María Angélica Troncoso.- Río de Janeiro.- Dos años después de los Juegos Olímpicos de Río 2016 y nueve después de que Brasil prometiera descontaminarla para la cita olímpica, la polución persiste en las aguas de la bahía de Guanabara, que bañan la zona norte de Río de Janeiro y cuya purificación parece una utopía.
La bahía, una de las más importantes de Brasil, actualmente agoniza víctima de la contaminación por aguas residuales domésticas e industriales, y por la falta de compromiso de las autoridades gubernamentales, que durante años han prometido limpiar sus aguas sin resultados visibles hasta el momento.
Esta ensenada, de 400 kilómetros cuadrados de extensión y la cuenca que la alimenta de unos 4.000 kilómetros cuadrados, vio una luz de esperanza en 2009 cuando Río se adjudicó la celebración de los Juegos Olímpicos de 2016.
En aquel entonces, el comité organizador de los Olímpicos se comprometió a descontaminar el 80 % de las aguas residuales que son vertidas en la bahía.
Guido Gelli, ambientalista con más de 40 años de experiencia y que trabajó en diferentes proyectos de descontaminación de la bahía, explicó a EFE que en esa cuenca viven 8,57 millones de personas distribuidas en 15 municipios y que arrojan sus aguas negras a las aguas de Guanabara.
De esta población, correspondiente al 70 % de la que vive en todo el estado de Río de Janeiro, un 30 % ocupa viviendas irregulares que no cuentan con sistemas de acueducto y alcantarillado.
De los 35 ríos que desembocan en la bahía de Guanabara a través de esa cuenca, solo cinco están libres de contaminación. El resto es receptor de despojos domiciliarios de las barriadas ilegales y de residuos industriales de terminales marítimos, puertos, astilleros y refinerías de petróleo.
Sin alcanzar la meta prometida
En agosto de 2015, a un año de las competencias olímpicas, según las autoridades, solo se había conseguido limpiar un 49 % de las aguas residuales y, por un error en los estudios que fue admitido por el gobierno de Río, difícilmente conseguirían la meta prometida ante el Comité Olímpico Internacional.
A la falta de gestión de las autoridades responsables se sumó la crisis económica que sumió a Brasil en una profunda depresión, entre 2015 y 2016, y que elevó los índices de pobreza y desempleo de los que apenas comienza a levantarse el gigante sudamericano.
El resultado de todo eso es que para septiembre de 2018, dos años después de los Juegos, entidades oficiales y estudiosos del tema señalaron a EFE que ese 49 % nunca se logró y que para 2016 en realidad solo se alcanzó a limpiar el 35 % de las aguas de la bahía.
Limpieza
Las acciones de limpieza comenzaron con un programa de descontaminación y cuando las autoridades se dieron cuenta que la basura flotante que recolectaban no era el problema de fondo, lo cambiaron para un programa de saneamiento ambiental de los municipios de su entorno, proyecto que actualmente está paralizado por falta de recursos.
Durante su primera fase, este programa contó con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pero por la falta de presupuesto de la contraparte, es decir, del gobierno de Río, el contrato no se renovó y quedó faltando el 29 % de la ejecución cuyo valor es de unos 1.000 millones de reales (unos 240,9 millones de dólares).
Hasta 2016, fecha en la que se paralizó el programa, se había calculado que un 35 % de las aguas que desembocaban en la bahía recibía tratamiento, cifra en nada parecida con el 49 % del que hablaron los miembros del comité de los Juegos Olímpicos en 2015.
Actualmente se calcula que esos tratamientos podrían haber avanzado hasta un 40 % y, si se renovara el programa con el BID, se alcanzarían a tratar hasta un 60 % de esas aguas pero nunca el 80 % de ellas, como se habían comprometido las autoridades, aseguró a EFE Federico Menezes Cohelo, coordinador del programa de saneamiento ambiental de la bahía de Guanabara.
Para atajar el problema hace falta la gestión del gobierno, sí, pero también educación ambiental y concienciación social.
No obstante, “sí tiene solución” como lo han logrado otras ciudades del mundo, “pero depende de una gestión social y económica de un país cuya situación no está nada fácil”, subrayó EFE el experto ambientalista Gelli. EFEverde