Mujeres indígenas en Perú se reúnen con sus pares de China, Bután, Taiwán, India y Papúa Nueva Guinea para compartirles sus conocimientos sobre la papa y la protección de territorios bioculturales, mientras que pescadores de Belice, enseñan sus técnicas innovadoras de cultivo de algas marinas a agricultores de Cuba y Colombia.

Estas iniciativas y muchas otras que acercan al “sur” del planeta, colmado de países de bajos y medianos recursos, no sólo pueden cambiar la vida de las comunidades y los ecosistemas, sino que aportan en el avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, tales como el hambre cero, la acción contra el cambio climático y la igualdad de género.

Desde hace 25 años se lleva a cabo un proyecto coordinado por el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), que a través de pequeñas donaciones del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), ha demostrado que iniciativas comunitarias locales de pequeña escala pueden lograr un impacto positivo sobre los problemas ambientales globales.

“Nosotros entregamos donaciones a las comunidades y ellos desarrollan sus propias soluciones, por ejemplo, cómo hacer manejo participativo de áreas protegidas, cómo proteger la diversidad, cómo enfrentar el cambio climático desde la mitigación, así como desde el punto de vista de adaptación, y cómo manejar el tema de degradación de la tierra”, dice Ana Maria Currea, especialista en comunicaciones y gestión de conocimiento para el Programa de Pequeñas Donaciones (PPD).

Las más de dos décadas del Programa han apoyado a organizaciones no gubernamentales y comunidades rurales, incluidas mujeres, indígenas y jóvenes, a avanzar en la degradación medioambiental. Estas soluciones ahora están siendo compartidas desde la región de América Latina y el Caribe hacia el resto del mundo y viceversa.

“Nos dimos cuenta de que había un gran vacío entre nuestro éxito a nivel nacional, y a nivel global, y que necesitábamos compartir esos proyectos tan exitosos a nivel regional. Con lo cual creamos una nueva plataforma que se llama la plataforma de cooperación sur-sur para la innovación a nivel comunitario, en donde nosotros apoyamos el intercambio entre comunidades y de la sociedad civil, para que puedan aprender el uno del otro de las prácticas que han desarrollado en el terreno”, explica Currea.

El cultivo de algas marinas, de Belice hacia Cuba y Colombia

En la década de los 90, la deficiente regulación y la sobrepesca, así como las presiones antropogénicas en los ecosistemas marinos hizo que la población de peces en la comunidad pesquera de Placencia, Belice, se redujera considerablemente, poniendo en riesgo los medios de vida de sus habitantes.

Para salvar su forma de vida, la cooperativa local de pescadores comenzó a experimentar con el cultivo de algas marinas, que proporcionan un hábitat natural para muchas especies marinas y absorben el exceso de nutrientes en el ecosistema.

En 2009, la cooperativa sometió el proyecto al Programa de Pequeñas Donaciones para el cual recibieron dos subsidios consecutivos de 90.000 dólares. Esto le dio la oportunidad a la comunidad de aumentar los cultivos e incluso comenzar a utilizar las algas marinas como ingredientes para otros negocios, tales como la venta de batidos.

“Se trata de una solución viable y sostenible que provee beneficios medioambientales y sociales, y es un excelente ejemplo sobre cómo ha de ser el un desarrollo humano sostenible.  El cultivo de algas marinas es bueno para el medio ambiente, bueno para las personas, provee seguridad alimentaria y hábitat marino para crustáceos”, expresa Leonel Requena, coordinador nacional del programa de pequeñas donaciones en Belice.

Esta solución fue compartida no sólo con el resto de Belice, sino con comunidades similares en Colombia y Cuba, que visitaron Placencia en 2017 en ocasiones diferentes, y además después recibieron ayuda técnica en sus propios países.

Hemos sido pioneros de una gran cantidad de proyectos innovadores en nuestros paisajes marinos, y estos resultados son lo que le estamos ofreciendo al mundo

Como resultado, mujeres y hombres de una cooperativa de la isla de Providencia en Colombia desarrollaron un proyecto piloto para cultivar algas marinas y la delegación cubana pudo además compartir sus conocimientos sobre el cultivo de las esponjas.

“Hemos sido pioneros de una gran cantidad de proyectos innovadores en nuestros paisajes marinos, y estos resultados son lo que le estamos ofreciendo al mundo, especialmente a la región del Caribe”, agrega Requena.

Belice además es el gestor de otro proyecto que recibió reconocimiento en la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP23). La ONG Fragments of hope (Fragmentos de Esperanza), liderado por Lisa Carne, ha restaurado más de 90.000 colares en la barrera de Belice.

“Su trabajo ahora ha sido promovido en Cuba y Jamaica, y hace poco, gente de Marruecos vino a ver y a aprender cómo se hace”, cuenta Requena.

Las “cocinas mágicas” unen a Chile, Honduras, El Salvador y Uruguay contra el cambio climático

Pero Belice no es el único país de América con una visión innovadora para ayudar al planeta. En Chile, comunidades rurales con el apoyo del Programa de Pequeñas Donaciones han diseñado una serie de tecnologías para combatir el cambio climático entre las cuales se encuentran estufas de bajo consumo de energía, conocidas como las “cocinas mágicas”, hornos y secadores solares y hornos de arcilla, entre otros.

