La granja de ostras de Shigeatsu Hatakeyama fue completamente destruida por el mortal tsunami que azotó el noreste de Japón en marzo de 2011.
“Pensé que era el fin de mi negocio”, asegura Hakateyama, de 74 años, más conocido como el “Abuelo Ostra”, un apodo dado por los niños a los que enseña en su programa de educación ambiental.
Sin embargo, para su sorpresa, las condiciones propicias para la cría de ostras en la bahía de Kesennuma regresaron rápidamente. Él considera que la pronta recuperación se debe al programa de plantación de árboles que impulsa su comunidad pesquera desde hace décadas a lo largo del río Okawa.
Hakateyama es el presidente de la organización sin fines de lucro “Mori wa Umi no Koibito”, que se traduce como “El bosque anhela el mar, el mar anhela el bosque”. Sus actividades se centran en la reforestación y la educación ambiental.
Gracias a esta iniciativa, el Abuelo Ostra fue uno de los ganadores del Premio Forestal de la ONU en 2012.
En vísperas de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, que se celebrará del 5 al 9 de Junio, Hatakeyama conversó con Noticias ONU y nos explicó cómo el ambiente forestal está interrelacionado con la producción marina.
Noticias ONU: ¿Qué le llevó a comenzar el movimiento de reforestación “El bosque anhela el mar, el mar anhela el bosque”?
Shigeatsu Hatakeyama: El programa comenzó en 1989. Las ostras crecen en áreas de aguas salobres donde el río se encuentra con el mar, no se pueden cultivar sólo con agua salada, se necesita el agua dulce. Por ejemplo, Hiroshima, un lugar reconocido por su producción de ostras, tiene áreas de agua salobre en la desembocadura del río Ota. El río Okawa desemboca en la bahía de Kesennuma, donde está nuestra granja. Los nutrientes de los bosques a lo largo del río fomentan el crecimiento del fitoplancton, del cual se alimentan las ostras.
Hace 40 años tuvimos una marea roja en nuestra bahía. Este fenómeno es causado por las actividades humanas en la tierra alrededor de la cuenca, no viene de mar adentro. La concha de una ostra inhala 200 litros de agua al día por lo que éstas se volvieron rojas y en la época se les llamó “ostras de sangre”. No se podían vender en los mercados y hubo que deshacerse de ellas. Este incidente fue el punto de partida para que nuestra comunidad pesquera lanzara una campaña para recuperar el mar azul.
Yo también tuve una esperanza de primera mano que profundizó mi comprensión de la relación entre los bosques, los ríos y el océano. Un día, una especialista francesa visitó un centro de investigación en el área de Kesennuma, la conocí y ella me invitó a su país, reconocido por la cría de ostras.
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