En noviembre pasado se cumplieron 4 años desde que el huracán Iota pasó por el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, un evento sin precedentes que no solo afectó gran parte de la infraestructura de las islas y sus diferentes ecosistemas, sino que además evidenció la falta de respuestas ante la gestión de riesgos y desastres en el país. La Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe lidera acciones tanto para fortalecer las capacidades en ciencia, tecnología e innovación como para mitigar el impacto de estos eventos.
Elliot Howard | Periodista Unimedios Sede Caribe
Un proyecto liderado por la UNAL busca generar conocimiento e innovación social para incrementar la capacidad de respuesta comunitaria, natural y económica del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Foto: archivo Unimedios.
En noviembre pasado se cumplieron 4 años desde que el huracán Iota pasó por el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, un evento sin precedentes que no solo afectó gran parte de la infraestructura de las islas y sus diferentes ecosistemas, sino que además evidenció la falta de respuestas ante la gestión de riesgos y desastres en el país. La Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Caribe lidera acciones tanto para fortalecer las capacidades en ciencia, tecnología e innovación como para mitigar el impacto de estos eventos.
Por su ubicación geográfica en el Caribe, las islas son altamente vulnerables a fenómenos naturales; están en la trayectoria de eventos ciclónicos como los huracanes que se forman en el Atlántico con dirección hacia Centroamérica. Su condición insular, sumada a las características propias de su topografía, hacen del Archipiélago colombiano una de las regiones más propensas a sufrir daños y pérdidas.
Aunque estos eventos son inevitables, los daños y el tiempo de recuperación pueden ser menores si se aplican estrategias de mitigación y reparación, con las que no contaron San Andrés, Providencia ni Santa Catalina en el huracán más fuerte que ha pasado sobre sus islas.
En ese contexto, la profesora Adriana Santos, directora de la UNAL Sede Caribe y coordinadora general del proyecto, explica que “el propósito es generar un conocimiento a partir de la ciencia, la tecnología y la innovación, que pueda ser apropiado por la comunidad para disminuir la vulnerabilidad, conocer mejor las amenazas y tomar decisiones más acertadas”.
Con 10 ejes temáticos, 10 instituciones nacionales e internacionales y más de 60 personas, de las cuales aproximadamente el 50% son mujeres, el proyecto avanza de manera satisfactoria, con un positivo balance de ejecución del 60% a dos años de su inicio y uno restante.
Un duro golpe
En Providencia más del 90 % de la infraestructura quedó afectada luego del huracán Iota. Foto: archivo Unimedios.
Las cuantiosas pérdidas –cercanas a los 200.000 millones de pesos– solo en sectores como el turismo, la agricultura y la pesca reflejan la magnitud del daño que causó el paso del fenómeno natural por la Isla: destrucción del 75% de los establecimientos turísticos, pérdida del 100% de los suelos agrícolas, más del 80% de las embarcaciones sin uso por daños graves, y más del 90% de la infraestructura total de la Isla arrasada, lo que significó más 500 familias sin techo durante hasta 8 meses después del desastre.
“Hemos trabajado con mucha pertinencia, vinculando el mejor capital humano de las islas, de la región; ha sido un trabajo con un alto grado de compromiso de las entidades, de los grupos científicos y técnicos, que reconoce la importancia de lo que estamos haciendo”, agrega la profesora.
Ante ese escenario, Providencia se ha mostrado positiva, reconociendo la belleza natural de la Isla y el valor resiliente de su comunidad: reconocen los avances en materia de gestión de riesgo, son conscientes de lo necesario que es prever y tomar medidas, realizar mejoras estructurales y promover el relevo generacional de las tradiciones; sin embargo señalan la imperiosa necesidad de la intervención institucional, la cual, según manifiestan, ha sido limitada.
Manglares, un ecosistema en peligro
Instalación de las boyas que forman parte de la red de monitoreo y soporte para medir variables físicas, químicas y biológicas en el Archipiélago. Foto: Coralina.
Un informe reciente sobre los cambios en la cobertura y el uso del suelo en Colombia –realizado por Biomaps, una herramienta virtual que analiza dichos aspectos en los últimos 40 años– reveló que el país ha perdido 6,5 millones de hectáreas de vegetación natural; en San Andrés, en el mismo periodo se han perdido 74,2% de los manglares.
Contrario a esta información, el exdirector de la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés (Coralina), entidad que también forma parte del proyecto, sostuvo en su momento (año 2023) que “los manglares en las islas se encuentran en proceso de restauración, incluso los afectados en Providencia, cuyas pérdidas se registraron en aproximadamente el 80%”.
Dadas estas condiciones, bajo el liderazgo del profesor Jairo Medina –director del Jardín Botánico de San Andrés– en otro de los componentes del proyecto la UNAL Sede Caribe se realizan cultivos de manglar en viveros experimentales, y de pastos marinos en el mar.
