La yuca (Manihot esculenta) es un cultivo milenario que garantiza la seguridad alimentaria de muchas familias colombianas, y aunque su diversidad genética es poco conocida, fue registrada mediante un exhaustivo análisis adelantado por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), que además reveló la importancia agronómica, cultural y social de este alimento que sobrevive en la siembra tradicional ejercida por campesinos e indígenas del país, y que, junto con sus costumbres asociadas, está desapareciendo.
Yineth Arango | Periodista Unimedios Sede Orinoquia
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la yuca es un alimento de sustento para casi 1 billón de personas en el mundo, lo que resalta su vital papel en la seguridad alimentaria global, en particular para las regiones tropicales donde se da esta raíz.
En Colombia la planta de origen amazónico se ha cultivado durante siglos y su importancia va más allá de ser un simple alimento, ya que su aprovechamiento es integral, pues sus raíces y hojas son fuentes de carbohidratos y proteínas, y sus componentes químicos y físicos también se emplean en la producción agroindustrial.
En Colombia es habitual encontrar de 3 a 4 variedades de yuca en los supermercados; se caracterizan por ser las más grandes. Fotos: Rubén Mora, investigador Manihot Biotec UNAL. Fotos: Rubén Mora, investigador Manihot Biotec UNAL.
Cabe resaltar además que en el país se producen diferentes tipos de yuca; entre las más comerciales están la venezolana, paquita y armenia, que generalmente son cultivadas por pequeños productores campesinos en monocultivos. Sin embargo, hay más variedades que tienen diferentes mercados.
La producción se divide en dos segmentos: la yuca dulce, dirigida principalmente al consumo humano, y la yuca amarga o brava, que se produce tanto de manera ancestral –por comunidades indígenas amazónicas– como en grandes cultivos para uso industrial como la extracción de almidones, harina, alcohol, goma, cianuro y demás elementos.
El biólogo Rubén Mora, investigador del grupo Manihot Biotec UNAL, realizó su tesis para el Doctorado en Ciencias – Biología de la UNAL sobre la diversidad genética de la yuca en Colombia –tanto dulce como amarga–, el cual incluyó entre sus resultados el registro más reciente y amplio de esta raíz en el país. El proyecto fue financiado por la UNAL y el Programa de Becas de Excelencia Doctoral delBicentenario, del Ministerio de Ciencias, Tecnología e Información.
El mandato del Centro de Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) –que forma parte del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (CGIAR)– es conservar bancos de germoplasmas de diferentes especies vegetales del planeta –como semillas, polen o cultivos de tejidos– y hoy alberga más de 6.000 accesiones (semillas) de yuca, proveniente de 32 países.
“Aunque entendemos que existe cierta variedad, hoy se desconoce el estado de la diversidad genética del cultivo de yuca en Colombia, por lo que es crucial documentarla y generar políticas en pro de su conservación”, explica el investigador Mora.
La comunidad fue indispensable para tomar las muestras: campesinos, indígenas y estudiantes aportaron casi 400 variedades al grupo investigador. Fotos: Rubén Mora, investigador Manihot Biotec UNAL.
Variedad desde los Montes de María hasta la selva colombiana
El equipo obtuvo muestras cultivadas en Santander, Antioquia, Arauca, Nariño, Boyacá y Cundinamarca; además visitó comunidades en la Costa Caribe: los Montes de María, Córdoba y Sucre, y en la región Amazónica en los departamentos de Guaviare, Caquetá y Amazonas, con comunidades indígenas andoque, muinane, tukano, cubeo, bora, tikuna, yukuna y uitoto. En todos los sitios encontraron no solo variedades únicas de yuca, sino además profundo conocimiento y tradición ligados a este cultivo.
“Con el equipo de trabajo recorrimos diversas regiones del país recolectando hasta 380 cultivares de yuca, de las cuales se secuenció el ADN de 182 variedades, identificando marcadores moleculares que permitieron los análisis de diversidad genética”, detalla el investigador Mora.
Además de la recolección y clasificación, el estudio incluyó un componente etnobotánico, lo cual permitió documentar cómo las comunidades utilizan y perciben la yuca y cómo esta se integra en sus prácticas culturales.
El acercamiento con la comunidad se logró a través de entrevistas y talleres alrededor del cultivo de la yuca. Fotos: Rubén Mora, investigador Manihot Biotec UNAL.
