En Colombia, al igual que otros países neotropicales, podríamos decir que tenemos regiones “privilegiadas” en las que no circulan las típicas enfermedades del trópico, como dengue, zika, malaria o leishmaniasis. Dichas regiones se restringen a ciudades o asentamientos ubicados en tierras altas, pero el aumento de la temperatura está reduciendo las áreas bajo esta excepción.

14 de noviembre de 2024

Nubia Estela Matta | Doctora en Biología Parasitaria y profesora de la UNAL

El planeta se acerca cada vez más al límite de 1,5 oC de aumento de temperatura respecto a la Revolución Industrial. Foto: archivo Unimedios. El planeta se acerca cada vez más al límite de 1,5 oC de aumento de temperatura respecto a la Revolución Industrial. Foto: archivo Unimedios.

En el reporte de Lancet Countdown 2024 encontramos cifras alarmantes acerca de los riesgos para la salud asociados con el cambio climático. La mortalidad relacionada con el calor alcanzó un récord en personas mayores de 65 años, con un aumento de 167 %, 102 puntos porcentuales más de lo que se esperaba sin el aumento de la temperatura. Este fenómeno, sumado al aumento de las precipitaciones, ha favorecido la transmisión de enfermedades en zonas donde antes no existían.

El informe refiere que durante la última década el 61,3% de las regiones del mundo han mostrado incrementos en el promedio de las precipitaciones diarias comparada con el periodo 1961-1999, y que cerca del 40% han sufrieron alguna sequía extrema durante 2023.

Sin ir muy lejos, hemos conocido eventos que van desde el desastre de Valencia (España) hasta las inundaciones en áreas desérticas en La Guajira (Colombia). Las inundaciones constituyen un riesgo para la salud pública pues favorecen la reproducción de insectos potencialmente transmisores de enfermedades como el virus del dengue o bacterias como Leptospira o Vibrio. Para este último género bacteriano se reportaron 692.000 casos en 2023 (lancetcountdown.org).

A mayor calor, mayor riesgo

Los insectos transmisores de patógenos no se distribuyen a ciertas alturas, prefieren tierras bajas y cálidas. Es el caso del zancudo Anopheles que transmite la malaria, garrapatas que transmiten las bacterias Rickettsia, y pitos o chinches que transmiten el mal de Chagas.

Sin embargo, en ciudades como Bogotá, aunque sí existen insectos que potencialmente pudieran transmitir microorganismos –como el mosquito Culexquinquefasciatus, portador de varias enfermedades como la encefalitis viral o la malaria aviar–, aquí la diferencia con otras zonas más bajas del mundo es que la transmisión no ocurre debido a otra variable que la controla: la temperatura.

Cuando los insectos (denominados vectores) toman sangre sufren de la infección, lo cual significa que para que el insecto pueda transmitir un parásito como la malaria debe desarrollar en su intestino formas parasitarias que posteriormente migran a sus glándulas salivales, y cuando el insecto toma nuevamente sangre de otro hospedero (que puede ser un humano u otro vertebrado) como parte de su alimentación, inocula el microorganismo que tiene en su interior.

Ese proceso de transformación de formas parasitarias en infectivas en el insecto requiere de tiempo y temperatura. A temperaturas bajas, como las de tierras altas (ejemplo: ciudades por encima de los 2.000msnm), este ciclo infeccioso en el insecto se hace más lento. Por ello el insecto puede morir antes de ser capaz de desarrollar una forma infecciosa en sus glándulas salivales. El resultado es que no ocurre transmisión así exista un insecto potencialmente vector.

Esta relación interdependiente de factores bióticos y abióticos en los ciclos de transmisión de agentes patógenos está ampliamente demostrada en todo el mundo. ¿Cuál es el riesgo que tenemos ante el evidente aumento de temperatura por el cambio climático? Si la temperatura aumenta, los ciclos de vida se aceleran, los tiempos de desarrollo en insectos vectores se vuelven más cortos y serían capaces de transmitir agentes patógenos en lugares donde antes no ocurría.

Así mismo, al aumentar la temperatura se pueden crear ambientes propicios que favorezcan la migración o movilización de especies, no solo de insectos potenciales vectores, sino también de hospederos vertebrados con sus propios microorganismos.

Aunque el mosquito Culex quinquefasciatus está presente en casi todo el mundo, no en todas las regiones puede transmitir enfermedades. Foto: CDC/ BSIP/ BSIP vía AFP.Aunque el mosquito Culex quinquefasciatus está presente en casi todo el mundo, no en todas las regiones puede transmitir enfermedades. Foto: CDC/ BSIP/ BSIP vía AFP.

