Producimos alimentos suficientes para los cerca de 7.000 millones de habitantes del planeta, pero hay casi 1.000 millones que pasan hambre, recuerda el analista político estadounidense David Rieff (Boston, 1952) en su último libro, El oprobio del hambre (Taurus). A contracorriente del discurso optimista imperante en Naciones Unidas y en otros actores de la ayuda al desarrollo, el hijo de la escritora Susan Sontag describe en Buenos Aires las limitaciones del sistema actual para acabar con la desnutrición.
Pregunta. ¿En qué punto nos encontramos hoy en la historia del hambre?
Respuesta. En las últimas décadas han desaparecido las hambrunas en todo el mundo, excepto en muy pocos países, como Somalia y Corea del Norte. Es un gran éxito si se compara con 1970, por ejemplo, pero no hay una ley que diga que el fin de la hambruna sea permanente, es posible que con guerras o si las cosas van mal con el cambio climático reaparezca. También hay menos pobreza en términos de porcentaje, pero hay 1.000 millones de personas que sufren desnutrición, que toma formas diferentes: hay la desnutrición del hambre y la desnutrición de calorías vacías, la obesidad. No sé si los métodos usados para combatir la hambruna van a servir para luchar contra la desnutrición. No lo creo.
P. ¿Cómo se imagina el mundo en 2030?
R. Más o menos igual o peor. Mucho va a depender de lo que ocurra con el cambio climático. Si llegamos a frenar el cambio climático quizás podamos lograr algunas cosas, pero si no lo logramos frenar volverán las hambrunas con certitud.
P. ¿Vamos a poder llegar a un acuerdo contra el cambio climático?
R. Es muy complejo porque los chinos, los indios, no van a ponerse de acuerdo con los europeos. Lograr un cambio de cultura, un gran acuerdo general lo veo muy difícil. Por eso no hablo de solucionar, frenar el problema sería para mí una victoría.
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