Estas tecnologías reducen el uso de la leña y la deforestación que conlleva, e impactan positivamente la salud de las comunidades al evitar la exposición al humo de la madera y las enfermedades respiratorias en niños y ancianos. Además, ahorran tiempo que puede dedicarse a otras actividades como educación, tiempo familiar y descanso.

Programa de Pequeñas Donaciones/Honduras
Mujeres hondureñas de la comunidad rural del Venado reciben una capacitación por parte de técnicos chilenos para construir e instalar «ollas mágicas».

 

En 2014, una delegación chilena visitó El Salvador para entrenar a cuatro comunidades a construir las “ollas mágicas”, llamadas así porque retienen calor para que los alimentos se continúen cocinando sin estar en la estufa, ahorrando energía. Desde entonces se han realizado dos eventos más, tanto en Chile como en el país centroamericano, en los que más personas han intercambiado conocimientos sobre otras tecnologías, como hornos solares.

Otras tres comunidades de Uruguay recibieron una capacitación similar en 2015 y en Honduras, 31 mujeres de la comunidad rural “el Venado”, fueron entrenadas para desarrollar sus propios hornos y ollas por técnicos chilenos.

Las comunidades indígenas de montaña del mundo aprenden el Parque de la Papa en Perú

Otro gran ejemplo de cómo la cooperación sur-sur, es decir, del intercambio de tecnologías y conocimiento entre países en vías de desarrollo, puede aportar soluciones locales para problemas globales, es la red internacional de pueblos indígenas de montaña.

Apoyados por el Programa de Pequeñas Donaciones, Perú fue el anfitrión del cuarto intercambio de conocimiento a nivel global de la red en 2017 en el que se reunieron más de 100 indígenas representando a 39 comunidades de montaña de países como China, Bután, Taiwán, India y Papúa Nueva Guinea.

Los participantes visitaron el Parque de la Papa, cerca de la ciudad Cuzco, hogar de más de 6000 agricultores tradicionales de este tubérculo y territorio de paisaje biocultural. Allí aprendieron sobre la planificación comunitaria y los sistemas de gobernanza, guiados por el “ayullu” un concepto en el cual el bienestar de la comunidad depende del equilibrio y la reciprocidad entre las dimensiones sagradas, salvaje y domesticada.

IIED-Programa de Pequeñas Donaciones, PNUD
El cuarto intercambio global de la Red Internacional de Pueblos Indígenas de Montaña, tuvo lugar en el Parque de la Papa, en Pisac, Perú, en Abril de 2017.

 

Los territorios del patrimonio biocultural protegen la tenencia tradicional de la tierra, preservan los ecosistemas frágiles y los cultivos raros, y permiten un desarrollo que incorpora el conocimiento y las prácticas de los pueblos indígenas.

Los habitantes del Parque de la Papa están desarrollando iniciativas de una economía colectiva creativa basada en su patrimonio biocultural local, que incluye agro ecoturismo, gastronomía tradicional y andina, medicinas naturales, cosméticos y alimentos funcionales, entre otros. También existe un registro local de recursos bioculturales que tiene el objetivo de proteger y promover el patrimonio biocultural colectivo.

Los participantes discutieron cómo aplicar los resultados del intercambio global sur-sur para establecer sus propios paisajes bioculturales y garantizar el empoderamiento de los pueblos indígenas en sus respectivos países.

Un banco de soluciones innovadoras ya está en línea

“Adicionalmente a este tipo de encuentros entre sociedad civil y comunidades, una de las otras estrategias que hacemos para fomentar la cooperación Sur-Sur, es el fortalecimiento de centros de excelencia. Nosotros llamamos centros de excelencia a los proyectos que se han convertido en centros de entrenamiento para que otras comunidades, así como miembros del gobierno y otras organizaciones de desarrollo puedan aprender prácticas que han sido ya exitosas y que se ha demostrado que funcionan a nivel de terreno y los ayudamos a que se puedan volver un centro que pueda recibir a comunidades alrededor del mundo para que puedan enseñar estas prácticas”, cuenta Ana Maria Currea.

Además, soluciones innovadoras y creativas contra el cambio climático y otros desafíos ambientales como éstas y muchas otras más pueden encontrarse en la plataforma SSMART del Programa de la ONU para el Desarrollo.

Como programa estamos explorando el paisaje para encontrar innovaciones, para ver cómo convertimos las ideas en soluciones para avanzar en la agenda de los ODS.

Se trata de un mercado digital global, en el marco de la cooperación sur-sur, al que las comunidades pueden acceder para encontrar las mejores ideas y soluciones con las que alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y contactar directamente a sus creadores para generar alianzas y colaboraciones.

“Como programa estamos explorando el paisaje para encontrar innovaciones, para ver cómo convertimos las ideas en soluciones para avanzar en la agenda de los Objetivos, y lo hacemos mediante la creación de alianzas con agencias gubernamentales y la asociación de la comunidad”, expresa el representante de Belice, cuyo proyecto de algas marinas ya se encuentra en la plataforma SSMART.

El Programa de Pequeñas Donaciones continúa recibiendo propuestas de comunidades interesadas, sólo se debe contactar al coordinador nacional en su país, cuya información se encuentra en el sitio web oficial de la iniciativa.