Recientemente se ha prestado mucha atención a los microplásticos, así como a la amenaza que estos suponen para los ecosistemas marinos y de agua dulce, y para la salud de las personas.
En general, se ha dado por sentado que los microplásticos (que no superan los 5 milímetros de diámetro) provienen de la mayoría de artículos de plástico que usamos, que ni se reciclan ni se incineran después de su uso. Estos artículos terminan en un vertedero, en los ríos y en los océanos, donde gradualmente se descomponen en partículas cada vez más pequeñas.
Un nuevo estudio, sin embargo, concluye que las aguas servidas tratadas son también una fuente clave de microplásticos, lo que implica que las plantas de tratamiento no son efectivas para filtrar estas partículas microscópicas.
La investigación hecha en Reino Unido, y publicada en julio de 2018, se enfocó en seis cuencas fluviales del norte de Inglaterra.
«El hecho de que la cantidad de microplásticos presente en las aguas receptoras (donde se liberan los vertidos) era mayor aguas abajo de cada una de las seis plantas de tratamiento estudiadas confirma que las aguas residuales tratadas son una fuente clave de microplásticos», concluyeron los autores.
El estudio también encontró microplásticos aguas arriba de las plantas de tratamiento. Estos, a su vez, provienen de lodo de aguas residuales aplicado a tierras agrícolas como fertilizante, la liberación difusa de microplásticos secundarios y la deposición atmosférica, que es el proceso mediante el cual las partículas viajan vía aérea y caen en la superficie terrestre a través de la precipitación.
Un hallazgo sorprendente fue que, aunque la composición de los microplásticos variaba espacial y temporalmente, estaba dominada por fibras, fragmentos y escamas, y no por perlas y bolillas.
«Los esfuerzos de gestión para reducir las concentraciones de microplásticos en ríos y océanos deben centrarse en una amplia gama de fuentes», además de abordar la incapacidad de las instalaciones de tratamiento para filtrar los microcontaminantes, sugiere el estudio.
Un motivo adicional de preocupación es que los microplásticos pueden atrapar productos químicos nocivos o actuar como un vehículo para su dispersión. Estas partículas atadas químicamente pueden ser ingeridas por organismos pequeños, que son comidos por animales más grandes y así sucesivamente ascienden en la cadena alimenticia hasta nuestros platos.
Los estudios han vinculado los aditivos que se filtran de ciertos microplásticos a la alteración endocrina en peces, lo que afecta la capacidad reproductiva de estos animales y el sistema hormonal de los vertebrados e invertebrados por igual.
ONU Medio Ambiente está enfocando en promover las «soluciones basadas en la naturaleza» para la conservación del agua, que es el tema del Día Mundial del Agua 2018, el Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos y la Semana Mundial del Agua de Estocolmo.
La Semana Mundial del Agua, que se celebra en Estocolmo del 26 al 31 de agosto, es una oportunidad para crear conciencia sobre la interacción entre los microplásticos y la contaminación química en los ecosistemas marinos y de agua dulce.