Elena Sánchez Laso.- EFEverde.- Una red de alrededor de doscientas charcas artificiales, diseminadas por toda la geografía peninsular y con climas diferenciados, forman parte de un pionero macro-proyecto hispano-luso que permitirá entender mejor cómo funcionan los ecosistemas y evaluar su respuesta ante el cambio climático.

“Iberian Ponds” es el nombre de este experimento formado por seis instalaciones ubicadas en diferentes lugares de España y Portugal en las que, en cada una de ellas, hay instalados 32 charcas o estanques artificiales, separados entre sí por unos 4 metros de distancia.

Las charcas permitirán elaborar modelos para evaluar cómo las comunidades naturales responden, ahora y en el futuro, a los cambios ambientales y sus consecuencias para los servicios del ecosistema, ha explicado a EFEverde Miguel Araújo, profesor de investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) y director del proyecto.

Esta instalación de mesocosmos (un laboratorio intermedio entre un acuario y un experimento en condiciones naturales) aportará información relevante sobre el funcionamiento de las redes tróficas de los ecosistemas, además de determinar el punto crítico de cada uno de ellos.

Para el investigador, es un gran “reto científico” encontrar un modelo que estudie de forma global la estructura de los ecosistemas y lograr así una mayor capacidad de predicción, debido a que, hasta ahora, la tendencia ha sido modelar las partes de un todo, lo que ha dificultado la visión de conjunto de los ecosistemas.

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Fotografía de archivo de charcas artificiales para prever los efectos del cambio climático ubicadas en la Sierra de Guadarrama (Madrid). EFE/Museo Nacional Ciencias Naturales

En este experimento, la novedad radica en que ya no se trata innovar a partir de la inclusión de datos previamente recopilados en programas informáticos, sino que se prevé el desarrollo de un proyecto experimental completo en el que se contempla la recogida de la información de base, ha argumentado Araújo.

Charcas en la península

Los estanques artificiales, diminutos humedales prefabricados, se encuentran ubicados en seis zonas de la Península Ibérica con ambientes climáticos diferentes: dos semiáridos (Toledo y Murcia), dos alpinos (Madrid y Jaca), uno mediterráneo (Évora, Portugal) y uno templado (Oporto, Portugal).

Cada uno de ellos alberga en su interior, 1.000 litros de agua y 100 kilos de sedimentos procedentes ambos de la propia área donde se realiza el experimento.

Para realizar el ensayo, en cada una de estas charcas se simulan los efectos del cambio climático manipulando factores como la temperatura y el nivel del agua, lo que permitirá en un futuro la caracterización completa de las redes tróficas, desde las bacterias a los vertebrados, de cada una de las charcas.

En este punto, Araújo ha explicado que entre virus, bacterias e insectos y vertebrados hay relaciones “muy complejas e interesantes” para ser analizadas a nivel ecológico.

Aunque -ha incidido el investigador- no se puede obviar que también ese vínculo puede acarrear repercusiones en el ciclo del carbono y afectar además a la dinámicas de cambio global.

“Iberian Ponds”, un trabajo de lenta trayectoria, desarrollará experimentos en diversos escenarios climáticos: en un tercio de las charcas se simulará la tropicalición del ambiente incrementando el agua y la temperatura, en otro tercio se simulará la desertización elevando la temperatura del agua y en el ultimo tercio, se deja sin adulterar, sólo regido por las condiciones climáticas actuales.

Los resultados se extenderán durante la próxima década y, además, el experimento se ampliará a otros países para crear una red global, de hecho, ya se ha exportado a Gran Bretaña y Canadá con el fin de obtener detalles pormenorizados de todos los ecosistemas de la Tierra en un corto periodo de tiempo.

Sin embargo, y pese a la envergadura del proyecto, Araújo ha lamentado la dificultad existente para encontrar financiación para proyectos de grandes dimensiones en el área de ecología.

Si se comparan los fondos dedicados a investigar la vida en la Tierra, y sus efectos en los servicios que los ecosistemas aportan a la humanidad, con los fondos usados para investigar otros planetas, resulta obvio que hay una discrepancia de prioridades que resulta llamativa, ha concluido. EFEverde