La neumonía y la diarrea matan juntas a 1,4 millones de niños cada año, la inmensa mayoría de los cuales vive en países de bajos y medianos ingresos. Estas muertes infantiles se producen a pesar de que ambas enfermedades se pueden evitar en gran medida por medio de soluciones sencillas y rentables como la lactancia materna exclusiva, la vacunación, la atención médica primaria de calidad y la reducción de la contaminación del aire que se respira en el hogar.
Estos resultados están incluidos en un nuevo informe de UNICEF titulado “Una es demasiado: acabar con las muertes por neumonía y diarrea”, publicado hoy.
La neumonía sigue siendo la principal causa de mortalidad infecciosa de los niños menores de cinco años, ya que se cobró la vida de casi 1 millón de niños en 2015 –aproximadamente un niño cada 35 segundos, más que el paludismo, la tuberculosis, el sarampión y el SIDA juntos.
Aproximadamente la mitad de todas las muertes causadas por la neumonía durante la infancia están relacionadas con la contaminación del aire, un hecho que, según UNICEF, los líderes del mundo debe tener en cuenta durante las actuales deliberaciones sobre el cambio climático en la COP22.
“Hemos visto claramente que la contaminación atmosférica relacionada con el cambio climático está afectando la salud y el desarrollo de los niños al causarles neumonía y otras infecciones respiratorias”, dijo la Directora Ejecutiva Adjunta de UNICEF, Fatoumata Ndiaye.
“Un total de 2.000 millones de niños viven en zonas donde la contaminación atmosférica excede las pautas internacionales, y muchos se enferman y mueren como resultado de ello. Los dirigentes del mundo reunidos en la COP22 pueden ayudar a salvar vidas de los niños si se comprometen a tomar medidas que reduzcan la contaminación vinculada al cambio climático y acuerdan realizar inversiones en la prevención y la salud”, dijo Ndiaye.
Al igual que la neumonía, la diarrea entre los niños puede estar, en muchos casos, asociada a los bajos niveles de precipitación pluvial causados por el cambio climático. Una menor disponibilidad de agua potable pone a los niños en mayor riesgo de contraer enfermedades diarreicas y sufrir retraso en el crecimiento físico y cognoscitivo.