Todo comenzó en 2008 con una mudanza. Por aquel entonces, Bea y su familia se vieron obligados a instalarse en un pequeño apartamento hasta que encontraron la casa ideal en una ciudad tranquila en la que se podía ir caminando a todas partes.
Además de poseer menos bienes materiales, la familia descubrió las ventajas de una vida sencilla. “Nos dimos cuenta de que teníamos más tiempo para hacer lo que realmente era importante y, gracias a ese tiempo adicional, hemos podido educarnos sobre programas ambientales”, explica Bea Johnson.
Los desperdicios de la sociedad de consumo influyeron en Bea y su familia: “lo que descubrimos nos entristeció”, admite ella. “Pensar en el legado que les dejábamos a nuestros hijos fue lo que nos hizo tener ganas de cambiar nuestra forma de consumir”.
En aquel momento, el concepto de una vida sin residuos solo se utilizaba para definir prácticas empresariales o de gestión de desechos municipales, indicó Bea Johnson en una conferencia en la Biblioteca Dag Hammarskjöld de las Naciones Unidas, en Nueva York. “No existía ninguna guía, blog, nada sobre cómo vivir sin generar basura”.
Durante su mudanza, la familia Johnson tomó una decisión radical: librarse del 80 % de sus efectos personales.
Medio litro de desechos cada año
Diez años después, Bea, su marido y sus hijos han logrado adoptar un estilo de vida sostenible con el que no producen más de medio litro de desperdicios al año.
Un resultado obtenido gracias a la metodología de las reglas:
- rechaza lo que no necesites;
- reduce de lo que necesitas;
- reutiliza lo que consumes;
- recicla lo que no puedes rechazar, reducir o reutilizar;
- y composta el resto.
La familia ha reducido la cantidad de prendas: “de su armario, la gente utiliza el 20 % de la ropa y guarda el 80 % por si alguna vez…”.
Todas las prendas de uno de sus hijos entran en una maleta de mano. “Y cuando me voy de vacaciones, no tengo que pensar qué voy a llevar, ¡porque puedo cogerlo todo!” señala ella.
Además, la familia compra toda su ropa en internet, en tiendas de segunda mano.
En la cocina, han eliminado el papel de aluminio, de horno y el de plástico, así como las bolsas para los bocadillos. “En el supermercado, hacemos la compra con productos reutilizables: bolsas que no son de plástico y tarros de cristal. Además, compramos al por mayor”.
Ella prioriza los artículos multifuncionales y que disponen de una garantía incondicional.
Reciclar, pero solo aquello que no podamos rechazar, reducir o reutilizar
El estilo de vida que propone Bea no anima a reciclar, sino a evitar hacerlo intentando, por todos los medios, que los desperdicios lleguen a casa.
“Los plásticos no son solo tóxicos durante su fabricación, sino también mientras los consumimos”, dice Bea Johnson. “Si yo tomo un trozo de queso y lo envuelvo en plástico, puedo sentir el olor a embalaje. Si puedo hacerlo, quiere decir que la envoltura ha impregnado el alimento, y esto tiene consecuencias nefastas para nuestra salud”.
Bea subraya que una mínima parte de los plásticos son reciclables. “Meter el plástico en un contenedor de reciclaje no quiere decir que con certeza se vaya a reciclar”, dice ella. Además, los plásticos pueden pasar por este proceso solo una vez.
“Esta es la razón por la que preferimos el cristal y el metal, porque se pueden reciclar varias veces”, dice Bea. “Y damos prioridad al papel y el cartón, que se pueden reciclar hasta ocho veces”.
Desde hace diez años, Bea recorre el mundo para hablar sobre vivir sin desperdicios. Su libro Residuo Cero en casa: Guía doméstica para simplificar nuestra vida ha sido traducido a 22 idiomas. La llamada “sacerdotisa de los cero residuos”, según el New York Times, ha creado un blog sobre el tema e interviene con regularidad en los medios para presentar su metodología, conocida ya mundialmente.
Las tiendas sin bolsas de plástico y embalaje han visto la luz en Canadá, Alemania, Francia, Irlanda, Suiza y Malasia. Bea se ha reunido con miles de adeptos de todo el mundo que prueban que resulta posible adaptarse a este estilo de vida en todas partes. “Lo único que mis interlocutores tienen en común es que se arrepienten de no haber empezado a vivir sin desechos antes”.
La autora está muy contenta de la acogida positiva de “residuo cero” en el mundo francófono. “En todo el mundo, es la comunidad francófona la que dirige, la que ha asimilado y desarrollado el estilo de vida sin residuos”, dice Bea Johnson, citando el ejemplo de Francia, la provincia canadiense de Quebec, la Suiza francesa, la Bélgica valona y las Islas Mauricio, donde 1700 personas escuchan sus recomendaciones.
“Residuo cero” se puede adaptar a todo el mundo
Para Bea, los prejuicios que la gente tiene sobre esta idea son completamente comprensibles. “Si alguien me hubiera dicho que iba a adoptar una vida sin desechos, no me lo hubiese creído”.
Pero ella es optimista. “Hoy, mi vocación es justo romper con estos estereotipos desde el principio. Estamos aquí para promover que el estilo de vida “Residuo cero” no es solo bueno para el medio ambiente, sino también para vuestra salud, porque permite eliminar todos los productos tóxicos de vuestra rutina”.
Vivir sin desperdicios es también bueno para nuestras billeteras, enfatiza. “En nuestro caso, nos dimos cuenta de que permite ahorrar un 40 % de nuestro presupuesto total”.
“Consumimos mucho menos que antes. Compramos cuando necesitamos remplazar algo y solamente en rebajas, que es más barato”, precisa. Los ahorros resultantes les han permitido instalar paneles solares en el tejado y utilizar el agua del retrete para regar las plantas.
Pero para Bea, la ventaja más positiva es que ofrece una mayor calidad de vida al basarse en aprovechar las experiencias y no los bienes materiales.
“Es una vida sencilla que permite dedicar más tiempo a lo que uno considera importante,” dice. “Cuando vives con menos, tienes más tiempo para hacer lo que es importante para ti: la familia, los amigos, picnics, caminatas. Este estilo de vida se traduce en una rutina basada en el ser y no en el tener”.
Libre de desperdicios, Bea Johnson y su familia han hecho cosas que les parecían imposibles: escalar glaciares, bucear con ballenas, saltar en paracaídas. “Esta vida que hemos descubierto es mucho mejor que la que teníamos y a la que no pensamos volver”, dice. Y concluye “Gandhi dijo: la felicidad es cuando lo que piensas, dices y haces está en armonía» y yo creo que esto nos lo aporta vivir sin residuos”.