Cada año se registran «menos de 10 ataques de tiburón y la mayoría de ellos son mordidas de prueba» mientras que el ser humano pesca más de 100 millones de ejemplares, lo que ha convertido a esta especie en «el grupo de vertebrados más amenazado en la Tierra», ha denunciado a Efe el ecólogo marino Pelayo Salinas.

Salinas, que trabaja en la Fundación Charles Darwin en la Islas Galápagos y es experto en escualos, lamenta que “nadie se queje ni le dé importancia a la muerte de tantos millones de tiburones muertos al año, por culpa de la supuesta maldad y otros mitos que hemos pintado alrededor de estos peces cartilaginosos“.

Falsos mitos en torno a los escualos

Tiburón ballena en las Islas Galápagos. Fundación Charles Darwin/David Acuña

La mayoría de ataques de tiburón “no son para comernos, sino para saber qué somos los humanos, pues la mordida es su forma de reconocer el entorno” y suelen producirse en zonas con residuos orgánicos o con actividades deportivas como el surf.

Este especialista ha recordado que “hablamos de animales salvajes” y hay que “entender y respetar sus hábitats“.

Cuando uno va a ver tigres en Sumatra, lo hace en jeep, con un guardia armado y a una distancia prudencial” y sin embargo “pretendemos ir a nadar, surfear o pescar a zonas donde se alimenta el gran tiburón blanco y que no nos pase nada“, ha resumido.

Salinas ha señalado que los tiburones son “depredadores tope” ya que controlan a todas las especies que tienen por debajo en la cadena trófica y además “están especializados en alimentarse de animales viejos o enfermos, con lo cual mejoran la genética de las especies” y controlan su exceso.

Así, en la costa este de los Estados Unidos “cuando extinguieron los tiburones en la zona, las rayas incrementaron demasiado su número y arrasaron las poblaciones de vieiras” lo que afectó negativamente no sólo al ecosistema marino sino a la actividad pesquera de estos bivalvos tras más de un siglo de negocio.

Más del 90 % de las grandes especies de depredadores marinos han desaparecido de los mares

Ya hemos diezmado las poblaciones de más del 90 % de las grandes especies de depredadores marinos“, ha alertado Salinas, quien se congratula de trabajar en la actualidad en “el mejor lugar del mundo para estudiar tiburones y promover un modelo de convivencia sostenible“.

Las Galápagos albergan “la mayor biomasa de tiburones del planeta” y cuentan con una zona protegida de 40.000 kilómetros cuadrados, un verdadero santuario para estos animales.

La persecución del buque Fu Yuan Yu Leng

Hace pocas semanas, una misión científica en la que participaba Pelayo en esta región del Pacífico permitió interceptar un barco chino que navegaba con más de 6.000 ejemplares, la mayoría de ellos tiburones martillo y tiburones sedosos, pescados ilegalmente en sus bodegas.

Salinas ha explicado que el el domingo 13 de Agosto se encontraba a bordo de la embarcación de patrullaje de la Dirección del Parque Nacional Galápagos Sierra Negra, cuando “nos cruzamos a tres millas náuticas del navío chino“, sin embargo Salinas intervino “sólo a petición del capitán” sirviendo como traductor a través de la radio “de los mensajes que el oficial de la Armada del Ecuador me pedía retransmitir“.

El ecólogo fue también parte de las cuatro personas que intentaron sin éxito dar alcance a la embarcación China “en una pequeña zodiac”.

La pesca indiscriminada, junto con el denso tráfico marítimo, ha reducido también “prácticamente hasta la extinción” al tiburón blanco en el Mediterráneo, cuya costa norteafricana y del sur de Italia era un criadero “tradicional” y, de hecho, “hasta no hace tantos años, en Baleares se pescaba este tipo de escualos“.

Cualquier tipo de pesca hace insostenible el desarrollo de los tiburones

Las actividades humanas hacen “cada vez más raro que una hembra y un macho lleguen a la edad adulta y puedan copular“, ya que su reproducción es compleja: son de crecimiento lento, crían muy tarde y tienen poca prole, por lo que “cualquier tipo de pesca hace insostenible su desarrollo“.

Salinas ha insistido en la necesidad de fijar y proteger por ley los corredores biológicos y las áreas donde desarrollan su actividad depredadora y reproductiva tras su experiencia con el tiburón martillo, cuyas hembras crían en los manglares suramericanos.

Para mejorar la situación, “la clave está en el conocimiento: mucha gente ignora que un tiburón vivo vale muchísimo mas vivo para la industria turística local, que muerto y vendido como carne“. Efeverde