En Casanare, el futuro de la apicultura y la agricultura está más conectado que nunca. La integración de ambos sectores está mejorando la productividad y la calidad de los cultivos de café, limón, aguacate y mora, reduciendo el uso de agroquímicos, buscando la sostenibilidad y resiliencia en el territorio, una apuesta que contribuye a la mitigación del cambio climático y a la conservación de la biodiversidad.

Yineth Arango | Periodista Unimedios Sede Orinoquias

Se trata de una apuesta que busca la articulación de agricultura con apicultura como estrategia de mitigación del cambio climático. Foto: archivo UnimediosSe trata de una apuesta que busca la articulación de agricultura con apicultura como estrategia de mitigación del cambio climático. Foto: archivo Unimedios

Casanare, un departamento con vasta riqueza natural y agrícola, enfrenta el desafío de equilibrar la productividad de sus tierras con la conservación de su gran biodiversidad. Al contar con una gran riqueza botánica, les permite a las abejas acceder a una amplia variedad de recursos florales a lo largo del año, por lo que la agricultura y la miel son indispensables para el territorio, incluso esta última, es uno de los sectores priorizados en el Plan de Desarrollo regional.

Teniendo en cuenta que, según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, en Colombia la cadena productiva de las abejas y la apicultura ha tenido un crecimiento del 3,49 % entre 2020 y 2021, dicha región tiene un gran potencial para expandir su producción de miel, además de sus favorables condiciones climáticas gracias al piedemonte llanero; sin embargo, tanto las abejas como los cultivos, se ven en riesgo dadas las largas temporadas de sequía o lluvia.

En vez de dinamizar una competencia entre la miel o las frutas, la solución propuesta por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) es integrar estos dos mundos, donde puedan trabajar en conjunto para garantizar la sostenibilidad, enfrentar el cambio climático y todos se beneficien de esta gran unión en los municipios de Yopal, Chameza, La Salina y Sácama.

El profesor del área de Veterinaria de la UNAL, Gonzalo Téllez Iregui y líder del proyecto, resalta que “a pesar de su gran potencial geográfico y ecológico, Casanare afronta retos de desarrollo y organización comunitaria”. Este proyecto nace de una necesidad local y busca integrar la ciencia con la experiencia de agricultores y apicultores, creando modelos productivos sostenibles, por lo que la participación de los campesinos y el acompañamiento de la Gobernación del Casanare, Agrosavia y el SENA ha sido fundamental para su implementación; de esta manera se han articulado esfuerzos en una región que contaba con potencial apícola pero carecía de un enfoque integral.

Casanare tiene 3’497.136 hectáreas de frontera agrícola que corresponde al 78,9 % del área departamental, predominando el cultivo de arroz; también se da el cacao, la caña, el maíz y el plátano. Foto: archivo Unimedios.Casanare tiene 3’497.136 hectáreas de frontera agrícola que corresponde al 78,9 % del área departamental, predominando el cultivo de arroz; también se da el cacao, la caña, el maíz y el plátano. Foto: archivo Unimedios.

Calendarios florales para las abejas

El papel de las abejas va mucho más allá de ofrecernos la deliciosa y nutritiva miel, estas “máquinas” polinizadoras aseguran el desarrollo de frutos y semillas al facilitar la reproducción de las plantas. Pues la ausencia de las abejas puede reducir de manera considerable la calidad de los frutos, o en cultivos como el aguacate, puede significar la pérdida total de la producción.

“Hemos realizado experimentos en fincas donde aislamos flores para impedir el ingreso de abejas y las comparamos con flores polinizadas, para que los campesinos observen la importancia de las mismas; en aguacate por ejemplo, sin polinizadores, no se producen frutos; en mora observamos deformaciones del fruto”, comenta el zootecnista Oswaldo Andrés Sánchez, coordinador técnico de proyecto y futuro doctor en Producción Animal de la UNAL. En el caso del café, el proyecto contempla evaluar si la polinización con abejas mejora las características sensoriales.

El proyecto no solo ha identificado el potencial de la apicultura en Casanare, sino que también ha brindado herramientas prácticas para organizar a las comunidades, y abrir un poco más su cosmovisión, “había mucho por hacer, y lo importante era entender que las abejas no solo son productoras de miel, sino aliadas fundamentales para los cultivos. A partir de este enfoque integral, se está logrando un cambio en la percepción de los productores” agrega.

La abeja africanizada es un híbrido de Apis mellifera, las cuales se tienen en la mayor parte del país para producir, sin embargo en Colombia hay especies nativas de la tribu Meliponini (sin aguijón), más sencillas de manejar.  Foto: Michel Rauch/ Biosphoto/ Biosphoto vía AFP.La abeja africanizada es un híbrido de Apis mellifera, las cuales se tienen en la mayor parte del país para producir, sin embargo en Colombia hay especies nativas de la tribu Meliponini (sin aguijón), más sencillas de manejar. Foto: Michel Rauch/ Biosphoto/ Biosphoto vía AFP.

