Por: María Alejandra Moreno Tinjacá

Ver las ballenas junto a sus crías, conocer las guarderías de arrecifes de coral, los ecosistemas que son hábitats del jaguar, sumergirse en atractivos como barcos hundidos con diversidad de peces y recorrer las aguas del Pacífico mientras aves migratorias avanzan en su ruta, o como las comunidades indígenas desarrollan su vida, mientras los turistas se adentran por caminos y se maravillan con la perfección de la naturaleza, son algunas de las experiencias que tendrán quienes visiten el Parque Nacional Natural Utría, un área protegida con vocación eco turística que cuenta con paisajes majestuosos.

Ensenada de Utría, en este lugar las ballenas se aparean y dan sus crías. Fuente: Cristhian Pimiento PNN de Colombia.

La llegada al Parque Nacional Natural Utría, en el departamento del Chocó, estuvo marcada por el caos, la angustia y la celeridad, la causa: una ballena yubarta estaba atrapada en una red de trasmallo cerca del área protegida. Este incidente, lo reportaron los operadores turísticos locales a las autoridades ambientales, entre ellas a funcionarios del Parque para emprender la búsqueda y hacer la respectiva liberación. Fueron horas de intenso trabajo y con la incertidumbre de encontrar este cetáceo, que, según los pescadores, resulta una tarea titánica en la inmensidad del océano.

Por fortuna, llegaron las buenas nuevas, se logró la liberación del animal y quedó la satisfacción del deber cumplido. El relato de este acto heroico, no solo fue noticia en los medios de comunicación nacionales e internacionales, sino que ahora forma parte de la charla de inducción que se da a los turistas cuando llegan a la Ensenada de Utría en el Centro de Visitantes.

“Estamos muy felices con ese acto de liberación que se dio con la comunidad y Absalón, un buzo reconocido en la región, quien la liberó, pero nosotros hacemos un llamado para que todos cuidemos la naturaleza y eso empieza con una acción tan sencilla como recoger la basura. El mensaje es claro: si amas la tierra, recoge tu basura”

enfatizó Ronaldo Palomeque, ingeniero de sistemas y técnico de prevención, vigilancia y control en el Parque Nacional Natural Utría.   

Estas emotivas palabras formaron parte de la charla de inducción y educación ambiental que se da a los visitantes para recorrer el área protegida y sensibilizarlos frente al tema de la conservación. Así fue la antesala que le dio paso a propios y extranjeros para conocer de primera mano los ecosistemas que se protegen en el Parque, además de los servicios ecosistémicos que se prestan tanto para el ser humano como para otras especies. Así mismo, en el Sendero Estero Grande, uno de los atractivos ecoturísticos presentes, todas las personas formaron un círculo, se frotaron las manos, entregaron las cargas y se dispusieron a contemplar y disfrutar del paisaje.

De entrada, en la selva húmeda tropical, con el verde intenso de las hojas, los árboles frondosos, el aire fresco y con los sentidos al máximo, se escuchó el revolotear de un pájaro, en este sendero es habitual ver el martín pescador, en el parque hay dos especies de las tres que existen, de hecho, en el Global Big Day de este año (2024), se observaron más de 20 ejemplares de esta especie. Los turistas provenientes de Chile, Perú, Argentina, Francia y el Reino Unido, además de distintos lugares de Colombia, no escondieron su emoción y expectativa de ver las diferentes especies, pero como dicen los lugareños, es la naturaleza y se deja ver cuando ella quiere.

Con esa premisa, en el recorrido que puede durar aproximadamente 45 minutos, se observaron monos tití, tucanes del Pacífico (cuyo canto suena como un Dios te dé) y peces de colores. En esta salida, iba un grupo de ornitólogos que estaba de visita en el parque, pero no se contó con mucha suerte, la lluvia no cesó y las especies se resguardaron. El grupo, con la fe intacta hasta el final del día, hizo su tarea, pero la realidad de una de las zonas más lluviosas del mundo, el Chocó, se impuso.

Mientras se detuvo la lluvia, en el recorrido los guardaparques hablaron de los manglares y las 79 ha que conforman la Ensenada de Utría, la cual cuenta con mangle rojo, blanco, negro y piñuelo, algunos se destacan por sus raíces aéreas, sus frutos que tienen una habilidad de flotabilidad y pueden germinar con facilidad, estos manglares son la casa de crustáceos, pianguas, rayas y la sala cuna de peces.  Igualmente, en el camino se vieron los peces loro.

En el Estero Grande se pueden observar aves, monos, cangrejos y diferente especies de manglares. Fuente: Cristhian Pimiento PNN de Colombia.

