Alguien del lugar, de estos mares del Norte, dijo alguna vez algo así como que todos vemos el fútbol, no como es, sino como somos nosotros. Algo así le pasa a España, que no sabe jugar de otro modo que no sea al ataque, con el balón en el pie, con desmarques, con invenciones maravillosas como las que nos dejaron en la primera parte los Isco, Iniesta y Silva.
Claro que Marruecos quería jugar, y lo hizo apretando la salida de balón desde la linea defensiva, y forzando errores como el que le costó a España el primer tanto, obra de Boutaib después de una galopada hasta la meta de David de Gea. En el quince, los marroquíes estaban por delante (tocaba remar contracorriente, de nuevo). No duró mucho la alegría en el equipo africano, pues a los cuatro minutos jugaron Isco e Iniesta para crear una obra de arte a dúo que remató el malagueño a gol.
A partir de ahí, España se puso a jugar, y lo hizo, con Costa cayendo a bandas, con Silva reclamando su parte en la fiesta de ataque, y con De Gea sacando otro mano a mano con Boutaib tras un saque de banda.
Tras el descanso, los españoles siguieron encerrando a Marruecos en su campo, y jugando contra once defensas que se estiraron con peligro, como cuando Amrabat se sacó un remate al palo de la meta española. Más allá de salida contadas, España buscaba el hueco por donde crear gol. Lo intentaron Isco y Silva en una pared, antes casi marca su segundo gol el malagueño, de cabeza.
Saltaron al campo Iago Aspas y Marco Asensio, a falta de quince minutos. Pero a balón parado, de un saque de esquina, Marruecos hizo el segundo, obra de En Nesyri. Pasaron los minutos y llegaron los nervios al estadio, pero España no cejó en su empeño y empató el choque en la prolongación con un gol de Iago Aspas con mirada incluida al VAR.
Y en estas, mientras se celebraba el gol de Aspas, llegó la noticia de que Irán empataba ante Portugal, lo que daba la primera plaza del grupo B a España.
La Selección Española de Fútbol jugará los octavos de final el próximo 1 de julio en Moscú ante Uruguay. Por cierto, la cita que arranca esta crónica es de Immanuel Kant, filósofo y nacido en la antigua Königsberg prusiana, hoy Kaliningrado.
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