En lo alto de las montañas Cuchumatanes de Guatemala, se está sirviendo el almuerzo en casa de la familia Torres. La madre, Catarina, coloca un plato humeante de empanadas en la mesa del comedor frente a sus tres hijas, cuyos ojos brillan de forma anticipada.
La receta proviene de un nuevo libro de cocina creado específicamente para las cerca de 2 000 familias del Triángulo de Ixil -en la región de Quiché- y se basa en el conocimiento ancestral y los cultivos indígenas autóctonos. Tras 36 años de guerra civil, las recetas que normalmente se transmitían de madres a hijas se perdieron, y los niveles de pobreza y malnutrición se dispararon. Los alimentos procesados habían reemplazado a las hortalizas y hierbas cultivadas localmente.
“Cuando era niña no tenía idea de que estas hierbas y hortalizas con las que hoy cocino siquiera existían”, señala Catarina, que tenía 15 años cuando finalmente se restauró la paz en su región.
No solo las personas sufrieron durante los largos años de conflicto, también el modo de vida maya. Cuando la paz volvió a Ixil, las calles estaban en silencio, los campos baldíos, sin flores, sin cultivos. La despoblación en masa –en algunos casos por migraciones forzadas, en otros por necesidad–, condujo a una laguna de conocimiento y una profunda desconexión entre generaciones.
Un programa conjunto de la ONU para el desarrollo rural integrado liderado por la FAO, el PNUD y la OSP/OMS y financiado por el Gobierno de Suecia, apoya ahora a las familias rurales de la zona. Dentro de sus actividades, la FAO y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación de Guatemala (MAGA) iniciaron un programa de educación nutricional para recuperar las antiguas tradiciones culinarias con cultivos autóctonos ricos en nutrientes. Además de un libro de cocina de platos típicos de la región, el programa ofrece también formación para el cultivo de especies autóctonas y clases de cocina siguiendo las mejores prácticas nutricionales.
“La idea es que las familias retornen a sus tradiciones culturales ancestrales,” explica el técnico nutricionista de la FAO Jonás Colón. “Estas prácticas resultan mucho más fáciles de adoptar para las familias porque están familiarizadas con el sabor de los alimentos que producen”. Siguiendo la tradición y cultivando especies autóctonas, los aldeanos pueden ahorrar tiempo y dinero al no utilizar fertilizantes ni plaguicidas.
Mientras que los índices de pobreza y malnutrición son de por sí altos en el Departamento de Quiché, estas tasas son aún más elevadas entre la población de Ixil. El índice de pobreza alcanza aquí el 87% del total de familias, sumado a que más de dos tercios de los niños en los tres municipios de Santa María Nebaj, San Juan Cotzal y San Gaspar Chajul sufren de malnutrición crónica y una estatura por debajo de la media para su edad. Y, según los datos de la FAO, estas cifras están aumentando, en parte debido a la inaccesibilidad a las aldeas, pero también a la falta de formación adecuada de los padres y madres.
En 2015, el Centro de Recuperación Nutricional atendió a 50 niños de Ixil que sufrían de emaciación severa. Utilizando la metodología de capacitación desarrollada por la FAO, el personal de este centro perteneciente al programa conjunto de la ONU ha preparado menús nutritivos específicamente para las madres.
Catarina se unió a un grupo de 17 mujeres de la comunidad para aprender más sobre cómo cultivar especies autóctonas de hierbas y plantas e integrarlas en la dieta de sus familias y que fuera lo más nutritiva posible.
El programa de educación nutricional ha marcado una gran diferencia para la familia esta madre de 37 años y para su comunidad en general. Las clases de cocina, el refuerzo del conocimiento nutricional y el apoyo técnico están ayudando a reducir todas las formas de malnutrición. Y el libro de cocina de Ixil ha ayudado a difundir el simple mensaje de que las hortalizas son saludables.
Ahora las mesas comunitarias se ven resplandecientes con acelgas y chipilín (una verdura autóctona similar a la espinaca), calabacín y amaranto. Los huevos los proporcionan las gallinas de las aldeas.
“Cada receta utiliza alimentos que los aldeanos suelen obtener en sus huertos y aumenta los valores nutricionales que proporciona cada plato”, indica Colón.
El libro de cocina ofrece instrucciones sobre cómo preparar 16 platos y 16 bebidas. Las empanadas de Catarina iban acompañadas de una deliciosa bebida de avena, y todas las recetas utilizan técnicas culinarias que cualquier familia puede seguir fácilmente.
“Desde que comenzamos a comer de manera diferente, mis hijos están mucho más contentos con la comida que les preparo”, asegura Catarina. “Ya no se duermen por las tardes y tienen mucha más energía para jugar”. Está convencida y sonríe: “ahora quiero aprender a hacer postres y a sembrar y obtener nuevos cultivos”.
“Junto con la comunidad, estamos recuperando el conocimiento ancestral de esta cultura milenaria”, concluye Colón. “La Madre Tierra ha bendecido los productos que los padres han preparado con cariño durante siglos para sus hijos e hijas. De esta manera fortaleceremos a las generaciones futuras”.
Al invertir en las comunidades locales y recuperar sus propias tradiciones y conocimientos ancestrales, la FAO fortalece a las comunidades, acercándonos al objetivo global de alcanzar el Hambre Cero.