El docente Medina señala que “nos enfocamos en los procesos de restauración de manglar y pasto marino, desde que son semillas; por eso hemos desarrollado estrategias para la propagación de estas especies. En estos momentos estamos adelantando el monitoreo en el Parque Old Point en San Andrés, llevamos un año haciéndoles seguimiento a las plántulas para evidenciar su crecimiento y cómo se adaptan a estos ambientes que han sido afectados por eventos naturales”.
El Parque Regional Old Point, ubicado en las bahías Hooker y Haynes, al costado oriental de San Andrés, cuenta con un área de 247,56 hectáreas, ocupando la mayor área de manglares. Foto: Jardín Botánico de San Andrés.
Hasta ahora se han cultivado experimentalmente 900 plantas, distribuidas equitativamente entre los tres tipos más comunes en la isla: manglar rojo, negro y blanco. El objetivo final es desarrollarlas para aplicarlas en la implementación de soluciones basadas en la naturaleza que disminuyan la vulnerabilidad de las poblaciones costeras ante amenazas del medio marino.
Recuperar las barreras naturales
Los arrecifes coralinos, según una evaluación preliminar hecha por Invemar en 2022 llamada Operación Cangrejo Negro, adelantada en un área de aproximadamente 200 m2, el 45 % de los sitios evaluados presentaron daños de categoría bajo o medio y el 27 % daños calificados de medio o moderado. El impacto se extendió a lo largo de la isla, según la evaluación, en áreas someras estructuradas por grandes colonias de Orbicella spp., principalmente relacionados con daños a nivel de colonia y daños menores a nivel de estructura del arrecife.
Aunque se identificó un blanqueamiento generalizado en los corales, este estaría asociado al aumento de la temperatura por calentamiento global, por lo que no sería consecuencia del huracán.
Otra de las acciones lideradas por la UNAL Sede Caribe es el fortalecimiento de barreras naturales frente al oleaje y los eventos climáticos extremos, mediante la rehabilitación de áreas deterioradas de la barrera coralina, que se basa en la restauración y rehabilitación de sitios prioritarios de los arrecifes de coral del Archipiélago.
Este proceso, que se está realizando en 4 fases, inició con la construcción e instalación de estructuras de soporte diseñadas bajo el concepto de infraestructura verde-gris y soluciones basadas en la naturaleza, para la siembra de fragmentos de coral.
“Estamos fortaleciendo el crecimiento de los corales, analizando la viabilidad de estas especies para repoblar los ecosistemas costeros. Actualmente estamos en la fase de monitoreo, y esperamos, a mediados de este año, obtener los resultados esperados de crecimiento de estos fragmentos de coral trasplantados durante un año”, explica la profesora Santos.
Por otra parte, ya se implementó de la red de monitoreo y soporte para medir las variables físicas, químicas y biológicas en las aguas adyacentes a las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Se trata de 5 boyas que no dañarán los corales y que están completamente aseguradas para resistir cualquier condición climática”.
En uno de los componentes del proyecto se comparan los efectos del blanqueamiento en los corales, a fin de determinar factores de resistencia entre los distintos especímenes. Foto: Adrián Huffington.
Con la información recolectada, las entidades ambientales podrán monitorear y analizar las condiciones presentes en las zonas de estudio: las aguas oceánicas adyacentes a las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
Un trabajo social
Para fortalecer las capacidades en ciencia, tecnología e innovación en la preparación, respuesta y recuperación ante eventos naturales, se diseñó e implementó una estrategia de comunicación plurilingüe (español, inglés y creole) y de transferencia de conocimiento en gestión del riesgo de desastres, con énfasis en los ciclones tropicales, que favorezca la adopción de medidas preventivas e incluya el saber tradicional y la experiencia adquirida.
La líder de este componente es la politóloga y especialista en gerencia social Valentina Ordóñez, quien desarrolló un compendio de fichas pedagógicas para las instituciones educativas de las islas.
“El objetivo es que los estudiantes puedan integrar el manejo de gestión del riesgo de desastres y cambio climático en su vida cotidiana, así como sus familias y toda la comunidad en general, teniendo así el conocimiento para aplicarlo y desarrollar un pensamiento socioafectivo y corresponsabilidad con el medioambiente”, explica la investigadora.
Esta actividad se desarrolló en colaboración con las docentes, haciendo énfasis en temáticas como el enfoque diferencial como comunidad étnica, para mujeres, hombres, personas en situación de discapacidad y población LGTBIQ+. “Lo importante de este aspecto es que reconocemos que en el territorio donde nos encontramos hay saberes ancestrales y brechas diferenciales entre la población”, comenta.
Así, la investigadora estableció cuatro temas cruciales: la necesidad de planes escolares de gestión de riesgo; la inclusión y equidad en la gestión de riesgo de desastres; la adaptación y contextualización de estrategias; y la perspectiva de salud mental. “Es saber que los desastres nos pueden afectar de diferentes formas, incluso nuestro desempeño en la sociedad”, agrega.
Para concluir, la profesora Santos destaca que “en materia social el proyecto ha contribuido a cerrar las brechas de género, pues casi la mitad de los vinculados son mujeres; además ha tenido en cuenta a estudiantes, tanto de maestrías como de doctorados, e incluso de pregrados”.
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