Hace ya tiempo que los científicos vienen alertando del impacto del cambio climático en los cultivos alimentarios. Se sabe que el aumento de las temperaturas y los cada vez más frecuentes fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones, diezmarán nuestra capacidad para producir los alimentos que necesita una población en constante crecimiento. Una pérdida que se agravará, según una nueva investigación científica, por el crecimiento de las plagas de insectos, según reza un reciente estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de Washington publicado recientemente en la revista Science.

Según los investigadores, por cada grado centígrado que aumente la temperatura, las pérdidas de las cosechas de trigo, maíz y arroz se incrementarán entre un 10 y un 25%, mientras que un aumento de 2 grados podría echar a perder hasta 213 millones de toneladas.

Insectos hambrientos

Según Curtis Deutch, coator del estudio y profesor asociado de oceanografía de la Universidad de Washington, la actividad de los insectos provocará pérdidas en los cultivos debido a dos causas: el aumento de las tasas metabólicas y de reproducción. En otras palabras: sería como tener una mayor población de insectos mucho más hambrientos.

En 2016 las Naciones Unidas estimaron que al menos 815 millones de personas de todo el mundo sufre desnutrición, con lo que un descenso en la producción de arroz, maíz y trigo- alimento básico de unos 4.000 millones de personas, según la FAO- podría tener un impacto muy considerable en la disponibilidad de alimentos.

Según los científicos, el aumento de las plagas tendrá consecuencias en los cultivos de todo el mundo, afectando seriamente a la seguridad alimentaria. “Un cambio de las circunstancias climáticas que favorezca el aumento de las poblaciones de insectos puede afectar de forma catastrófica a la agricultura”, afirma a National Geographic España José Miguel Mulet, profesor de biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia.

Para investigar cómo afectarán las plagas al futuro de los cultivos, los investigadores analizaron décadas de datos tasas metabólicas y reproductivas, así como estudios ecológicos de la acción de los insectos de la naturaleza. A diferencia de los mamíferos, los insectos con ectotérmicos, esto es, regulan su temperatura corporal basándose en la del entorno. Además, la temperatura del aire afecta al consumo de oxígeno, el requerimiento calórico y otras tasas metabólicas.

Por cada grado centígrado que aumente la temperatura, las pérdidas de las cosechas de trigo, maíz y arroz se incrementarán entre un 10 y un 25%

Los estudios llevados a cabo en el pasado concluían que el aumento de las temperaturas incrementaba considerablemente las tasas de reproducción de los insectos y aceleraba su metabolismo, lo que se traducía en un mayor apetito.

Deutsch y su equipo descubrieron que los efectos de la temperatura sobre el metabolismo y la distribución geográfica de los insectos eran bastante constantes en todas las especies. Cruzaron los datos con diferentes escenarios relacionados con el cambio climático e incorporaron información de cultivos de maíz, arroz y trigo, los tres alimentos más cultivados del mundo.

Los investigadores concluyeron que un aumento de la temperatura superficial de 2 grados centígrados provocaría una pérdida del 31% de las cosechas de maíz, el 19% de las de arroz y el 46% de las de trigo, o, lo que es lo mismo, unas pérdidas anuales de 62, 92 y 59 millones de toneladas respectivamente.

Los autores del estudio apuntan posibles soluciones para combatir el impacto de las plagas, como la rotación de cultivos o el uso de variedades genéticamente modificadas, aunque, advierten, todas ellas requerirán tiempo e inversión.

Una solución contra las plagas

Según Mulet, para combatir las plagas no hay una solución única. La respuesta dependerá de cada cultivo y circunstancia. “Los insecticidas -dice- puede ser una respuesta puntual y a corto plazo, igual que el control biológico. Pero estos funcionan mejor en entornos controlados, como invernaderos. Otras soluciones -apunta- pueden ser las variedades transgénicas resistentes a insectos, que en breve podremos disponer mediante el uso de la técnica de edición genética CRISPR/Cas9”.

Según Deutsh, “nuestra elección no es si permitiremos o no que se produzca el cambio climático, sino qué proporción de ese aumento de las temperaturas que estamos dispuestos a tolerar”. Para Mulet, el aumento de las plagas de insectos provocará que haya cultivos más difíciles de producir, aunque estos serán sustituidos por otros más resistentes. “Hay que tener en cuenta que cada día producimos más alimentos en invernaderos o en cultivos hidropónicos, entornos en los que las plagas de insectos son más fáciles de controlar”, concluye.

 

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