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Victor Boyarsky, director del Museo Estatal Ruso del Ártico y la Antártida, ha perdido la cuenta del número de exploraciones realizadas en tierras polares, pero no se le olvida una cosa, los cambios «descomunales» observados y medidos en la capa de hielo en los últimos diez años.

“Vuelvo constantemente a lugares del Ártico o de la Antártida que he recorrido y a priori no ves grandes cambios, todavía sigue haciendo mucho frío, pero en cuanto empiezas a hacer mediciones la cosa cambia”, explica Boyarsky en una entrevista con Efe durante una vista a Madrid para recoger el premio internacional de la Sociedad Geográfica Española.

El energético explorador ruso se desplazó por primera vez a zonas polares en 1973, cuando tan solo tenía 23 años y acababa de licenciarse en radiograciología, para estudiar el grosor del hielo en una estación científica en la Antártida.

“Aquella investigación me llevó a explorar el territorio y a engancharme a estos paisajes fascinantes y al reto que supone afrontar las dificultades que entraña una expedición”, relata Boyarsky entusiasmado.

Estudiar la capa de hielo

En los últimos cuarenta años el investigador ruso ha llevado a cabo más de un centenar de exploraciones al Polo Norte, en su mayoría de Canadá a Siberia, y otras tantas a la Antártida y Groenlandia.
En una ocasión, en 1988, atravesó Groenlandia de Norte a Sur, en esquís y trineos tirados con perros recorriendo 2.000 kilómetros durante 65 días.
A esta aventura le siguió la expedición Trans-Antártica, en la que recorrió 6.500 kilómetros en 221 días sin uso de equipos mecánicos.

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Un viaje fascinante
¿Qué es lo más fascinante que le ha pasado en todas esas expediciones? “Lo más increíble siempre es finalizarla y tener la satisfacción de que haber sido capaz de terminarla. Hay muchos momentos en los que piensas que no lo vas a lograr”.
“Otra cosa fascinante”, prosigue, “es el reto de enfrentarte cada día a las condiciones meteorológicas cambiantes propias de estas partes del planeta, un día te viene una tormenta de nieve tremenda, pero al día siguiente te encuentras el cielo totalmente despejado, iluminando esos países tan increíbles. Por lo general, la fascinación en estas zonas proviene de cosas muy simples”.

Resultados inquietantes
En buena parte de estas expediciones, Boyarsky ha llevado a cabo mediciones de las capas de hielo y los datos ponen de manifiesto “que esa capa es cada vez más delgada, y que sus movimientos son mucho más activos que hace cuarenta años”.
“Los cambios en los últimos diez años han sido realmente espectaculares, de un año a otro las variaciones tanto de grosor como de intensidad del movimiento han sido tremendas”, puntualiza.
Una situación que ha “helado” al explorador en los últimos años es la de los osos polares: “la superficie de hielo del Ártico que era un lugar ideal para su caza está decreciendo a un ritmo tremendo, la regresión del hielo en verano es alarmante”.
Impacto sobre los osos
“”, subraya.

Y “los que se quedan en la superficie continental no se enfrentan a una situación mejor, tratan de cazar en zonas cada vez más al sur donde antes no lo hacía, en ocasiones muy cerca de las poblaciones humanas, creando situaciones de peligro tanto para las personas como para la gente”.
En estos momentos, el investigador se dedica a divulgar el conocimiento adquirido en cuarenta años de expediciones en tierras polares, su “segunda casa”, en el Museo Estatal Ruso del Ártico y la Antártida.