Colaboración y preparación ante las pandemias
Como demostró la pandemia de coronavirus (COVID-19) de 2020, las principales enfermedades infecciosas y epidemias tienen repercusiones devastadoras en la vida de las personas, y causa estragos en el desarrollo social y económico a largo plazo. Las crisis sanitarias mundiales amenazan con saturar los sistemas de salud ya sobrecargados, interrumpir las cadenas mundiales de suministro y destruir los medios de subsistencia de las personas, en particular de las mujeres y los niños y las niñas, así como la economía de los países más pobres y vulnerables de una forma desproporcionada.
Necesitamos con urgencia disponer de sistemas de salud sólidos y resilientes, que lleguen a las personas que son vulnerables o que se encuentren en situaciones de vulnerabilidad.
Si no prestamos atención en el plano internacional, las futuras epidemias podrían ser más intensas y graves. Es fundamental concienciar al público, intercambiar información, conocimientos científicos y mejores prácticas, impartir educación de calidad e instituir programas de sensibilización sobre las epidemias en los planos local, nacional, regional y mundial, puesto que son medidas eficaces para prevenir y responder antes las epidemias.
Es importante reforzar la prevención de epidemias aplicando las lecciones aprendidas sobre gestión de epidemias y sobre cómo evitar la interrupción de los servicios básicos, así como elevar el nivel de preparación para dar una respuesta lo más rápida y adecuada posible a cualquier epidemia que pueda surgir. Asimismo, debemos optar por un enfoque integrado de «Una sola salud» que fomente la integración de la salud humana, la sanidad animal y la vegetal, así como del medio ambiente y otros sectores pertinentes.
Como pudimos comprobar con la pandemia de COVID-19, la cooperación internacional y el multilateralismo desempeñan un papel decisivo en la respuesta a las epidemias. Es preciso subrayar también la trascendencia de la cooperación y la solidaridad entre todas las personas, comunidades y Estados, y las organizaciones regionales e internacionales, en todas las fases de la gestión de epidemias, así como la importancia de considerar la perspectiva de género a este respecto.
El sistema de las Naciones Unidas, en particular la Organización Mundial de la Salud (OMS), desempeña un papel fundamental en la coordinación de las respuestas a las epidemias, de conformidad con su mandato, y en el respaldo de los esfuerzos nacionales, regionales e internacionales para prevenir, mitigar y hacer frente a los efectos de las enfermedades infecciosas y las epidemias, acorde con el objetivo de impulsar la Agenda 2030.
Debemos reconocer el papel y la responsabilidad primordiales de los gobiernos y la contribución indispensable de las partes interesadas a la hora de abordar los retos sanitarios mundiales, especialmente de las mujeres, que constituyen la mayoría de los trabajadores sanitarios del mundo.
Los Estados Miembros deben comprometerse a velar por una participación inclusiva, equitativa y no discriminatoria, prestando especial atención a las personas que son vulnerables o se encuentran en situación de vulnerabilidad, que corren más riesgos de contagio de epidemias.
La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias, 27 de diciembre, con el fin de concienciatr sobre la importancia de la prevención de las epidemias y la preparación y la colaboración para darles respuesta.
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