Para 2040 se prevé que casi 600 millones de niños vivirán en zonas con recursos hídricos en extremo limitados. Esto equivale a 1 de cada 4 niños a nivel mundial.

Un factor que incidirá de manera importante en el estrés por escasez de agua será el incremento de la demanda de agua en todo el mundo, como resultado, en gran medida, de la industrialización, el crecimiento de la población, los cambios demográficos, la producción de alimentos y el mayor consumo. Tomar duchas largas, lavar automóviles, regar jardines y consumir más carne –todo esto tiene un costo.

En muchas de las regiones que, según se prevé, resultarán más duramente golpeadas, ya estamos presenciando una crisis del agua. Entre 2011 y 2015, la disponibilidad de agua únicamente en Oriente Medio se redujo un 67%.

Las zonas de inundación y sequía por lo regular coinciden con zonas de gran pobreza, donde el acceso a servicios esenciales, como agua y saneamiento, es limitado.

Muchos de los niños y las familias que se encuentran en desventaja por la pobreza ya están sufriendo las consecuencias del cambio climático.

Esta situación puede generar un círculo vicioso: los niños que viven en medio de la pobreza o que carecen de agua y saneamiento adecuados antes de una crisis, resultan más afectados por una inundación, una sequía o una tormenta. Ellos tienen menos probabilidades de recuperarse rápidamente y corren un riesgo incluso mayor en crisis posteriores.

El número de inundaciones y tormentas en todo el mundo se está incrementando y existen pruebas de que el cambio climático explica esta tendencia ascendente. De los 15 países de todo el mundo que están más expuestos a desastres, nueve corresponden a Asia y el Pacífico. Vanuatu es el más amenazado.

unicef.org