¿Y por qué la llegada de un nuevo hospedero a un ecosistema representa un riesgo? Porque este nuevo hospedero trae consigo su propia microbiota, o universo de microorganismos, algunos de los cuales posiblemente no existían antes en ese ecosistema local, por lo que la fauna nativa no ha tenido contacto con ellos (es decir nuevos virus, hongos o parásitos), y por lo tanto no tienen inmunidad (capacidad de responder rápidamente a un agente patógeno). Como resultado, algunos individuos de ese ecosistema local enfermarán y pueden morir.

Un ejemplo fue la pasada pandemia, cuando a nuestras ciudades llegaron personas infectadas con el virus SARS-CoV-2, nosotros no poseíamos inmunidad, y en consecuencia, algunas personas se infectaron y murieron. Esto mismo puede ocurrir con drásticas consecuencias para la vida silvestre, poniendo en riesgo especies de anfibios, reptiles, aves y mamíferos.

Un caso enigmático que aún estamos viviendo es el de la malaria en aves en Hawái. En dicha isla del Pacífico no existía transmisión del parásito que causa esta enfermedad aviar, a pesar de que allí sí existe la presencia de aves migratorias infectadas con el parásito.

Por accidente ocurrió la introducción de Culex quinquefasciatus, muy probablemente en barcos pesqueros. El insecto se estableció en la isla, y así se completó el escenario para la transmisión, esto es: un hospedero infectado de malaria (un insecto vector) y un hospedero receptor. Con tan mala suerte que los hospederos receptores fueron primariamente aves residentes de la Isla, conocidas como mieleros (Honeycreepers), lo que produjo consecuencias devastadoras para la población de aves ʻApapane (en hawaiano) y akikiki.

Las pocas aves que sobrevivieron a la infección se movilizaron a tierras más altas o bosques montanos, con temperaturas más frías. Allí, a pesar de que también ha llegado el mosquito C. quinquefasciatus, no se ha logrado establecer la infección, debido a los largos tiempos que toma el desarrollo del parásito en el insecto por las bajas temperaturas.

Sin embargo, debido al cambio climático, las aves sobrevivientes están nuevamente en un grave riesgo, pues es probable que se pueda establecer el ciclo de transmisión en las alturas, llevando finalmente a la extinción de dichas especies de aves. Cientos de investigadores de todo el mundo tienen ahora sus ojos puestos en Hawái y en la malaria aviar, evaluando metodologías que disminuyan la población del vector.

Tomar cartas en el asunto

Las causas del desastre climático que estamos viviendo son múltiples, y una de ellas es la descontrolada deforestación. En Colombia son bien conocidos los eventos ocurridos en los departamentos del Guaviare, Meta, Caquetá, Putumayo y Amazonas. Según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible en 2022 se arrasaron en dichos departamentos más de 9.000 hectáreas de bosque. Sin embargo, gracias a los diálogos y la concientización con las comunidades, en 2023 se logró un balance positivo, con una menor tasa de deforestación en la Amazonia (Minambiente, https://n9.cl/ck0vs7).

Recientemente se celebró en Cali la COP16, la cumbre sobre la biodiversidad que tiene todo que ver con deforestación, cambio climático y salud. La revista Acta Biológica Colombiana (https://revistas.unal.edu.co/index.php/actabiol), en su número de septiembre-diciembre de 2024 publicó cinco recomendaciones (policy brief) para incluir en los planes y estrategias nacionales sobre biodiversidad.

Estas recomendaciones son propuestas por profesionales de la Comunidad de Práctica del grupo multidisciplinar Biodiversidad & Una Salud (https://biodiversidadunasalud.com/index), teniendo en cuenta que el concepto de “Una Salud” busca equilibrar la salud y el bienestar del ecosistema, las personas y los animales, viéndolo de manera interdependiente y estrechamente relacionado. Esto en consonancia por lo propuesto en Roma 2023 (https://n9.cl/nk7rw) por las organizaciones de la asociación cuatripartita: la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Del 11 al 22 de noviembre del presente año se llevará cabo en Bakú (Azerbaiyán) la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29), evento que espera reunir alrededor de 45.000 delegados de todos los países miembros de la ONU para discutir nuevas estrategias para frenar el acelerado cambio. También se espera que allí se aborden la salud y los sistemas efectivos de alerta, prevención, detección y mitigación de amenazas.

El compromiso debe trascender más allá de la voluntad política e incluir a entes decisores, agencias financiadoras e incluso hasta el ciudadano de a pie, quien consume desmedidamente, caza, contamina fuentes hídricas y deforesta incluso sin conocer las consecuencias de sus acciones. Esta es labor de todos y cada uno de nosotros en pro de nuestro futuro cercano y lejano.

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