Madrid, 16 jun (EFEVerde).- La desertificación y la sequía están considerados por los expertos como un desafío medioambiental especialmente urgente y por ello, en el  Día Mundial de Lucha contra estos fenómenos, el 17 de junio, se ha querido destacar los múltiples y diversos problemas que pueden producirse a largo plazo si no se tomas medidas de protección de lo suelos y la tierra.

Según Naciones Unidas, el 40% de la superficie terrestre está degradada, con una pérdida anual de más de 100 millones de hectáreas productivas, lo que provoca, entre otras cosas, efectos negativos en la vida cotidiana de más de  3.200 millones de personas: se calcula, por ejemplo, que anualmente, unas  24,5 millones de personas se ven forzadas a abandonar sus hogares por culpa de la degradación ambiental.

España, uno de los países más afectados

España es uno de los países más afectados por la sequía. Debido a esto, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), junto con la AEMET, ha puesto en marcha un innovador sistema de monitoreo en tiempo real que permite seguir la evolución de las sequías en el país y que ofrece datos actualizados semanalmente con una alta resolución espacial. Esta herramienta es un paso clave en la prevención y gestión del riesgo hídrico, especialmente en sectores sensibles como la agricultura y la gestión del agua.

Por otro lado, se acumula la información científica sobre los efectos de climático: un estudio del Instituto de Ciencias Forestales (INIA-CSIC) avisa que las sequías extremas están superando la capacidad de adaptación de muchas especies forestales ibéricas. Durante dos años, investigadores observaron cómo especies como el pino resinero y el piñonero sufrían cierres estomáticos prolongados, el cual es un proceso en el que los estomas (pequeñas aberturas de las hojas de las plantas) se cierran para reducir la pérdida de agua. Mientras tanto, encinas y enebros mostraban mayor resistencia.

Estas condiciones no solo amenazan la supervivencia de los bosques, sino también su papel como sumideros de carbono, incrementando la vulnerabilidad del ecosistema frente al calentamiento global.

025.- El riego a demanda y desde el móvil será una realidad en verano de 2026 en el Empordà (Girona) gracias a la modernización de las infraestructuras de las comunidades de regantes Molí de Pals y Presa de Colomers, que supone una inversión de más de 43 millones de euros. EFE/David Borrat

Una situación preocupante

A una escala más global, la situación es igual de preocupante. Un estudio publicado en Nature, con participación del CSIC, revela que la demanda evaporativa de la atmósfera, es decir, su capacidad para extraer humedad del suelo, ha aumentado un 40% en las últimas décadas. Esto hace que incluso en zonas donde las lluvias y precipitaciones no han disminuido, las sequías sean más intensas. En tan sólo cinco años, la superficie terrestre afectada por sequías severas ha aumentado un 74%.

 “El papel del transporte de humedad será clave en la aparición de sequías en el futuro”, advierte Luis Gimeno, autor principal del estudio, subrayando la necesidad de considerar este factor en los modelos climáticos y de gestión del agua.

Restaurar la tierra

Bajo el lema “Restaurar la tierra. Liberar las oportunidades”, en el día la Lucha contra la Desertificación y la Sequía,  Naciones Unidas hace un llamado urgente a revertir la degradación del suelo. Se estima que se necesitan restaurar al menos 1.500 millones de hectáreas para 2030 con una inversión global que supere el billón de dólares.

El suelo, más allá de su rol como soporte de cultivos y bosques, cumple funciones vitales: filtra el agua, almacena carbono, alberga biodiversidad y conserva restos arqueológicos que cuentan la historia de la humanidad. Ignorar su deterioro es comprometer no solo el medio ambiente, sino también la seguridad económica, alimentaria y el patrimonio cultural.

Según los expertos, las soluciones no pasan únicamente por la acción institucional: desde el uso responsable del agua, la reforestación local, el consumo de productos de temporada o la reducción de la huella hídrica, hasta el respeto a las prácticas sostenibles en agricultura y ganadería, la ciudadanía también tiene un papel fundamental. La desertificación y la sequía son consecuencias directas de nuestras decisiones, no son fenómenos distantes ni inevitables. EFE