En los últimos años, la CDMX ha comenzado a decorar calles y edificios con muros, columnas y azoteas verdes. Se trata de una medida enfocada a mejorar la calidad del aire y la estética de la concurrida megalópolis, en especial desde que se requieren entre 9 y 16 metros cuadrados de áreas verdes por persona –y en la ciudad hay sólo 5.3 metros cuadrados por persona–, y tan sólo entre 2012 y 2015 se talaron más de 10 114 árboles que “obstruían” partes de construcciones e infraestructuras como carreteras y corredores de transporte público.

Bajo el panorama de mitigaciones sustentables a la contaminación es importante hacer una diferencia entre el cambio climático y la calidad del aire. De acuerdo con un artículo publicado en Animal Político por Juan Manuel Berdeja, la Vía Verde “asegura mejorar la calidad del aire de la Ciudad de México al filtrar más de 27 000 toneladas de gases, capturando más de 5 000 kg de polvo y procesando más de 10 000 kg de metales pesados”; sin embargo las plantas usadas para este proyecto se encargan de generar una mayor cantidad de CO2, mas no de regular la fitorremediación –la descontaminación de suelos, agua y aire a través de plantas– para acumular, metabolizar o volatilizar los contaminantes precursores de ozono –NOx, SOx y Compuestos Orgánicos Volátiles–. Por su lado, los árboles en general se encargan de realizar toda la fitorremediación necesaria en zonas urbanas, principalmente aquellas con exceso de población y contaminantes, así como la oxigenación para 18 personas durante un año. De modo que, bajo este panorama, ¿qué resulta más benéfico para las zonas urbanas: árboles o muros verdes?

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