Por: María Luzdary Ayala Villamil, Unimedios Bogotá
La falta de alimentos no solo está matando a los niños, también a los adultos mayores. Un análisis estadístico muestra que el mapa de la desnutrición y las muertes por esta causa abarca todo el territorio colombiano.
No es necesario recorrer las desérticas tierras de La Guajira o las extensas sabanas de la Orinoquia para conocer los casos de desnutrición que campean en todo el territorio colombiano, incluso en la capital del país.
En un territorio donde irónicamente se desperdician 9,76 toneladas de comida al año, según el más reciente estudio del Departamento Nacional de Planeación, las cifras hablan por sí solas. De ellas se valió la socióloga Nubia Yaneth Ruiz, docente de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia (UN), para analizar el registro de la mortalidad general en Colombia, desde 2003 al 2012.
El estudio indica que no solo los niños son las víctimas fatales de la desnutrición. “Se trata de una tragedia que afecta a todos los municipios del país y a la población de todas las edades”, subraya la doctora en Demografía. Además, con base en las estadísticas vitales del dane, en la década analizada murieron 63.634 personas por desnutrición y patologías asociadas. Tal número equivale, en promedio, a 18 muertes diarias, en su mayoría, de menores de cinco años y mayores de 65.
En el análisis por sexos, el impacto sobre los niños es mayor que en las niñas, mientras que para la población adulta mayor, este se invierte, pues las mujeres fallecen más debido a las complicaciones de salud, que tienen como antecedente la desnutrición.
En el caso particular de los niños, las estadísticas registran 9.334 defunciones, es decir, un promedio de tres muertes cada día por falta de alimentación adecuada. La mayor prevalencia se encuentra en menores de un año (67,7 %); esto indica que en el periodo estudiado 6.309 bebés murieron por esta causa.
Para pediatras como el profesor Ernesto Durán Strauch, coordinador del Observatorio de Infancia de la UN, los problemas más críticos por desnutrición surgen durante el primero y segundo año de vida, pues los órganos están en formación. Principalmente se afecta el sistema nervioso central y el hepático, por ello los menores son más sensibles a las infecciones. “Al afectarse las funciones intestinales, el organismo no absorbe bien los nutrientes, con todas las secuelas que ello implica”, advierte.
Esta situación tan crítica no solo se presenta en La Guajira. El acopio de datos y los demás ejercicios propios de la experta muestran que la mortalidad de menores de cinco años a causa de la desnutrición está en el 74,7 % de los municipios del país, es decir, 836 de los 1.118 existentes.
Superando las condiciones lamentables de esta península, figuran los departamentos de Vaupés, Guainía, Meta y Vichada, ubicados en la frontera agrícola del país, ricos en minerales e hidrocarburos, caracterizados por el abandono estatal y los efectos de la violencia. En el caso de Vaupés, del total de muertes registradas, aproximadamente el 18 % están ligadas a la mala nutrición. En La Guajira, Bolívar y el Meta, entre tanto, esa condición genera más del cinco y hasta del nueve por ciento del total de fallecimientos en el periodo estudiado.
Hambre en medio de la riqueza
Desde el punto de vista médico, según lo explica el profesor Durán, los niños que fallecen por desnutrición generalmente tienen como causa última de muerte una infección asociada: enfermedad diarreica, neumonía o sepsis. Pero es justamente la desnutrición la que precipita estos lamentables finales en procesos infecciosos, que mejoran con tratamientos en niños bien nutridos. “El país debe preocuparse por cada vida de un niño que se pierde debido a causas claramente evitables”, advierte la Sociedad Colombiana de Pediatría, a la cual pertenece el docente.
El mapa de la desnutrición infantil, elaborado por la profesora Ruiz, muestra toda la región Caribe, Urabá y Chocó, en el Pacífico, con niveles alarmantes de mortalidad por este motivo. En esas regiones, la agroindustria y la minería figuran como dos renglones fuertes de explotación, aunque no como fuente de ingresos para sus pobladores.
Precisamente, la investigadora establece la correlación entre el volumen de la mortalidad a causa de la desnutrición con los indicadores de pobreza multidimensional –una metodología más integral–, el desplazamiento forzado y el número de hectáreas dedicadas a la explotación minero–energética en cada uno de los municipios.
Los registros de tasas de mortalidad infantil resultan significativos en departamentos como Tolima, Sucre, Meta, Caquetá y Huila, donde la inseguridad alimentaria es el denominador común. Tal situación, según la profesora Ruiz, puede generarse por la cada vez menor porción de tierra disponible para los cultivos de pancoger de las familias rurales.
En contraste, en zonas de minifundio, asociadas a cultivos de subsistencia, en algunos municipios de Boyacá, Cundinamarca, Santander y Antioquia, se advierten menores tasas de vulnerabilidad de la población por falta de alimentos.
falta de agua potable
En La Guajira, foco del análisis adelantado por la profesora Ruiz, las condiciones de vida de la población son extremas y los menores continúan muriendo a una tasa anual de 57,53 por 100.000 niños, un promedio muy superior a la tasa media anual del total nacional, calculado en 21,44 por 100.000.
Pese a ser uno de los territorios de mayor riqueza natural, pues posee gas, oro y la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo, el panorama nutricional es dramático. Paradójicamente, la explotación del carbón se ha constituido en un motor de la desterritorialización, ya que miles de indígenas wayúu terminan como “obreros mineros”, según la definición de la investigadora.
En su opinión, el proceso de colonización del territorio por parte de un conglomerado multinacional (BHP Billiton, Anglo American y Xstrata) profundizó la pobreza, la dependencia, la inseguridad alimentaria y la destrucción medioambiental. Según Sintracarbón, Cerrejón destruyó diez afluentes entre cañadas y arroyos del río Ranchería, pues diariamente gasta 14.000 metros cúbicos de agua para regar las carreteras, mientras que varias comunidades de la Alta Guajira solo consumen 70 litros de agua por día.
La escasez de agua potable es una de las causas fundamentales para que en este departamento, cada año, mueran alrededor de 64 niños menores de cinco años y 99 personas de todas las edades por desnutrición.
Mientras en el país el 31,9 % de la población se encuentra en condición de pobreza, en Bogotá este índice es de 24,3 % y en la Guajira sube a 79,7 %, “una enorme brecha social de la cual nadie da cuenta”, advierte la docente.
Los indicadores de pobreza rural superan el 90 % con situaciones tan extremas como Maicao, El Molino, Hatonuevo, Villanueva, Manaure y Uribia, en los que prácticamente toda la población es considerada pobre. En estas dos últimas poblaciones, de cada 100 niños fallecidos en el periodo analizado, 31 murieron por desnutrición.
Según la investigadora, la mortalidad de los niños menores de cinco años es uno de los indicadores más contundentes de las condiciones de vida de cualquier sociedad, por lo que contener y reducir esta mortalidad debe ser uno de los mayores propósitos de cualquier gobierno.