Decir Brasil es decir música, pasión y alegría. Los que pocos creían, como dijo el presidente del Comité Rio 2016 Carlos Nuzman, terminaron convencidos de que Brasil finalmente pudo realizar unos Juegos Olímpicos y Paralímpicos “Maravillosos” como la ciudad del carnaval, cuyo fuego sagrado no pudo apagarse a pesar de la lluvia que por momentos cayó copiosamente sobre el majestuoso estadio Maracaná.
Miles de personas saltaron, disfrutaron y fueron partícipes de una fiesta que fue el reflejo de lo que tuvieron los Juegos de Rio 2016, la “integración” de los atletas con el público que llegó a comprar los dos millones de entradas para asistir en masa a las competencias.
Y si bien el público tuvo un protagonismo estelar en la fiesta, los atletas fueron mimados y acomodados en la primera fila desde donde vieron, cantaron, rieron, tocaron y disfrutaron de la pegajosa música brasileña interpretada por varios de sus mejores exponentes.
También estuvieron los reconocimientos con el premio Whang Youn Dai a los atletas que mejor representaron el espíritu Paralímpico, el nadador Ibrahim Al Hussein, nacido en Siria y miembro del equipo de refugiados, y la corredora en silla de ruedas la estadounidense Tatyana McFadden.
La fiesta continuó, el pebetero fue apagado con ráfagas de viento que hicieron delirar y emocionar a los asistentes.