RÍO DE JANEIRO — Consideren por un momento todas las provisiones que se necesitan para mantener a los atletas olímpicos bien alimentados e hidratados en cada comida de los Juegos Olímpicos de Río: 250 toneladas de ingredientes crudos para llenar el estómago de los 18.000 atletas, entrenadores y funcionarios de la Villa Olímpica.

Ahora multipliquen esa cifra por tres (desayuno, comida y cena). Y vuelvan a repetir la operación por cada día de las olimpiadas.

Del otro lado del Atlántico, el chef italiano Massimo Bottura hizo esas cuentas, y no se impresionó por las enormes dimensiones del consumo, sino por la perspectiva de un desperdicio colosal.

“Pensé: esta es una oportunidad de hacer algo que pueda marcar una diferencia”, dijo Bottura, un hombre de 53 años cuyo restaurante en Modena, la Osteria Francescana, recientemente ganó el primer lugar en el prestigioso World’s 50 Best Restaurants.

Una noche de la semana pasada, las ideas de Bottura se vieron plasmadas en una descuidada zona del centro de Río, donde un grupo formado por algunos de los chefs más famosos del mundo se afanaba en una cocina repleta de voluntarios, mientras improvisaban una cena para 70 personas sin hogar.

Todos los ingredientes (la mayoría de los cuales podrían haber sido desechados) fueron donados, al igual que el trabajo de los chefs y los meseros con delantales de color naranja, que en algunos casos llegaron a Río desde California, Alemania y Japón.

Los creadores de este lugar llamado Refettorio Gastromotiva (en italiano refettorio quiere decir comedor), esperan que cambie la manera en que los brasileños y el mundo en general conciben el hambre, el desperdicio de comida y el sustento de la dignidad humana.

“Esto no solo es una obra de caridad; no solo se trata de alimentar a las personas”, dijo Bottura, haciendo una pausa para levantar la basura colocada en el patio de su nuevo local. “Esto tiene que ver con la inclusión social, con educar a la gente sobre el desperdicio de comida y darle esperanza a quienes la han perdido por completo”.

Este proyecto comenzó a funcionar en un cubo semitransparente construido a toda velocidad en el barrio de Lapa. Reffetorio Gastromotiva se ha convertido en una sensación: un buen contrapunto a la comercialización de los juegos y la glotonería que todas las noches se despliega en las carpas que muchos países han montado por toda la ciudad.

 

Por Andrw Jacbos New york Times