Este departamento andino enfrenta una crisis de salud pública por el aumento de casos de enfermedad renal, que de manera atípica está afectando incluso a los jóvenes. Según investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), un posible desencadenante de esta situación es la presencia de metales tóxicos para los riñones en el agua de la cuenca alta del Magdalena, que carece de tratamiento y medición adecuada de calidad.
Tatiana Bahamón Méndez | Periodista Unimedios- Sede Bogotá
En el monitoreo de la calidad del agua se requieren de registros más amplios de metales pesados. Foto: María Fernanda Londoño, Unimedios.
Tolima es de los departamentos colombianos con tasas más altas de enfermedad renal. En 2023 el Sistema Integral de Información de la Protección Social (Sispro) registró allí 8.305 nuevos diagnósticos de los 361.125 reportados en todo el país, es decir un 2,3%.
“Aunque habría muchos factores relacionados con esta situación de salud pública, en la calidad del agua y su respectivo consumo estarían algunas explicaciones”, señala la profesora Rosibel Prieto Silva, de la Facultad de Enfermería, líder del grupo de investigación Salud Perioperatoria de la UNAL.
Ubicado en la región Andina, entre la cordillera Central y la Oriental, al Tolima lo atraviesan ríos como el Coello y el Saldaña, pero especialmente el Magdalena, que recorre el país de sur a norte pasando por la mayoría de departamentos y municipios, y es un importante afluente para el abastecimiento de agua.
El departamento del Tolima es atravesado por los ríos Magdalena, Coello y Saldaña, entre otros. Foto: archivo Unimedios.
La profesora Prieto y el magíster en Salud Pública de la UNAL Gustavo Andrés Castillo Flórez analizaron cientos de datos del índice de riesgo de la calidad del agua para consumo Humano (IRCA), entre 2015 y 2022, enfocándose en el Tolima, para luego contrastarlos con los diagnósticos de enfermedad renal.
¿Causalidad o coincidencia?
En esa búsqueda, lo primero que encontraron los investigadores fue que el registro de los metales no es muy amplio, a pesar de en Colombia se realizan monitoreos para determinar en el agua: tanto las cantidades elevadas de contaminación microbiológica (parásitos, bacterias y otros microorganismos) como las concentraciones de sustancias químicas.
“La información sobre la calidad del agua se recoge en el Decreto 1575 de 2007 y en la Resolución 2115 de 2007. Sin embargo, encontramos que aunque se evalúan parámetros como el color, la turbiedad y ciertos elementos microbiológicos, no se incluye información sobre la presencia de metales tóxicos para los riñones”, explica la profesora Prieto.
Entre los metales a los que alude están el cadmio, el plomo y el arsénico, los cuales ocasionan un efecto “nefrotóxico”, es decir que causan daños directos en los riñones, órganos vitales cuya función principal es filtrar la sangre del cuerpo varias veces al día, así como eliminar los desechos y el exceso de líquido.
La profesora advierte que estos metales, que llegan a las afluentes como resultado de la contaminación derivada de actividades como la minería, la agricultura (por el uso de pesticidas y fertilizantes), o la industria metalúrgica, no siempre son eliminados adecuadamente por los sistemas de acueducto, especialmente en municipios pequeños que carecen de plantas de tratamiento eficientes. Como resultado, al consumir agua contaminada, los metales se pueden acumular en los túbulos renales, estructuras esenciales para filtrar las sustancias ingeridas por el cuerpo, causando daños progresivos y significativos en esa función renal.
La enfermedad renal suele ser silenciosa en sus etapas iniciales, lo que complica su detección temprana. La profesora indica que “por lo general transcurren alrededor de tres años desde su inicio hasta que aparecen signos de complicación, lo que dificulta que muchas personas la identifiquen. En algunos casos los pacientes buscan atención médica por síntomas como sangrado en la orina, pero cuando logran acceder a una cita con el especialista suele haber pasado un tiempo considerable”, explica la experta.
Aunque históricamente esta enfermedad renal se ha relacionado especialmente con condiciones médicas como la hipertensión y la diabetes, los investigadores identificaron patrones atípicos en el Tolima, lo que indica que existen factores sociales o ambientales que contribuyen al desarrollo de la patología.
Descubrieron además que aunque esta enfermedad suele presentarse en personas de edad avanzada, en esta región también afecta a jóvenes de entre 15 y 20 años. La progresión de la enfermedad en el departamento es alarmante, ya que muchos pacientes alcanzan la fase cinco, que requiere tratamientos como diálisis o un trasplante de riñón.
Cuando inician diálisis, algunos pacientes son incluidos en la lista de espera para recibir un trasplante, ya sea de un donante fallecido o de un familiar. Sin embargo, si el paciente queda con un solo riñón, y sigue expuesto a las mismas condiciones ambientales que contribuyeron al desarrollo de la enfermedad, podría enfrentar problemas renales en el futuro, agravando aún más la situación.
El impacto de los factores ambientales y climáticos
El estudio advierte sobre la posible relación entre la calidad del agua y la prevalencia de enfermedades renales en la región, debido a que los municipios ubicados cerca de las riberas de los ríos tuvieron una mayor relación con la presencia de la enfermedad, lo que sugiere que el agua suministrada por los acueductos no es apta para el consumo humano.
Según la profesora Prieto, el río Magdalena y sus afluentes juegan un papel determinante en la dinámica ambiental del Tolima, donde la calidad del agua se ha visto afectada por diversos factores.
“Los municipios que dependen del Magdalena no solo enfrentan problemas de abastecimiento, sino también el deterioro del agua almacenada en tanques durante cortes del servicio. Esto agrava la exposición a contaminantes en comunidades vulnerables”, precisa la docente.
Del periodo analizado, los resultados indican que los municipios con mayor número de casos de enfermedades renales fueron Ibagué, con 32.781 personas diagnosticadas, seguido por Espinal (3.993), Guamo (1.851), Mariquita (1.654), Honda (1.021), Melgar (1.003), Líbano (821), Chaparral (687) y Flandes (653). Estos datos, obtenidos del Sispro, se correlacionaron con la información del Sistema de Información de la Vigilancia de la Calidad del Agua para Consumo Humano (Sivicap), que monitorea la calidad del agua en la región.
“Ibagué, la capital del departamento, representa el 62,34% de los casos de enfermedad renal reportados en el periodo analizado, esto sin contar con el subregistro que pueda existir”, señala la investigadora.
Los resultados también señalan que en la cuenca alta del río Magdalena la falta de control sobre las actividades humanas ha generado un impacto significativo en la calidad del agua, debido a los vertimientos de residuos líquidos sin tratamiento, lo cual va en contravía de la normatividad vigente.
Aunque muchas familias de la región recurren a filtros domésticos para purificar el agua, los recursos limitados y la falta de educación sobre los riesgos asociados con la contaminación del líquido dificultan la eficacia que puedan tener estas medidas.
Con los resultados obtenidos, la profesora Prieto planea ampliar el estudio y colaborar con otros investigadores de diversas disciplinas, con el objetivo de abordar el problema de manera integral analizando los metales pesados y otros contaminantes presentes en las fuentes hídricas. “Esperamos contribuir a la política pública, y que los gobiernos locales se integren con la academia al trabajo que se requiere”, concluye.
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