Los guías de turismo comentan que han visto una pareja de paujiles, colibríes pico rojo, un tigrillo del que se supo de su presencia porque deja el excremento en una parte del estero y también se supo de boas. En cada paso dado, los sentidos se hacen más sensibles y se pueden captar más fácilmente sonidos de aves y monos, hasta el mismo aire alza su voz.

En el tramo final del estero, se da paso a otro ecosistema: la entrada a la playa la Aguada y se termina al frente de la Chola que es el lugar donde está una de las guarderías de corales, que forma parte de un proyecto de restauración ya que estas colonias se han visto amenazadas por la “pesca con dinamita, con trasmallo, el tránsito de embarcaciones y captación para usos decorativos. En el parque hay 10 guarderías de coral con nueve especies, una labor que requiere de mucho esfuerzo”, explica Laura Chave, bióloga profesional en restauración coralina.

Salir de Estero Grande, ver la inmensidad del mar y un cielo entre nublado, eso ya lo vale todo… ahí se ven las boyas donde están las guarderías de coral, en ese sitio no se puede navegar, ya que con las embarcaciones destruyen los corales.

Para dar a conocer la importancia de estos proyectos se ha adelantado un trabajo de educación ambiental con los pescadores y los motoristas para que se sumen a la conservación que aporta al buen vivir y la salud del territorio. Precisamente, Gilmar Moreno, guía de turismo señala que:

“él vive también de esos frutos del ecoturismo para su sustento”.

A esta estrategia de conservación de los Parques Nacionales Naturales de Colombia, se suman los niños y jóvenes de diferentes corregimientos para acercarse a la naturaleza y su protección. Por su parte, integrantes de las comunidades indígenas y afro, quienes no pagan el costo de la entrada y pueden ir las veces que quieran, también son cruciales en el objetivo de proteger la naturaleza.

“Podemos venir con nuestros hijos para que ellos conozcan qué es lo que se protege en Utría, los manglares y los animales. Somos de la Comunidad Villa Nueva, en la que habitamos Embera y afros. Nosotros también trabajamos por la protección del territorio en la parte costera y terrestre,”

dice Ernesto del pueblo Embera. A su vez, el resultado de tal protección se materializa en el avistamiento nuevamente de especies como el puerco de monte, de los cuales ahora se aprovechan una parte para subsistencia y otros ejemplares no se cazan por cuestiones de conservación.

Con las comunidades que se encuentran traslapadas con el parque, se tiene un Régimen Especial de Manejo (REM) para trabajar juntos de la mano por la protección de los ecosistemas y a su vez contribuir en el buen vivir de todas las comunidades. Heyler García, ingeniero ambiental, técnico de monitoreo e investigación de Utría, explica que hay reglas acordadas que permiten la pesca artesanal y no con trasmallo, por ejemplo.

Estos acuerdos, permiten que se cuiden las especies y los territorios para que propios y extranjeros conozcan la riqueza natural del Parque Utría y puedan seguir disfrutando de los atractivos que ofrece.

Es muy frecuente ver a los turistas tomarse fotos con el esqueleto del cachalote que se encuentra en el área de recepción a turistas del Parque, un individuo joven encontrado muerto hace más de 30 años, también hay un mural que hace un llamado al cuidado de las tortugas, este es un grito desde el arte para no dejar basura en las áreas protegidas, esa es la primera indicación: cada uno se lleva su basura y no contamina el área.

Por su parte, en el muelle se puede hacer “careteo”, hay peces globo y loro. Pero uno de los espectáculos que cautivan el alma y que tuvimos el privilegio de presenciar fue la tarde de saltos de la ballena junto a su ballenato. Desde el muelle, a unos buenos metros, en el Charco de la Ballena, vimos a estos cetáceos dar volteretas y hacer saltos, más de diez fueron las acrobacias, que concluyeron con un atardecer de ensueño.

“Ver los animales libres en su hábitat natural nos anima para seguir sumándonos a la conservación y poder aportar desde nuestro conocimiento”.

Estas son algunas de las palabras de Gabriela Bravo, voluntaria guardaparques y estudiante de medicina veterinaria y zootecnia en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Gabriela estuvo en la liberación de Chocuanita, una tortuga Carey, especie en peligro crítico de extinción. Sus amenazas comprenden el saqueo de sus nidos para el consumo de sus huevos, la captura ilegal, la cacería dirigida para poder obtener su carne y comercializarla, además, está la pesca incidental o accidental, en la que caen enredadas en los anzuelos, en las mallas y ahí mueren ahogadas.

La contaminación por plásticos también está afectando mucho a estas tortugas, ellas confunden a veces el alimento con el plástico, lo consumen y esto les causa una obstrucción intestinal y terminan muriendo. De ahí, que adelantar investigaciones para tomar decisiones informadas sea crucial en su conservación en las áreas protegidas y sus alrededores.

