- Francia vuelve a casa con su segunda corona mundial
- El público jubiloso y el Presidente de la República reciben a los Bleus
- Toda Francia lo festeja y las celebraciones aún no han terminado
Las imágenes dieron la vuelta al mundo. Una fuerte tormenta cayó sobre Moscú y sobre Francia a la hora en la que los Bleus se proclamaron campeones del mundo. Hugo Lloris, capitán Tricolor, recibió el trofeo de la Copa Mundial de la FIFA en medio del chaparrón. Y a la tromba de agua se sumó de repente un diluvio de confeti dorado en el estadio Luzhniki. Fueron instantes únicos.
En ese mismo momento, una tempestad de alegría se abatió sobre toda Francia. Bocinas, cánticos, gritos…todo un país en éxtasis. De Lille a Marsella pasando por Lyon y Burdeos, la gente se echó a las calles para celebrar el segundo título mundial. Una fiesta generalizada que aún seguía el 16 de julio.
Los periódicos marcaron desde bien temprano el tono de la jornada: «¡Una alegría eterna!»(L’équipe), «¡Otra vez!» (Libération), «¡Os queremos!» (La dépêche du midi), «¡Gracias!» (La voix du Nord), «En una nube» (Le Parisien)… Francia quería seguir en su paraíso particular y los festejos se prolongaron. No se había visto algo así en 20 años.
Y al igual que en 1998, los aficionados acudieron en masa a los Campos Elíseos, rebautizados para la ocasión como «Deschamps» en honor al capitán de 1998 y seleccionador de 2018, que se ha convertido en el símbolo de esta Francia ganadora. Decenas de miles de incondicionales se dieron cita al son del tradicional «¡Somos campeones!». El sol no se quiso perder el espectáculo, y los Bleus tampoco.
La selección aterrizó en el aeropuerto Roissy Charles de Gaulle a eso de las cinco de la tarde, aclamados como héroes. Antoine Griezmann, Paul Pogba, Kylian Mbappé y compañía se dirigieron a continuación hacia la avenida más célebre de Francia, donde el público esperaba impaciente. Eran las siete cuando su autobús llegó a los pies del Arco del Triunfo. Todo era azul, el autobús, el cielo, la gente. La alegría lo inundaba todo.
Una vez concluida la larga e intensa comunión con la afición, los jugadores acudieron al Palacio del Elíseo para recibir el solemne agradecimiento del Presidente de la República, Emmanuel Macron. Caía la noche y en el cielo francés brillaba una nueva estrella.