cuenta de que los Pueblos Indígenas, incluidos los puyanawa, son los mejores guardianes de los bosques, señaló el gobernador estatal, Gladson Cameli. El estado puso en marcha políticas para garantizar los derechos territoriales de los Pueblos Indígenas y detener la invasión de sus territorios. En la actualidad, el estado reconoce legalmente 34 territorios Indígenas y 204 aldeas.
“En el gobierno, por lo que más nos esforzamos […] es por proteger y respetar cada vez más los derechos de los Pueblos Indígenas”, declaró Cameli. “Hablar de conservación no tiene sentido si descuidamos a quienes viven en la selva”.
El PNUMA, en colaboración con el Instituto de Investigación Medioambiental de la Amazonía (IPAM, por sus siglas en portugués), está ayudando al estado de Acre a incentivar los esfuerzos para reducir la deforestación y la degradación de los bosques. Esto incluye la prestación de asistencia técnica diseñada para ayudar al estado a acceder a la financiación climática.
Una de las medidas clave de Acre fue lanzar en 2010 el Sistema Estatal de Incentivos por Servicios Ambientales, cuyo objetivo es compensar a las comunidades por proteger, restaurar y gestionar de forma sostenible los bosques. Eso convirtió al estado de Acre en la primera jurisdicción del mundo en aplicar un programa a gran escala dedicado a recompensar, mediante incentivos financieros, la acción en favor de los bosques.
Como parte de ese esfuerzo, el estado de Acre recibe financiación de organizaciones de desarrollo para mantener los árboles intactos, algo crucial para contrarrestar el cambio climático. (A escala mundial, el 11% de todos los gases de efecto invernadero proceden de la deforestación, más que todos los medios de transporte juntos.) Alrededor del 70% de la financiación relacionada con la acción climática se destina a comunidades, como los puyanawa, para promover el desarrollo sostenible. Asimismo, el estado brasileño de Acre proyecta vender créditos de carbono en los mercados internacionales, de los que se espera que una gran parte beneficie a las comunidades.
“Los Pueblos Indígenas desempeñan un papel muy importante en el equilibrio del clima y la conservación de los bosques gracias a su rol de guardianes [ambientales]”, declaró Francisca Arara, responsable de la Secretaría de Pueblos Indígenas del estado de Acre (Brasil). “Prestamos un servicio no solo a nuestros territorios, sino al mundo”. El trabajo para proteger el Amazonas, hogar de una de las mayores concentraciones de vida del planeta, contribuye no se limita a contrarrestar el cambio climático. Además está apoyando los objetivos del Plan de Biodiversidad, un acuerdo global para proteger y restaurar el mundo natural.
Se espera que los esfuerzos de los Pueblos Indígenas Puyanawa por proteger y restaurar los bosques reduzcan las emisiones de dióxido de carbono en 6.400 toneladas anuales, el equivalente a retirar casi 1.400 coches de la circulación. Los observadores también aseguran que puede ser un modelo para otras partes de la Amazonía en el continente. Casi 50 millones de personas viven en la región amazónica (incluidas 830.000 personas en el estado de Acre) y muchas dependen de los bosques para su sustento, entre ellas un millón de personas Indígenas. Sin embargo, entre 2018 y 2022, la Amazonía brasileña perdió más de 5 millones de hectáreas de bosque debido a la reducción de las protecciones forestales y a las políticas que favorecen la expansión agrícola.
Reportajes
Cómo los detener la deforestación puede ayudar a contrarrestar la crisis climática
Iniciativas como las del estado de Acre pueden ayudar a revertir esa tendencia, sostuvo Gabriel Labbate, del PNUMA. No obstante, el precio actual del carbono en los mercados internacionales no refleja el verdadero valor de los ecosistemas forestales ni cubre los costes asociados al mantenimiento y la protección de los bosques. Esto dificulta la consolidación de la conservación y restauración de los bosques. Gabriel Labbate considera necesario un precio del carbono de entre 30 y 50 dólares por tonelada de CO2 equivalente, muy por encima del precio actual de entre 5 y 10 dólares por tonelada.
“Los pagos por la reducción de emisiones de los bosques siguen siendo excesivamente bajos”, explicó. “Un modelo de precios más equitativo no solamente incentivaría la conservación, sino que también garantizaría que los recursos financieros sean suficientes para mantener estos ecosistemas vitales y a las comunidades que dependen de ellos.”
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