Por: Laura Margarita Pitta Osses, Unimedios Orinoquia
Mientras cultivan, los bachilleres de la Institución Técnica Concentración de Desarrollo Rural, en Saravena (Arauca), refuerzan sus conocimientos en temas agrarios y elaboran compostaje para abonar el terreno y mejorar el suelo. La misión, transmitir el amor por la ruralidad entre los escolares.
En Saravena, municipio del departamento de Arauca, la Universidad Nacional de Colombia (UN) Sede Orinoquia transformó la vida de más de 900 jóvenes, quienes mientras estudian su bachillerato, aprenden prácticas agropecuarias basadas en el uso de tecnologías para el desarrollo agrícola y orgánico de las fincas.
Desde 2013, con la puesta en marcha de un convenio, entre la Granja Experimental El Cairo de la UN Sede Orinoquia y la Institución Técnica Centro de Desarrollo Rural (CDR) ha sido posible articular una práctica desde la academia en el campo, con estudiantes de octavo, noveno, décimo y once grado para mejorar el cultivo de cítricos.
Esta historia de innovación, que se conoció en el Foro de Extensión 2015, organizado por la Dirección de Investigación y Extensión de la UN Sede Bogotá, comenzó cuando la Fundación Ecopetrol para el Desarrollo Regional (Fundescat) financió al colegio en la compra de 2.000 árboles frutales, sembrados en cinco hectáreas de terrenos del plantel.
Sin embargo, el ataque de plagas, como la hormiga arriera, y la falta de experiencia ocasionaron que solo 500 de ellos quedaran en pie. Además, esta región tiene suelos muy arenosos y poco húmedos, un obstáculo para su desarrollo.
Por tanto, Óscar Suárez, profesor titular de la Sede Orinoquia, quien dirige el trabajo con los adolescentes, idearon un sistema de fertilización y un distrito de riego que permitió la rehabilitación de las plantas.
Fertirriego por aspersión es el modelo israelí adoptado en la Orinoquia para el desarrollo de la iniciativa. Este suministra agua a los cultivos por medio de dispositivos mecánicos que varían según su diámetro; además permite el regadío de agua con gotas finas o gruesas, dependiendo del cultivo, y optimiza en gran medida el agua destinada para el regado.
“Lo que caracteriza a este modelo es que desarrolla, a partir de tecnología de punta, el manejo eficiente del recurso hídrico y la fertilización de los cultivos, con un resultado visible de productividad alta en las cosechas de los frutales cítricos”, afirma el profesor del CDR, Pedro Antonio Martínez Vera.
Precisamente, este sistema de riego ha mantenido el cultivo en condiciones óptimas, a pesar de la temporada de sequía que ha afrontado la región con el fenómeno de El Niño.
El negocio real
Después de meses, los alumnos de noveno y décimo grado, organizados en cinco grupos de 5 y 6 miembros para cuidar toda la granja, prepararon abonos no solo con los desechos de las mismas frutas, también con hojas de pasto y material vegetal (compostaje).
“El proyecto de extensión ha resultado muy atractivo para los estudiantes, que investigan y siempre están pensando en nuevas prácticas para aplicar. La Universidad ha sido muy flexible para aceptar sus ideas. Si algún día ellos descubren que una mezcla de ají y tabaco puede ser exitosa como abono, dejamos que la apliquen y apoyamos su iniciativa”, explica el docente Suárez.
Asimismo, la combinación de un mejor abono y un riego adecuado, adaptado a las condiciones geográficas, restauró de manera progresiva el cultivo. Actualmente, producen limón, guayaba, mandarina, aguacate, naranja, mango y guanábana; esta última es la de mayor actividad comercial. También, cuentan con alrededor de 1.700 árboles.
Con las ganancias de la venta de las frutas, reparan la infraestructura, financian el pago de los servicios públicos, como la energía eléctrica, y costean los procesos de germinación de las semillas (plantulación).
De igual manera, han logrado que esta iniciativa prospere. Ahora los jóvenes están aprendiendo que el negocio real y rentable no está necesariamente en la venta de las frutas, sino que los subproductos (como las pulpas, aceites esenciales y plaguicidas naturales) son más significativos y se pueden extraer de una cosecha.
La apuesta se ha visto traducida en la evaluación exitosa de la aplicación de todo lo aprendido y transformado en un paquete tecnológico de fácil transferencia, asimilación y apropiación de estudiantes y productores de los municipios de Saravena y Arauquita en Arauca y Cubará, en Boyacá.
Aprovechando el campus
La un Sede Orinoquia ha aprovechado su campus para explorar técnicas que mejoran la productividad de las cosechas en la región, en cualquier época del año; esto conlleva a la optimización de los recursos naturales sin sacrificar la producción.
Por ejemplo, la granja El Cairo se ha convertido en un centro de aprendizaje para los campesinos de la Orinoquia, las técnicas utilizadas son transmitidas a las comunidades circunvecinas con el propósito de otorgarles métodos de bajo costo.
Además de capacitar a los estudiantes responsables de los cultivos en el CDR, los conocimientos fueron transmitidos a la mayoría de los grados de esa institución.
De esta manera, los jóvenes implementan lo aprendido en sus hogares y conforman una cadena de aprendizaje que desarrollan en el colegio y replican en sus hogares, la mayoría de ellos rurales.
Edición:
UN Periódico Impreso No. 198