El equipo volvió a mostrar una cara muy ilusionante en cuanto apretó el acelerador: Costa hizo el segundo de los suyos y Morata dos espléndidos nada más saltar al campo. Silva selló la masacre.
A España le costó hallar el pulso a lo que los obstáculos requerían y la intensidad para evitarlos de un plumazo. Superar a un equipo que defiende con todo lo que tiene requiere de ciertas manijas que no siempre funcionan cuando hay tanto que eludir. No lo logró la selección hasta el saque de una falta lateral a los 10 minutos de partido. La botó Koke y la peinó de cabeza Costa, superando los intentos de Piqué y Ramos que habían acudido a ejecutar la mejor de sus opciones defensivas. La diana del ariete fue multitudinariamente celebrada por sus compañeros. Llevaba mucho tiempo buscándola. Demasiado.
A los 54’ Sergi Roberto aprovechó un balón vertical para lograr el segundo tanto, burlando la salida del portero; a los 58’, Silva remachó un pase de Vitolo sobre la misma línea de gol y uno más tarde, a los 59’, fue este el que hizo el cuarto a puerta vacía. Es decir, un santiamén bastó para poner a cada uno en su sitio. A los 65’, Costa volvió a demostrar su hambre: recogió un balón dentro del área, quebró a su tibio marcador, remató con la izquierda, desvió el cuero el guardameta de Liechtenstein y él mismo lo cabeceó al fondo del marco. La manita. La aparición felicísima de Morata no hizo otra cosa que disparar las diferencias. En dos minutos marcó dos espléndidos goles marca de la casa. Silva selló la masacre.
El duelo entre el gigantes y el que aspiraba a ser mata gigantes acabó como tenía que acabar. Ni hubo sorpresa en el Reino de León, ni Liechtenstein ha subido uno solo de los peldaños que pueden acercarle a lo inaccesible, esto es, España. Sin estridencias al principio, con la contundencia y el estrépito precisos cuando debía mostrarlos, la selección de Lopetegui obtuvo sus tres primeros puntos de la fase de clasificación para el Mundial 2018 con un segundo tiempo muy ilusionante. Estaba escrito hace mucho. Hay cosas que, por mucho tiempo, nada va a cambiar.
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