Uno de los aportes más importantes es la creación de calendarios florales, una herramienta que identifica las plantas que sirven de alimento a las abejas en esta región, en diferentes épocas del año. Con el apoyo del herbario de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), los estudios revelaron que las abejas en Casanare dependen principalmente de plantas nativas.

“En las mieles analizadas de la zona identificamos por cada municipio, entre 52 y 78 fuentes florales y más del 70 % son especies nativas. Esto nos alerta sobre la importancia de conservar estos ecosistemas con todo y sus llamadas malezas”, explica el zootecnista. Y es que plantas como la dormidera, considerada ‘maleza’ por los ganaderos, se halló como alimento fundamental para la supervivencia de las abejas del piedemonte llanero, entre otras.

El cambio climático afecta la nutrición de las abejas y el vigor de las colmenas

Dentro del proyecto también se está trabajando en estrategias para enfrentar las duras condiciones climáticas de la región, donde largas sequías o lluvias intensas afectan la floración y su disponibilidad de alimento para las abejas. Durante la sequía, las flores se marchitan; en la lluvia, el néctar se lava, lo que pone en riesgo la salud de las colmenas.

La escasez de lluvias y precipitaciones genera disminución de la floración y, por tanto, la incapacidad de las flores para producir polen y néctar para las abejas. Foto: Philippe Bousseaud/ Biosphoto/ Biosphoto vía AFP.La escasez de lluvias y precipitaciones genera disminución de la floración y, por tanto, la incapacidad de las flores para producir polen y néctar para las abejas. Foto: Philippe Bousseaud/ Biosphoto/ Biosphoto vía AFP.

Para mitigar estos impactos, el equipo viene explorando, técnicas de dietas enriquecidas con aminoácidos, como estrategia transmitida por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA). “Estamos trabajando en unos métodos incorporados en líquido, es decir se les da en unos jarabes con azúcar y se integran con la parte proteica, aún estamos evaluándolo, para ver si es una alternativa efectiva. Si bien no sustituyen el alimento natural, ya que eso sería imposible, pero sí pueden ayudar a las abejas a resistir periodos críticos y aseguran la supervivencia de las colmenas durante tiempos difíciles”, señala el investigador Sánchez.

Abejas aliadas de los cultivos

Otro aspecto novedoso del proyecto, es la promoción de la meliponicultura -el manejo de abejas sin aguijón- que son menos conocidas, pero igual de valiosas tanto para la producción de miel como para la polinización. Para el Casanare, se identificó más de 20 especies de abejas nativas con potencial productivo, entre ellas la Angelita, la Melipona, Scaptotrigona, entre otras.

“Estas abejas son fáciles de manejar, sin traje, sin humo, porque no representan riesgo de picaduras. Colombia tiene una riqueza única en abejas sin aguijón, el país tiene clasificadas dentro de esa tribu que se llama Melinopini, unas 134 especies aproximadamente, esto sin tener un registro arduo; por lo que es un gran recurso que debemos desarrollar y proteger”, asegura el futuro doctor en Producción animal de la UNAL.

A nivel comunitario, los talleres de apicultura básica y manejo de la miel han generado un cambio de percepción entre agricultores y apicultores. Gracias a estas capacitaciones, los productores están mostrando interés en integrar abejas a sus cultivos. “Lo primero que ocurre es que preguntan que pueden aplicar a sus cultivos, en el caso de los agricultores. Luego, empiezan a ver las abejas no solo como productoras de miel, sino como aliadas en la polinización para sus cultivos, ese es el primer paso hacia un cambio profundo, algunos incluso han empezado a explorar la apicultura y meliponicultura con las capacitaciones”, afirma.

El proyecto también entregó diagnósticos de miel a cada apicultor, permitiéndoles conocer las características y el valor diferenciador de su producto. Al identificar las fuentes florales y las propiedades de la miel, los productores pueden acceder a nichos de mercado especializados y resaltar el valor de sus productos locales, por ejemplos se han encontrado mieles con toques cítricos o con notas saladas, en el municipio de la Salina; lo que hace a cada producto único en toda su composición.

La meliponicultura es la crianza de las abejas Meliponas o abejas sin aguijón (tribu Meliponini)  y la extracción de la miel es diferente a la apicultura, las abejas acopian la miel en cápsulas de cera. Foto: archivo Unimedios.La meliponicultura es la crianza de las abejas Meliponas o abejas sin aguijón (tribu Meliponini) y la extracción de la miel es diferente a la apicultura, las abejas acopian la miel en cápsulas de cera. Foto: archivo Unimedios.

La apropiación social del conocimiento es el corazón de esta iniciativa. El proyecto no se limita a la investigación científica; sino que busca que las comunidades adopten prácticas sostenibles y colaborativas. “Trabajar con las abejas nos ha permitido fortalecer el tejido social. Cuando las comunidades se organizan, pueden enfrentar problemas de producción y comercialización con mayor eficacia”, destaca el profesor Téllez. Por eso, se están sentando las bases para un modelo de desarrollo rural sostenible, donde la ciencia y el conocimiento local se unen para construir un futuro resiliente.

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