Precisamente, con el objetivo de velar por el cuidado de esta especie y aportar a su conservación, Diego Amorocho, biólogo, investigador y ex guardaparques, con la ayuda de la tecnología, indaga acerca de los movimientos y los desplazamientos de esta especie para poder plantear estrategias y planes de manejo que garanticen a perpetuidad la vida de estos antiguos navegantes del océano.

Diego es un investigador que tiene una importante relación con el PNN Utría, él fue pionero para su declaratoria en 1987, el área tiene una extensión de 64.328,28 ha. Así lo rememora él:

“llegué aquí en un convenio de la Fundación Natura con el antiguo Inderena, en la división de Parques Nacionales y entonces empecé a hacer una caracterización del área. Entre ellas, pude ver qué era lo que había en el agua, en el arrecife coralino y en esa época vi una tortuga carey y casi que, 40 años después volví a implementar un proyecto ya más enfocado en esta tortuga. Entonces hay una relación, un vínculo sentimental, emocional e histórico con el Parque de Utría”.

Este vínculo lo sigue afianzando con esta investigación, en donde guardaparques y voluntarios trabajaron de la mano para capturar la tortuga, alimentarla y prepararla para la instalación de una antena que reporta la señal al satélite y así se tiene un registro de sus trayectos cada vez que salga a respirar. La información está siendo captada a través de un software del programa de Argos, que es el satélite oceanográfico y climatológico de Estados Unidos y de Francia.

El proceso de instalación tardó toda una mañana, entre la limpieza de la tortuga, la instalación y la verificación del funcionamiento de la antena hasta que se llevó al animal nuevamente al mar. En esta reintroducción, coincidieron turistas que no ocultaron su emoción y gritaron cuando Chocuanita, como fue bautizada la tortuga, se fue navegando. Desde ese momento se conoce parte de su trayecto y cómo se moviliza dentro y fuera del área protegida.

Esta tan solo es una de las experiencias para vivir en el Parque Nacional Natural Utría, en donde también se pueden recorrer playa Blanca, playa La Aguada, Sendero Cocalito, Sendero Valle Utria, Sendero Estero Grande, barco hundido y Fondeadero. Cada uno de estos lugares con paisajes coloridos, con verdes intensos, con tonos azules y verdes en el mar y con comunidades que acogen a quienes los visitan y deleitan con su gastronomía autóctona, que es fuente de ingresos para el sostenimiento de sus hogares y una actividad para promover la conservación del medio ambiente.

Así, con el corazón rebosante de alegría y la gratitud de poder contemplar, escuchar y sentir la naturaleza en todo su esplendor y fuerza, esta nos sorprendió con su magnificencia. —¡Ballena! — se escuchó un grito—. Darwin Asprilla, uno de los motoristas del parque, con un ojo entrenado para avistar estos cetáceos, señaló hacia una de las guarderías de coral. A escasos metros, emergía del agua una parte de la aleta de una ballena jorobada. Se distinguía el característico remolino en el aire que crean al respirar, pero no estaba sola: la acompañaban su cría y un escolta.

Sí, tres ballenas, dos de ellas inmensas, y la cría, juntas se desplazaban sin ningún afán por la Ensenada de Utría; contemplarlas, maravillarse, quedarse sin palabras e incluso llorar es lo que emana del corazón. Cinco minutos, tan emocionantes, fueron los que nos regalaron estos gigantes antes de sacar la cola, golpear el agua y seguir su camino, dejando este lugar que es un refugio en el que visitan para aparearse y tener sus crías.

Cristhian Pimiento PNN de Colombia.

Fueron cinco minutos que nos recuerdan la importancia de proteger los ecosistemas y hacer la paz con la naturaleza.

Recuadro Caminata por el sendero Valle Utría

Con los guardaparques de Utría se dio paso a un recorrido de prevención, vigilancia y control (PVC). Estos recorridos tienen como fin detectar las presiones del parque o ver irregularidades que pueden estar asociadas a la pesca ilegal, la tala o la casa. Ronaldo Palomeque, técnico en PVC, lideró el recorrido que inició en área marina desde el Muelle, pasando por el Charco de la Ballena, y en tierra en el Sendero Valle Utría que se destaca por la presencia del mangle rojo.

En este sendero de intensidad media, para el que se recomienda llevar botas pantaneras y capa impermeable, se puede hacer observación de aves y maravillarse con la belleza de los manglares y toda la vida que guardan. Este sendero conecta con el Valle, años atrás era el recorrido de los lugareños y hoy está habilitado para actividades ecoturísticas, se debe realizar con un guía.