La naturaleza y su biodiversidad han sido expoliadas para que podamos seguir produciendo lo que nuestros vertiginosos estilos de vida reclaman. En ese frenesí, pocas cosas han resultado más dañadas que la propia tierra, el suelo del cual brotan los alimentos que nos sustentan.

La agricultura negligente que sobreexplota los campos se presenta como una amenaza global por su forma de manejar los recursos naturales. Esto ha causado la degradación de la tierra debido al sobrepastoreo, el uso excesivo de pesticidas y el mal manejo del agua, entre otras cosas. Además, esta práctica contribuye enormemente al cambio climático, el cual a su vez provoca el detrimento del cultivo de la tierra.

El 80% de los suelos agrícolas de México se han degradado.

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Por eso es urgente volver a otros esquemas y métodos de agricultura ecológicos y sustentables. Contrario a lo que muchos piensan, ello no será un retroceso, sino una evolución.

 

Alta productividad de cultivos sustentables

No sólo el campo puede ser 100% sustentable, sino que bajo una agricultura ecológica puede ser más productivo. Esto se comprobó en un estudio reciente realizado por 17 universidades, en el cual se analizaron sistemas de agricultura sustentable que no sólo son mejores para el ambiente, sino que incrementan la producción de cultivos (y por ende, de comida).

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Lo que pudieron comprobar las distintas instituciones participantes en esta investigación es que la llamada “intensificación sustentable de la agricultura” está rindiendo frutos en donde se está aplicando, es decir, en 163 millones de granjas en el mundo. Esto marca un nuevo paradigma para la agricultura mundial, y podría ayudar a la soberanía alimentaria de comunidades y países enteros.

La agricultura ecológica busca un equilibrio entre productividad y y sustentabilidad. Sus modelos son diseñados según las necesidades del ecosistema, e incluso toman en cuenta el entorno social. De esta forma las granjas pueden poner en práctica técnicas alternativas de agricultura (por ejemplo, de control de pestes, microirrigación, rotación de cultivos, mantenimiento manual de la tierra, etc.) y generar un equilibrio efectivo entre trabajo, gastos y productividad que termina siendo favorable para los agricultores sin dañar al medioambiente.

Además, los cultivos producidos en granjas donde se utiliza la agricultura ecológica son más saludables que los de la agricultura convencional.

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Estas son buenas noticias (que ya sabíamos, o por lo menos intuíamos). Pero cabe seguir profundizando en la cuestión y pensar en que las nuevas formas de relacionarnos con la naturaleza deben venir de una renovada concepción de ésta, así como de una aproximación que parta de los conocimientos ancestrales de los que nos hemos alejado y que tienen como eje rector respetar los ciclos naturales de la tierra.

Por eso decimos que se debe volver a paradigmas sustentables.

Asimismo, se deben cuestionar otros paradigmas contemporáneos, como el del progreso y la productividad: ¿en verdad hace falta producir más comida? Si sabemos que más del 40% de la comida se desperdicia, ¿no habrá que cambiar también otras prácticas, como la manera como se distribuye la comida, o la manera en la que la consumimos?

Estas son preguntas para la reflexión colectiva, cuyas respuestas nos pueden llevar a una ecoevolución consciente.

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