Caty Arevalo (Enviada Especial). Alaska, 19 mar (EFE).- Esau Sinnok solo tiene 19 años y ya le ha dado tiempo a ver como el mar se ha tragado tres campos de fútbol en los que ha jugado desde pequeño; tan pronto como sea posible él y el resto de los 649 habitantes de Shishmaref (Alaska) deberán abandonar la tierra que habitan desde hace miles de años.

Hogar de la comunidad esquimal Iñupiaq, Shishmaref, una isla situada a siete kilómetros del continente, al norte del estrecho de Bering que separa Estados Unidos de Rusia, ha perdido un kilómetro de costa en los últimos 50 años, la mitad lo ha visto Sinnok en sus menos de dos décadas de vida.

Su madre, explica a Efeverde, duerme más tranquila desde que el pasado verano vino a estudiar a Fairbanks, la ciudad más grande del centro de Alaska, porque como muchas otras mujeres de Shishmaref vive con la angustia de que una ola arrase la comunidad y se lleve por delante a sus hijos.

El doble que el resto
El cambio climático ha elevado la temperatura en Alaska entre 2 y 3 grados en el último medio siglo, más del doble que la media del resto del planeta, derritiendo la capa de hielo que ejercía de barrera protectora frente a la erosión y el impacto de tormentas que ahora devoran, con su acción conjunta, las comunidades costeras.
En 2001, Shishmaref votó reubicarse en tierra firme, a varios kilómetros de la costa, “una decisión inevitable pero para la que ninguno estamos preparados”, lamenta Sinnok.
“Los lazos culturales hacia nuestra tierra son enormes, sentimos que si nos movemos nos quedaremos sin hogar, sin el lugar donde están nuestros ancestros y nuestra identidad, no nos queda más remedio pero el sentimiento es terrible”, explica.

Un informe de la Administración estadounidense estima que 180 pueblos de la costa de Alaska, el 86% de ellos habitados por comunidades indígenas, están seriamente afectados por la erosión, que 24 deben ser necesariamente reubicados. Tres de ellos, Shishmaref, Kivalina y Newtok, ya han aprobado hacerlo.
“No tenemos elección” explica Romy Cadiente, coordinador de la tribu Yupik de Newtok, un pueblo costero del delta del río Ninglick, 600 kilómetros al sur del estrecho de Bering.

Un informe de la Armada de Estados Unidos ha determinado que no hay manera de proteger el pueblo, ni ingeniería capaz de construir una barrera protectora en esas condiciones de erosión.
Según ese documento, Newtok, que pierde 25 metros de costa al año, puede quedar completamente sumergido en 2017.

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Casas móviles
En colaboración con organismos estatales y federales, “la tribu ha decidido moverse a una nueva localización 16 kilómetros al interior, más elevada y segura”, explica Aaron Cooke, arquitecto de la Universidad de Fairbanks, que ayuda a la comunidad en este proceso de reubicación desde hace siete años.
Cooke ha diseñado para ellos una casa prototipo de madera móvil (colocada sobre unos esquíes de hierro gigantes) capaz de purificar el agua, reciclar los residuos y generar electricidad mediante unas baterías que almacenan la energía de colectores solares.
Su plan original era construir la casa en Newtok y desplazarla a la nueva ubicación pero cuando el pasado octubre llegó a Newtok con los materiales el mar acababa de “devorar” el embarcadero y no hubo manera de amarrar el barco.
“Afortunadamente ya habían construido un embarcadero cerca de la nueva localización y dejamos los materiales allí”, añade.
Además del embarcadero, el mar se había tragado parte del vertedero local y la escuela flotaba sobre el río Ninglick: “La situación es terrible, todo ocurre más rápido de lo que puedas imaginar”, subraya Cooke.
A finales de abril, Cooke se desplazará a Mertavik (“el lugar del agua dulce”), nombre indígena de la futura ubicación de Newtok para construir la casa modelo con la ayuda de los miembros comunidad.
La casa estará montada sobre esquís para que cuando el nuevo pueblo disponga de planificación urbana, saneamiento y el resto de infraestructuras básicas pueda moverse para adaptarse a ellas.

¿Quién paga las reubicaciones?
Los 230.000 dólares que ha costado han sido sufragados por la comunidad. Pero… ¿Quién paga el resto de viviendas y el coste en sí del desplazamiento de todo un pueblo, estimado en 130 millones de dólares en el caso de Newtok? Los esquimales Yupik son gente sin recursos que viven de la subsistencia: de comer las focas que pescan y las aves migratorias que cazan en el verano.
Cooke considera que de las 65 casas actuales (para 350 personas) solo 12 reúnen las condiciones para ser movidas en los esquíes gigantes, el resto deberán ser construidas y de momento solo 10 familias han conseguido ayudas para ello de la agencia federal para el manejo de emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés).