El sonar de las ballenas, que las guía hacia la comida, ahora las conduce hacia una trampa mortal: bolsas de plástico
En las profundidades del océano, donde la luz no llega y todo es oscuridad, las ballenas cazan con el oído. Pero su sonar, que durante millones de años las ha guiado hacia la comida, ahora las conduce hacia una trampa mortal: las bolsas de plástico que llegan al océano.
Cada año, millones de toneladas de plástico se vierten al mar. Y aunque el impacto visual de playas cubiertas de residuos ya es alarmante, lo que está sucediendo bajo la superficie es aún más trágico: las ballenas están muriendo por confundir bolsas de plástico con calamares, su principal alimento.

Las ballenas y el engaño sonoro del plástico
Las ballenas dentadas, como los cachalotes y zifios, no dependen de la vista para cazar. En la oscuridad de las profundidades oceánicas, utilizan un sonar natural —una serie de chasquidos que emiten desde su cabeza— para localizar a sus presas. Estos sonidos rebotan en los objetos del entorno y les permiten “ver” con el oído.
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Sin embargo, un reciente estudio publicado en Marine Pollution Bulletin revela una verdad alarmante: las bolsas de plástico emiten ecos acústicos muy similares a los de los calamares, haciendo que las ballenas los confundan con alimento.
El experimento fue sencillo pero revelador: los científicos analizaron cómo respondían los plásticos comunes hallados en estómagos de ballenas —bolsas, globos, envoltorios— a las frecuencias que estas utilizan para cazar. El resultado fue claro: el plástico puede sonar tan “sabroso” como un calamar.

El precio de una confusión mortal
Esta similitud sonora tiene consecuencias devastadoras. Las ballenas no mastican ni saborean; su alimentación se basa en succión. Cuando detectan algo que “suena” como comida, lo engullen. Y para cuando notan que no es comestible, ya es demasiado tarde.
El plástico que tragan permanece en sus estómagos, dañando los tejidos, causando infecciones, bloqueos intestinales, malnutrición y, en muchos casos, la muerte. En ballenas varadas alrededor del mundo, los científicos han encontrado hasta 40 kilos de basura plástica en sus entrañas.
“Es el peor tipo de sufrimiento”, lamenta Matthew Savoca, biólogo marino de Stanford. “Las ballenas sienten que están comiendo, pero en realidad están muriendo de hambre”.

¿Qué podemos hacer?
Los expertos sugieren que la industria podría desarrollar plásticos acústicamente distintos o biodegradables que no confundan a los cetáceos. Pero la respuesta más clara, según los científicos, es reducir drásticamente la producción de plásticos innecesarios, especialmente los de un solo uso.
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Porque aunque se espera que con el tiempo las ballenas aprendan a distinguir entre un calamar y una bolsa, eso podría tomar generaciones. Y para muchas especies vulnerables como el cachalote, el tiempo se está agotando.

Un problema humano, una responsabilidad compartida
Las ballenas no evolucionaron para vivir en un mar lleno de plástico. Nunca esperaron encontrar en el océano algo que no fuera comestible. Su instinto las guía con precisión milimétrica… hasta que nuestra basura interfiere.
Cada bolsa de plástico que usamos y desechamos sin pensar puede terminar flotando en el hábitat de estos gigantes. Y para ellos, podría sonar exactamente como el siguiente bocado. Un bocado que no alimenta, sino que mata. Así, reducir nuestro consumo de plásticos no es solo una cuestión ecológica, es una cuestión de empatía.
ecoosfera.com