El Gran Chaco Americano representa el bosque seco continuo más grande del mundo. Un vasto ecosistema que ocupa grandes extensiones del norte de Argentina, Bolivia y Paraguay. En el Chaco la vida es dura. Es una región remota en la que largas sequías se alternan con fuertes inundaciones. Distante de los principales polos de desarrollo de los respectivos países, sufre de un importante déficit de servicios públicos e infraestructura de transporte. Las oportunidades económicas son limitadas y el índice de necesidades básicas insatisfechas supera la media nacional en los tres países.
Hasta hace relativamente poco, la propia lejanía del Chaco había ayudado a proteger este frágil ecosistema. Sin embargo, en los últimos años se ha convertido en una zona clave de expansión agrícola y ganadera, a menudo con desafortunadas consecuencias en lo que se refiere a deforestación y amenaza a la biodiversidad.
Pero esta realidad se puede ver hoy de manera más optimista, gracias en buena medida a la Iniciativa Trinacional en el Gran Chaco: Conservación y Desarrollo Económico, que ha logrado mejorar la generación de ingresos, la seguridad alimentaria, el acceso a agua potable y la sostenibilidad ambiental de numerosas comunidades de la zona.
La Iniciativa Chaco Trinacional arrancó en el año 2013 con el apoyo de CAF –banco de desarrollo de América Latina-, el Fondo Francés para el Medio Ambiente Mundial y otros aliados. Liderada por tres organizaciones de Argentina, Bolivia y Paraguay (Fundación Pro Yungas, NATIVA y Fundación Moisés Bertoni), trazó como objetivo construir un modelo de desarrollo que permitiese mejorar las condiciones sociales de las poblaciones del Chaco de forma medioambientalmente sostenible. Tras años de trabajo, se crearon alianzas con instituciones locales, nacionales e internacionales de los tres sectores. En conjunto, se ha construido una visión compartida de futuro para el Chaco como ecorregión trinacional a ser gestionada trascendiendo fronteras nacionales para garantizar su prosperidad y sostenibilidad ambiental.
“Con esta iniciativa hemos demostrado que trabajando de la mano con las comunidades sí se puede superar la pobreza y generar mejores oportunidades de vida en poblaciones vulnerables. Ahora, se trata de llevar a escala con la ayuda de todos los modelos que se han probado exitosos”, asegura Ana Mercedes Botero, directora de Innovación Social de CAF.
En este sentido, la continuidad del proyecto está garantizada con la reciente aprobación de un financiamiento de EUR 1.5 millones por parte de la Unión Europea.
Botero explica que el apoyo del organismo multilateral se centró en el financiamiento de pequeños proyectos comunitarios basados en modelos de alto impacto adaptados a las condiciones locales, y con potencial de ser replicados en todo el territorio chaqueño. Los resultados son prometedores y han generado un efecto demostrativo importante. La entrega de filtros de agua limpia a 1.600 familias, capacitándolas en su uso y mantenimiento, resultó en una reducción del 80% en la incidencia de diarreas y otras enfermedades en niños, mientras que la instalación de 45 huertos comunitarios contribuyó a mejorar la nutrición en varias comunidades.
El fortalecimiento de actividades como la apicultura, la artesanía y el turismo, con mejoras en producción y comercialización, redundaron en aumentos de ingresos para más de 600 familias. Y en el ámbito de la ganadería, la difusión de mejores prácticas mediante asistencia técnica y capacitación a 400 familias de pequeños productores demostró que se puede al mismo tiempo mejorar el ingreso y reducir el impacto ambiental.
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