“En la Costa Caribe, por ejemplo, en el acercamiento con la comunidad, entrevistamos a amas de casa, campesinos y especialmente a los abuelos, quienes nos hablaban de 6 o 7 variedades distintas que usaban en su tiempo específicamente para el bollo de yuca, para el sancocho, el enyucado, etc., cada una con un sabor característico que les daba ese toque aún más ancestral a las preparaciones”, afirma el biólogo de la UNAL.
La relación entre la yuca, el vallenato y la mujer indígena
“Este arraigo cultural no solo lo evidenciamos en su gastronomía transmitida por generaciones, sino también en la música; encontramos canciones y décimas vallenatas que mencionan variedades de yuca, algunas de las cuales ya no existen debido a cambios en las prácticas agrícolas y económicas de la región, como por ejemplo tener que alquilar las tierras para cultivar, entonces siembran lo que le pide el comprador que es la yuca comercial que todos conocemos, que es más grande y llenadora, pero de sabor un poco más simple”, dice el investigador.
Según la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, las décimas son cantos tradicionales de la Costa Atlántica colombiana, que son improvisados y riman en consonancia; además comunican sentimientos, críticas, advertencias, o simples mensajes, interpretados popularmente con la sola voz y sin acompañamiento musical; pero se puede escuchar algún acordeón de fondo como una décima lanzada por el Tío Pello, cuentero y cantautor vallenato, que dice “Con mi sudor riego el campo pa’ cosechar los cultivos, porque te quiero, porque te quiero, porque te quiero, como la yuca quiere al suero…”.
También se hicieron muestras gastronómicas para que las personas sugirieran el tipo de yuca ideal en cada preparación, según sus saberes transmitidos por generaciones. Fotos: Rubén Mora, investigador Manihot Biotec UNAL.
Así el grupo evidenció la interconexión entre la diversidad biológica y cultural, hasta en su forma de cultivar: en el contexto colombiano, la yuca se cultiva en monocultivos comerciales y en chagras, que son sistemas de cultivo tradicionales de comunidades indígenas en la Amazonia.
Las chagras se caracterizan por tener deferentes cultivos en el mismo espacio destinado a la siembra, y después de la cosecha esta tierra no se vuelve a usar sino mucho tiempo después, y en el caso de la yuca “las mujeres son las únicas que pueden sembrar y cultivar la yuca, pues esta es mujer para ellos y le fue entregada a ellas por los dioses o por el Creador a cada comunidad indígena en la Amazonia, por ejemplo, es diferente la yuca que tienen los koreguaje o los ticunas”.
Prácticas culturales son indispensables para salvaguardar nuestras “semillas”
A pesar de toda esta riqueza cultural detrás, la diversidad de la yuca en Colombia está en riesgo. “Las prácticas agrícolas tradicionales, como las de la Amazonia, están desapareciendo debido a la occidentalización y la desvalorización del conocimiento indígena. Las mujeres chagreras, guardianas de esta diversidad, son de avanzada edad y enfrentan la dificultad de transmitir su conocimiento a las generaciones más jóvenes”, afirma el investigador.
La conservación de la diversidad genética de la yuca es vital para la seguridad alimentaria en Colombia, pues este tubérculo es un cultivo básico para la dieta de las poblaciones más vulnerables del país, y su capacidad para crecer en condiciones adversas como la selva la hace esencial para la resiliencia agrícola frente al cambio climático y para enfrentar la hambruna, por eso la pérdida de las prácticas culturales está en estrecha relación con la pérdida de la diversidad de variedades ancestrales, como la de la yuca.
Prácticas culturales campesinas e indígenas al rededor del tubérculo brindaron un panorama de más variedades que se han perdido con el tiempo. Fotos: Rubén Mora, investigador Manihot Biotec UNAL.
La investigación también ha abierto nuevas perspectivas para el mejoramiento genético de la yuca. Utilizando técnicas avanzadas como el mapeo por asociación, los investigadores han identificado regiones del genoma relacionadas con la resistencia a enfermedades. Esta información puede ser utilizada por otros estudios para desarrollar variedades mejoradas de yuca, beneficiando a los agricultores y contribuyendo a la seguridad alimentaria del país.
“Es esencial revalorar el conocimiento indígena y desarrollar estrategias de conservación que involucren a las comunidades locales”, afirma el investigador Mora. Este estudio es un primer paso crucial en esa dirección, ya que demuestra que la yuca es mucho más que un cultivo: es un patrimonio viviente de Colombia.
periodico.unal.edu.co